viernes, noviembre 03, 2006

El dilema de civilización y barbarie

Anteayer salió publicado un reportaje a la (¿colega? glup… no, no me da el cuero para decir algo así) socióloga Maristella Svampa, donde anuncia la reedición de su libro “El dilema argentino: Civilización o barbarie” (Ed. Taurus) que habrá que conseguir.

Uno de los aportes más interesantes es cómo llega a nuestros días esa dicotomía central desde la fundación de nuestra nación:

Lo que activa la imagen sarmientina son las luchas y los conflictos políticos, pero lo que queda de esta dicotomía, en términos de eficacia simbólica, es que es utilizada como un mecanismo de descalificación política a partir de la recuperación democrática


Es así que, para la dictadura, la democracia pertenecía al campo de la barbarie, en tanto sistema de descomposición y anarquía, esta imagen se construye desde temprano, en la generación del ’80. En ese entonces la llegada de los primeros inmigrantes no responde a las expectativas de la elite liberal, por el contrario, éstos se organizan en sindicatos socialistas y anarquistas. Se convierten entonces en lo exótico, lo peligroso, lo otro y extraño. Interesante en este sentido es la revalorización del gaucho vencido y domesticado que aparece en los textos de Leopoldo Lugones (intelectual orgánico de la elite dominante, recordar la frase "la hora de la espada", pero preso él también de esta misma dicotomía). Lo que se remarca es “la desconfianza a las masas [que] está presente en el diseño constitucional de la república”. Por otro lado están aquellos que revalorizan la barbarie como núcleo identitario nacional, con una estética propia y que, a su modo, también desconfían de los mecanismos políticos institucionales. Esta valorización comienza con los revisionistas de 1930, pero se actualiza como actor político en el '45 (peronismo). Ya en los años '70, “(…) observamos claramente el debilitamiento del polo civilizatorio y asistimos a la eclosión de la imagen de la barbarie. Después del carácter ferozmente represivo y criminal de la dictadura, hubo que revisar el pasado bajo otros términos, no ya a través de representaciones maniqueas. (…)”

Con el retorno de la democracia, fue necesario repensar estos procesos desde un lugar que ya no fuera la tradición nacional-popular ni la política-autoritaria.

Sin embargo, sufrimos aún la latencia de la dicotomía civilización/barbarie. Esto se manifiesta en la reactivación de prejuicios clasistas o racistas (por ejemplo con los piqueteros).

En mi opinión personal (la mía, la de MaxD), la falta de resolución de esta dicotomía civilización / barbarie obstaculiza nuestra capacidad como sociedad de trabajar sobre el tema de la pobreza / marginalidad / exclusión. Es una dura carga para poder generar avances genuinos en esta materia. Un ejemplo de ello es la falta de desarrollo de propuestas como la de microcréditos diseñados por Yunus (bien explicado y resumido en esta nota de Gattaca) y las trabas que se declaran para poder ponerlos en marcha. Por otra parte, la explotación del imaginario tradicional-popular para el uso y abuso de mecanismos clientelistas también son parte de este problema. Para los civilizados los otros son los pobres y es problema de ellos que estén así. Para los bárbaros, los otros son los que nos excluyen y nos deben reconocimiento y asistencia. Creo que es un tema que merece un abordaje intelectual de altura, como este importante trabajo de Svampa.

Más sobre el peronismo

Los comentarios de Svampa sobre el peronismo también son dignos de mencionar.

Menem vació de contenidos conflictivos al peronismo y allí liquidó el legado de tradición nacional-popular. Si bien con Kirchner hay como un intento de reactivación de esta tradición, se da más bien en el plano ilusorio, siempre y cuando se siga sosteniendo el legado neoliberal de su antecesor. Es que la socióloga considera que en los ’90 se llegó a un punto de no-retorno al eliminar su dimensión igualitaria, componente fundamental del núcleo duro del peronismo.

El cruce de estas variables, a las que habría que agregar aquellas propias del escenario latinoamericano actual, hace que éste sea un momento cargado de ambigüedades, de tensiones y, sobre todo, de dobles discursos. Un momento en el cual la crítica al neoliberalismo va acompañada de una fuerte retórica antineoliberal, sin que esto constituya un obstáculo mayor para la consolidación del modelo de dominación y de las grandes asimetrías propias del modelo neoliberal. (…)

La mirada sobre el peronismo atraviesa todas mis investigaciones. Al principio, cuando hice el trabajo sobre el rol de civilización o barbarie, pensaba que era necesario desapasionar el tema, la oposición peronismo-antiperonismo, para volverlo realmente apasionante. Pero esta visión estaba muy marcada por la distancia política. Hoy en día, y desde mi compromiso con los movimientos sociales, tengo sentimientos mucho más encontrados con el peronismo. Y no hablo del cierre del peronismo “desde arriba”, sino en la relación con los sectores populares. Cuando uno ve el funcionamiento real y efectivo del peronismo “desde abajo”, y observa cómo éste instala un vínculo político que apunta a la reproducción de la pobreza y la exclusión y, al mismo tiempo, cómo ataca otras experiencias políticas, resulta mucho más difícil mantener posiciones políticas desapasionadas. Es cierto que la aspiración de una cierta izquierda ha sido siempre la desperonización de los sectores populares. Pero en las últimas décadas lo que prima es la creencia de que la cristalización de la identidad peronista de los sectores populares marca un límite para la acción política transformadora. Creo que hay que combatir esta idea y en este sentido considero que, desde una izquierda independiente y no dogmática, es posible construir un vínculo político diferente con y al interior de los sectores populares.