Tolerancia cero con los preguntones improcedentes
“Disculpame, ¿no me decís la hora?”
A esta pregunta uno normalmente responde amablemente luego de chequear el reloj, todo bien… Pero… ya me está hartando cierta actitud de algunos que preguntan indiscriminadamente cualquier pelotudez a cualquiera en cualquier lugar y situación (especialmente me molesta cuando voy a correr al parque), dejando traslucir otra forma de esa incapacidad para procurarse información y para relacionarse con el mundo exterior, como ya se dijo en post anterior…
¿No me decís la hora?
Loco, si vivís en una de las ciudades más pobladas del mundo, ¿no podés preguntarle la hora a otro? Me ves que estoy corriendo alrededor del parque, con auriculares, sudando como un condenado para hacer un poco de ejercicio en esta vida sedentaria de oficina que llevo; y lograr que los glóbulos rojos que a la mañana salieron del ventrículo izquierdo peguen toda la vuelta, al menos una vez en todo el día, y vuelvan al lugar de donde salieron… y vos, que me hacés un ademán así (con el índice derecho apuntando de arriba hacia abajo sobre tu muñeca izquierda extendida), pretendés que yo me detenga, pare el cronómetro cambie la función del reloj, que lea la hora y luego decírtela para que me dejés seguir haciendo lo que fui a hacer al Parque: a correr, no a caminar, ni a tirarme en el pasto, ni a mirar minitas ni a cantar la hora como se hacía en la época de la colonia.
Ud. está aquí
Otro nabo: “Disculpame, ¿me decís que calle es esa?”. Pero salí de acá! Vos querés que aparte de los auriculares, y de los chillidos del 36 ese que pasa por ahí; trate de escuchar qué pomo querés mientras trato de esquivarte (porque siempre están paveando en el medio del camino), y que me ponga a pensar que puñetera calle es aquella que me estás señalando. Dejame en paz, tenés a tu alrededor quichicientas personas que están boludeando en el parque y me vas a preguntar a mí, que estoy tratando de quemar al menos la mitad de los triglicéridos que produzco por día en los pocos minutos que me quedan para hacerlo (descontando lo que invierto en lectura , je). De última te cruzás y te fijás vos en el cartel!!!
Volanteando
El otro día se me apareció uno que estaba repartiendo volantes en el parque. Pero me decís qué joraca hacés un viernes a las ocho de la noche con 5 grados, en Parque Centenario, donde los únicos chapita que estamos ahí a esa hora y con esa temperatura somos los que vamos a correr y los que venden libros usados (que empiezan a irse). Vos vas a repartir volantes y me ves que vengo aguantando el frío y yo que vengo dando la tercera vuelta en la parte que tiene pendiente como para liquidar esos lípidos que tanto inquietan a todos (No solo a Jorge) y ves que en una mano tengo el walkman y que en la otra llevo la llave de mi casa y que además cargo con el karma de toda una existencia pasada … y vos encima me querés agregár un volante que ni voy a leer ni puedo agarrar. Pero, tómatelas, andá a tu casa a mirar la tele.
Conductor responsable
El último: En este caso estoy volviendo de la veterinaria con un canasto, que se nota a la legua que contiene algún animal indudablemente bien alimentado, dada la visible inclinación de mi cuerpo y, cuando cruzo la avenida Alberdi, un zoquete asomado por la ventanilla de su auto en el medio de la avenida, y con el codito cómodamente apoyado me pregunta: “¿Che, voy bien para Juan B. Justo?” (!!!!!). No! Chabón, comprate una brújula, pienso. Pero no, pobre… le digo “Juan B. Justo es para allá”. El cretino me mira como pretendiendo que yo le explique cómo ir “para allá” cuando el tipito del semáforo ya se puso a parpadear en rojo como saltando a lo lejos y diciéndome que me apure porque me van a pasar por arriba, y yo con el canasto y las bolas llenas tenía ganas de mandar al tipo al carajo. ¡Arreglate un poco, chabón! Arremangate tu pedorro auto hasta las rodillas, giralo 90º “para allá”, ponelo en el piso de nuevo, acelerás y vas derecho hasta que te cruzás con tu Juan B. Justo del toor!! Y no me jodas, loco, conseguite una Lumi, Filcar o un perro lazarillo y aprendé a leer, o te acercás a la vereda, parás el auto y preguntás a alguno que veas pelotudeando por ahí pero no me pares a mí en el medio de una avenida pretendiendo que te dibuje un recorrido en el aire y que te lo imprima como un Compumap!!.
Lo peor es que toda esta gente se molesta si te negás a darle la información requerida o si se la das incompleta.
Bien, ya me psicoanalicé. Gracias.
A esta pregunta uno normalmente responde amablemente luego de chequear el reloj, todo bien… Pero… ya me está hartando cierta actitud de algunos que preguntan indiscriminadamente cualquier pelotudez a cualquiera en cualquier lugar y situación (especialmente me molesta cuando voy a correr al parque), dejando traslucir otra forma de esa incapacidad para procurarse información y para relacionarse con el mundo exterior, como ya se dijo en post anterior…
¿No me decís la hora?
Loco, si vivís en una de las ciudades más pobladas del mundo, ¿no podés preguntarle la hora a otro? Me ves que estoy corriendo alrededor del parque, con auriculares, sudando como un condenado para hacer un poco de ejercicio en esta vida sedentaria de oficina que llevo; y lograr que los glóbulos rojos que a la mañana salieron del ventrículo izquierdo peguen toda la vuelta, al menos una vez en todo el día, y vuelvan al lugar de donde salieron… y vos, que me hacés un ademán así (con el índice derecho apuntando de arriba hacia abajo sobre tu muñeca izquierda extendida), pretendés que yo me detenga, pare el cronómetro cambie la función del reloj, que lea la hora y luego decírtela para que me dejés seguir haciendo lo que fui a hacer al Parque: a correr, no a caminar, ni a tirarme en el pasto, ni a mirar minitas ni a cantar la hora como se hacía en la época de la colonia.
Ud. está aquí
Otro nabo: “Disculpame, ¿me decís que calle es esa?”. Pero salí de acá! Vos querés que aparte de los auriculares, y de los chillidos del 36 ese que pasa por ahí; trate de escuchar qué pomo querés mientras trato de esquivarte (porque siempre están paveando en el medio del camino), y que me ponga a pensar que puñetera calle es aquella que me estás señalando. Dejame en paz, tenés a tu alrededor quichicientas personas que están boludeando en el parque y me vas a preguntar a mí, que estoy tratando de quemar al menos la mitad de los triglicéridos que produzco por día en los pocos minutos que me quedan para hacerlo (descontando lo que invierto en lectura , je). De última te cruzás y te fijás vos en el cartel!!!
Volanteando
El otro día se me apareció uno que estaba repartiendo volantes en el parque. Pero me decís qué joraca hacés un viernes a las ocho de la noche con 5 grados, en Parque Centenario, donde los únicos chapita que estamos ahí a esa hora y con esa temperatura somos los que vamos a correr y los que venden libros usados (que empiezan a irse). Vos vas a repartir volantes y me ves que vengo aguantando el frío y yo que vengo dando la tercera vuelta en la parte que tiene pendiente como para liquidar esos lípidos que tanto inquietan a todos (No solo a Jorge) y ves que en una mano tengo el walkman y que en la otra llevo la llave de mi casa y que además cargo con el karma de toda una existencia pasada … y vos encima me querés agregár un volante que ni voy a leer ni puedo agarrar. Pero, tómatelas, andá a tu casa a mirar la tele.
Conductor responsable
El último: En este caso estoy volviendo de la veterinaria con un canasto, que se nota a la legua que contiene algún animal indudablemente bien alimentado, dada la visible inclinación de mi cuerpo y, cuando cruzo la avenida Alberdi, un zoquete asomado por la ventanilla de su auto en el medio de la avenida, y con el codito cómodamente apoyado me pregunta: “¿Che, voy bien para Juan B. Justo?” (!!!!!). No! Chabón, comprate una brújula, pienso. Pero no, pobre… le digo “Juan B. Justo es para allá”. El cretino me mira como pretendiendo que yo le explique cómo ir “para allá” cuando el tipito del semáforo ya se puso a parpadear en rojo como saltando a lo lejos y diciéndome que me apure porque me van a pasar por arriba, y yo con el canasto y las bolas llenas tenía ganas de mandar al tipo al carajo. ¡Arreglate un poco, chabón! Arremangate tu pedorro auto hasta las rodillas, giralo 90º “para allá”, ponelo en el piso de nuevo, acelerás y vas derecho hasta que te cruzás con tu Juan B. Justo del toor!! Y no me jodas, loco, conseguite una Lumi, Filcar o un perro lazarillo y aprendé a leer, o te acercás a la vereda, parás el auto y preguntás a alguno que veas pelotudeando por ahí pero no me pares a mí en el medio de una avenida pretendiendo que te dibuje un recorrido en el aire y que te lo imprima como un Compumap!!.
Lo peor es que toda esta gente se molesta si te negás a darle la información requerida o si se la das incompleta.
Bien, ya me psicoanalicé. Gracias.
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