Es solo música
Vía blog de mi amigo Ariel leo este artículo del gran David Byrne a propósito de las transformaciones en el mercado de la música. Pocas veces lo leí tratado con tanta extensión y seriedad, más aún si viene de alguien de adentro. Cuando se trata de compartir archivos de música, las discográficas se apresuran a defender a los músicos cuando lo único que están defendiendo es su negocio. Sin embargo llama la atención que algunos de los músicos que uno podría tomar por progresistas se sumen a esta campaña sin agregar algún matiz al uso maniqueo del problema: “o nos comprás los CD’s originales o sos un terrorista”. El tema me interesa en particular no solo porque consumo música (y la disfruto mucho) sino porque tiene que ver con una forma especial de actividad artística a la cual estuve vinculado algún tiempo, tal vez creyendo que podía ser músico alguna vez.
Hace un buen tiempo publiqué un artículo sobre el negocio discográfico, con el argumento que la actual situación del mercado de la música no es la única forma de producirla y que las alternativas, e incluso la piratería no ponían en peligro a los músicos sino a una particular estructura de producción mercantil de la música. El mismo fue originalmente publicado en la página de Fabio y alguien con no poco cinismo pero con un pequeño acierto, cuestionó que era hipócrita discutir contra esa forma de hacer música si la música que consumimos es, precisamente, producto de esa forma particular. No aplica en mi caso, pero sí es cierto que hay toda una parafernalia que agregan las discográficas con grandes inversiones de dinero (bombardeo de difusión, marketing, giras monumentales, merchandising, videos, etc) para generar su propio producto, que, claro está, poco tiene que ver con la música en sí. Sin embargo la producción musical hoy día se ajusta a este circuito que apunta a la venta de “algo tangible”, esto es, un disco compacto. Con el asunto del mp3, este esquema está en jaque. ¿qué podrá salir de todo esto? Probablemente algo distinto, algo que no conocemos en materia de música. Pero sin duda la música no depende de aquella estructura sino más bien a la inversa.
La nota es excelente y completísima. La única corrección que le haría es una delicadeza: confunde producto con mercancía. Toma lo primero como característico de una economía de mercado y no es tan así. Lo correcto sería usar mercancía. Un producto musical no necesariamente se genera para venderlo como mercancía.
Byrne da cuenta de que las ventas de discos vienen cayendo y que están mutando hacia el formato digital. No se puede decir lo mismo en nuestro país, donde las ventas han venido subiendo desde la crisis del 2001. Esto significaría que aquí el determinante tiene más que ver con el poder adquisitivo que con una mutación en el mercado.
Explica qué es lo que tradicionalmente hacen las compañías discográficas: financian las grabaciones, fabrican el disco, lo distribuyen, lo publicitan, prestan o adelantan dinero para gastos varios, aconsejan y guían a los artistas y manejan la contabilidad. Pero las condiciones de cada una de estas actividades se ha modificado sustancialmente en los últimos años. Cita como ejemplo el caso de que los costos de grabación, fabricación y distribución se redujeron notablemente.
Desarrolla seis posibles modelos de distribución, que van desde la auto-distribución (donde el artista tiene todo el control sobre su producción) hasta el trato financiero ó 360 donde todos los aspectos de la carrera del artista los manejan los productores. Claramente hay una gama de posibilidades donde las discográficas tienen más o menos injerencia, no son absolutamente necesarias para la producción musical.
Como caso “fetiche” de estas nuevas tendencias está la edición del último disco de Radiohead, que fuera liberado para bajarlo por internet a cambio de “lo que consideres”. En un mes hubo un millón de descargas. El 40% pagó algo y lo hizo a un promedio de U$S 6, resultando la friolera de U$S 3M. Más aún, como se quedaron con la licencia, ahora pueden editar el CD a modo convencional, para quien desee el soporte físico y la gráfica y todo eso. El disco salió el primero de enero. Está claro que tienen que darse ciertas condiciones para que se dé tremendo negocio sin depender de las discográficas, pero evidentemente es posible.<
Hace un buen tiempo publiqué un artículo sobre el negocio discográfico, con el argumento que la actual situación del mercado de la música no es la única forma de producirla y que las alternativas, e incluso la piratería no ponían en peligro a los músicos sino a una particular estructura de producción mercantil de la música. El mismo fue originalmente publicado en la página de Fabio y alguien con no poco cinismo pero con un pequeño acierto, cuestionó que era hipócrita discutir contra esa forma de hacer música si la música que consumimos es, precisamente, producto de esa forma particular. No aplica en mi caso, pero sí es cierto que hay toda una parafernalia que agregan las discográficas con grandes inversiones de dinero (bombardeo de difusión, marketing, giras monumentales, merchandising, videos, etc) para generar su propio producto, que, claro está, poco tiene que ver con la música en sí. Sin embargo la producción musical hoy día se ajusta a este circuito que apunta a la venta de “algo tangible”, esto es, un disco compacto. Con el asunto del mp3, este esquema está en jaque. ¿qué podrá salir de todo esto? Probablemente algo distinto, algo que no conocemos en materia de música. Pero sin duda la música no depende de aquella estructura sino más bien a la inversa.
La nota es excelente y completísima. La única corrección que le haría es una delicadeza: confunde producto con mercancía. Toma lo primero como característico de una economía de mercado y no es tan así. Lo correcto sería usar mercancía. Un producto musical no necesariamente se genera para venderlo como mercancía.
Byrne da cuenta de que las ventas de discos vienen cayendo y que están mutando hacia el formato digital. No se puede decir lo mismo en nuestro país, donde las ventas han venido subiendo desde la crisis del 2001. Esto significaría que aquí el determinante tiene más que ver con el poder adquisitivo que con una mutación en el mercado.
Explica qué es lo que tradicionalmente hacen las compañías discográficas: financian las grabaciones, fabrican el disco, lo distribuyen, lo publicitan, prestan o adelantan dinero para gastos varios, aconsejan y guían a los artistas y manejan la contabilidad. Pero las condiciones de cada una de estas actividades se ha modificado sustancialmente en los últimos años. Cita como ejemplo el caso de que los costos de grabación, fabricación y distribución se redujeron notablemente.
Desarrolla seis posibles modelos de distribución, que van desde la auto-distribución (donde el artista tiene todo el control sobre su producción) hasta el trato financiero ó 360 donde todos los aspectos de la carrera del artista los manejan los productores. Claramente hay una gama de posibilidades donde las discográficas tienen más o menos injerencia, no son absolutamente necesarias para la producción musical.
Como caso “fetiche” de estas nuevas tendencias está la edición del último disco de Radiohead, que fuera liberado para bajarlo por internet a cambio de “lo que consideres”. En un mes hubo un millón de descargas. El 40% pagó algo y lo hizo a un promedio de U$S 6, resultando la friolera de U$S 3M. Más aún, como se quedaron con la licencia, ahora pueden editar el CD a modo convencional, para quien desee el soporte físico y la gráfica y todo eso. El disco salió el primero de enero. Está claro que tienen que darse ciertas condiciones para que se dé tremendo negocio sin depender de las discográficas, pero evidentemente es posible.<
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