miércoles, diciembre 12, 2007

Uno que sale, una que entra

Se hicieron innumerables balances sobre la gestión de Néstor, y muy interesantes. Por ejemplo Artemio, que sigue tirando datos, ya con vistas a la gestión de Cristina. También en Mide-No Mide y en La Barbarie; y por supuesto en los medios tradicionales. Hubo un artículo en Nación Apache que me llamó la atención, así que puede ser un punto de partida para este refrito, que me servirá como apuntes de repaso al menos para mí.

El artículo referido se titula Las formas de la mentira. El kirchnerismo como pacto de seducción. Desarrolla el texto en base a un concepto denominado pacto de seducción que se establece entre el emisor y el receptor del mensaje (lo mío no son las Comunicaciones, así que perdón por las desprolijidades) donde el que expone el mensaje lo articula dentro de un relato que es aceptado sin mayores cuestionamientos por quienes lo reciben. Es un mecanismo típico de propaganda. El autor del artículo lo menciona de cierta manera como maniobra característica del kirchnerismo y esboza el ejemplo de la manipulación de los índices IPC del INDEC para que nos creamos la relativamente baja inflación, camelo pasivamente aceptado por la opinión pública. De este artículo yo criticaría que no es para nada característico del kirchnerismo, se lo puede detectar en prácticamente todas las sociedades de masas. Alfonsín tuvo el suyo (“con la democracia se come, etc”), Menem prácticamente basó su estrategia de propaganda en pactos de seducción y De La Rua nos vendió (y compramos) que podía continuar la convertibilidad pero “con un poquito más de prolijidad”. Plantear los términos de la discusión en una suerte de “mentira” que deshonra la “pura realidad”, deteriora dicha discusión. Un pacto de seducción es inherente a toda actividad política. Después de todo la política se trata, entre otras cosas, de intentar convencer y de dejarse convencer.

Sobre el balance de gobierno de Néstor, no hay dudas que los indicadores estadísticos le dan la palma de “mejor gobierno desde el 83” y hasta no pocos aventuran extender este título hasta el primer gobierno de Perón, pero tal vez sea demasiado. Los escépticos quisieran quedarse con estos indicadores “objetivos” y ahí se termina la cosa, tal vez agregando que el punto de partida del gobierno era realmente desde un pozo muy profundo, lo cual es cierto. También es cierto que la coyuntura ayudó, pero no todos los países emergentes lograron tremenda performance. Por otra parte, los indicadores fuerzan a discutir el balance en tono economicista y creo que ahí se pierde oportunidad de extender el debate.

Vuelvo al párrafo anterior y el tema de pactos de seducción kirchneristas, esto al menos pone el foco en el valor de la palabra, en el interés de cómo se estructura un relato y de cómo una sociedad se dispone a aceptarlo.

En este sentido se rescata el resurgir del valor de lo político / ideológico. Algunos se sobresaltan por esta “crispación” confundiéndola con rasgos autoritarios. Un político de raza interpela directamente y deja en claro quienes son sus enemigos. El estilo K es mucho más frontal que el de otros tibios interlocutores con planes siniestros pero que la van de callados. Y los que saltan lo hacen como pus (Iglesia, oligarquía, etc) poniendo más en claro las posiciones de cada uno. También en el plano de lo político son muy auspiciosas las expectativas de integración latinoamericana, durante el gobierno de Néstor se fue delineando este perfil, resta ponerlo de una vez por todas en concreto, más allá de limitados acuerdos económicos. Esto tiene un gran valor desde el punto de vista simbólico y de la generación de una identidad nacional y regional. Por suerte para nosotros (y esto es parte de la coyuntura), EEUU está entretenido en otras latitudes y el relajamiento de presiones ha explotado una clara necesidad de nuestro subcontinente (“Juguemos en el bosque mientras el lobo no está”.). Políticamente es de lo más interesante que está pasando en el mundo y no hay que predérselo.

También está el refortalecimiento del poder del Estado, que poco a poco está retornando a sus funciones básicas de control pero que no ha restablecido los estándares del viejo Estado de Bienestar. Otra cuestión de gran valor simbólico. El relajamiento de los controles sobre el sector privado ha hecho estragos sobre todos nosotros. Pero queda claro que lo que se define es un Estado Capitalista clásico. Para quienes pretendíamos una reforma más profunda parece que nos vamos a quedar con las ganas. No parece haber planes de ir por la restitución del patrimonio público regalado en décadas anteriores.

En cuanto a la llamada política de DDHH, el impulso dado durante este gobierno en los juicios a los crímenes de Estado durante la última dictadura marca un quiebre de importancia y un avance en el camino hacia la restitución de la justicia en un país que fue arrasado y cuya única reacción hasta entonces fue sostener la impunidad a los genocidas (solo Alfonsín hizo un intento tibio que luego se le fue de las manos, por eso no fue tan tibio, hasta que el fuego se apagó con las famosas leyes). Tampoco se vislumbra que se desee avanzar sobre los motivos y personajes (civiles) que sostuvieron y justificaron esa operatoria. Solo mencionar como ejemplo la tremenda deuda pública que nos dejaron para beneficio de una clase.

En un plano económico, ahí es donde los indicadores brillan de espectacularidad, pero cuando se las contrasta con la situación social, se matiza hacia un gris oscuro. ¿Quiénes se beneficiaron preferentemente con el crecimiento? ¿Quiénes siguen postergados?

Por otra parte, en cuanto a la articulación de los canales de institucionalización política, se estructura un esquema corporativo, similar al modelo clásico peronista. Por eso la CTA se queda sin personería, por eso los acuerdos de precios y los beneficios a algunas grandes empresas. El intento de transversalidad le duró ni un año a Néstor y cuando el casi Ingeniero le llenó la plaza de un rejunte de gentes cuya idea fija era la palabra “seguridad”, ahí se las vio feas, releyó la situación y volvió sobre sus pasos a refugiarse en el aparato. Una pena, pero así salió.

De lo que se puede leer hasta ahora, Cristina no parece querer cambiar para mejor (al menos el “mejor” mí me gustaría, que queda más a la izquierda) varios de estos ítems, tal vez hacer un poco de “sintonía fina” con la redistribución de riqueza, alguna mención para el tema de la educación. Pero tampoco parece que vaya a ir para atrás en los aciertos de su marido, lo cual ya es algo. Por lo pronto sorprendió a todos reafirmando el valor de la palabra, demostrando gran fortaleza y entereza al exponerse con sus ideas, y sin estribos, ante el país. Por supuesto que la mejor noticia es que seguimos participando en el juego democrático, hecho notable que espero pronto no sea necesario destacar.