Biblioteca Nacional
Desde hace un buen tiempo que la Biblioteca Nacional es “la papa caliente” de la gestión de cultura en Nación. Unas semanas atrás, el subdirector Horacio Tarcus presentó la renuncia con esta carta, donde detalla sus motivos y hace un pormenorizado análisis del estado de la Biblioteca, poco después recibió esta respuesta por parte del director Horacio González.
Luego estallaron una serie de solicitadas y declaraciones de intelectuales que se iban encolumnado detrás de uno u otro.
En principio parece haber una discusión por la orientación que debería tener la Biblioteca. Simplificando al máximo, Horacio Tarcus pareciera poner énfasis en lo bibliotecológico (es decir en el inventariado, resguardo y modernización del acceso a las piezas) mientras que Horacio González pareciera poner énfasis en la difusión cultural.
La semana pasada le hicieron un reportaje a Horacio Tarcus en el programa de Jorge Halperín (“Aunque parezca mentira”, Radio Mitre) donde desarrolló su postura. Lamentablemente no escuché algo similar por parte de Horacio González.
Tengo buenas referencias de ambos Horacios, tanto personales como profesionales, de hecho a Tarcus lo tuve de docente en la facultad y me consta su meticulosidad y precisión en el manejo de los textos. En su haber tiene también la dirección del CeDInCI (Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en Argentina), y lo hace muy bien, con solo recorrer la página (que está en cuatro idiomas) se puede ver que hay un cuidado, catalogado y disposición del material como pocas veces se puede encontrar. Es decir que sabe lo que hace.
Si uno tuviera que elegir entre biblioteca y difusión cultural diría, ¿por qué no los dos? Se puede concluir que no hay recursos ilimitados, lo cual es cierto pero también que podría gestionarse para conseguir más fondos o utilizar más eficientemente lo que se tiene. Y aquí viene la parte delicada: Tarcus comenta que, si bien gran parte de la gente que trabaja en la biblioteca lo hace a conciencia, falta capacitación y coordinación entre áreas; y también que la institución, como gran parte de las reparticiones públicas, se encuentra atravesada por un poder sindical que por momentos corrompe y/o pone trabas para poder trabajar en la modernización de la Biblioteca. Aquí puede contraponerse la ideología eficientista neoliberal, que echaba gente solo por ahorrar, con esta excusa se planta la oposición de los sindicatos, que se disputan entre ellos el favor de los trabajadores para conseguir más afiliados. Pero Tarcus prefiere creer que es posible hacer un modelo institucional que funcione eficientemente pensado desde el progresismo.
Lamentablemente la situación personal entre los directivos llevó a producir esta ruptura y que la Biblioteca Nacional se quede sin un sub-director de la altura de Horacio Tarcus, generando un gran revuelo en el ambiente intelectual.
Luego estallaron una serie de solicitadas y declaraciones de intelectuales que se iban encolumnado detrás de uno u otro.
En principio parece haber una discusión por la orientación que debería tener la Biblioteca. Simplificando al máximo, Horacio Tarcus pareciera poner énfasis en lo bibliotecológico (es decir en el inventariado, resguardo y modernización del acceso a las piezas) mientras que Horacio González pareciera poner énfasis en la difusión cultural.
La semana pasada le hicieron un reportaje a Horacio Tarcus en el programa de Jorge Halperín (“Aunque parezca mentira”, Radio Mitre) donde desarrolló su postura. Lamentablemente no escuché algo similar por parte de Horacio González.
Tengo buenas referencias de ambos Horacios, tanto personales como profesionales, de hecho a Tarcus lo tuve de docente en la facultad y me consta su meticulosidad y precisión en el manejo de los textos. En su haber tiene también la dirección del CeDInCI (Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en Argentina), y lo hace muy bien, con solo recorrer la página (que está en cuatro idiomas) se puede ver que hay un cuidado, catalogado y disposición del material como pocas veces se puede encontrar. Es decir que sabe lo que hace.
Si uno tuviera que elegir entre biblioteca y difusión cultural diría, ¿por qué no los dos? Se puede concluir que no hay recursos ilimitados, lo cual es cierto pero también que podría gestionarse para conseguir más fondos o utilizar más eficientemente lo que se tiene. Y aquí viene la parte delicada: Tarcus comenta que, si bien gran parte de la gente que trabaja en la biblioteca lo hace a conciencia, falta capacitación y coordinación entre áreas; y también que la institución, como gran parte de las reparticiones públicas, se encuentra atravesada por un poder sindical que por momentos corrompe y/o pone trabas para poder trabajar en la modernización de la Biblioteca. Aquí puede contraponerse la ideología eficientista neoliberal, que echaba gente solo por ahorrar, con esta excusa se planta la oposición de los sindicatos, que se disputan entre ellos el favor de los trabajadores para conseguir más afiliados. Pero Tarcus prefiere creer que es posible hacer un modelo institucional que funcione eficientemente pensado desde el progresismo.
Lamentablemente la situación personal entre los directivos llevó a producir esta ruptura y que la Biblioteca Nacional se quede sin un sub-director de la altura de Horacio Tarcus, generando un gran revuelo en el ambiente intelectual.
5 Comentarios:
Me confundí con tanto Horacio.
Pero pareciera que Tarcus se rinde al caos coyuntural bibliotecario y en vez de combatirlo prefiere dedicarse minuciosamente al material (como si dijera "creo en las bibliotecas, pero no en los bibliotecarios").
No conocía este asunto, muy interesante al estilo "¿querés más a tu mamá o a tu papá?". Suena bastante ridículo tener que elegir entre una cosa y otra. ¿Querés los libros cuidados o querés que te facilitemos su difusión?
Igual pensándolo con sangre fría tal vez lo más adecuado es preservar el patrimonio aunque sea a puertas cerradas tipo Walt Disney en el freezer esperando tiempos mejores (que solo serían posibles por medio de la difusión de la cultura, pero bueno...).
coincido con Cattel y contigo, es una discusuion al estilo del sexo de los angeles. No aporta nada y lejos de ello hace suponer que ambos estan mas detras de su ego que de superar las diferencias estructurales y tecnicas de la biblioteca, la que por otra parte debe ser la unica en el mundo que esta tan caotica desde siempre.
Creo que has dado en el clavo con el tema del ego y también de la soberbia (que no le vienen bien a nadie), por ahí seguro que hay algún rollo.
Si les interesa el tema, les recomiendo la extensa carta de Tarcus para entender un poco más lo que dice sobre el estado de la biblioteca, también hay comparaciones con la situación de otras bibliotecas de latinoamerica, y sí, seguramente se enroscó con las delicias de la repartición pública y probablemente le faltó muñeca política para salir del quilombo.
Vuelvo al ruedo habiendo leído las dos cartas.
Más allá de los egos, Tarcus denuncia con hechos y números que uno, conociendo el país, sabe que son altamente probables.
Por otro lado, Horacio Gonzalez intenta una respuesta recurriendo a "símbolos" y auras intangibles, se cuelga del bastón de Borges, etc.
Habla de no "sectorializar" (?!?! Rae, estás ahí?) y después agradece a "bibliotecarios y bibliotecarias de la casa" en esa redundancia de género irritante que repudia en los políticos Perez Reverte (http://www.capitanalatriste.com/escritor.html?s=patentescorso/pc_10dic06).
Habla también de una compleja mística de la biblioteca y se olvida de que la bibliotecología es una ciencia!! Puede haber mística y fantasmas de Canterville en una biblioteca de barrio, pero no en semejante institución pública.
En fin, Tarcus 1, Gonzalez 0 (y me caíste muy mal, Horacio).
Yo también me incliné por la postura de Horacio, pero como le tengo estima al otro Horacio, que además creo que es amigo de mi profesor preferido Alejandro. También me faltaría escuchar alguna otra opinión como para terminar de decir: "Al final, Horacio tenía razón".
Publicar un comentario
<< Home