martes, diciembre 20, 2005

El negocio discográfico

Si bien este ya es un tema trillado en el sitio, abordado con profundidad por Fabio en reiteradas oportunidades. En ocasión de la publicación de una nota en el suplemento No del P12 sobre el tema: (Siempre gana la banca), podríamos volver sobre esto y ver un par de datos interesantes que aporta.

Este fragmento es el que más me interesó, porque ilustra cómo se reparte la torta en el circuito de producción de un disco
Cada disco (la unidad) le cuesta a una compañía aproximadamente nueve pesos, que luego vende a las disquerías a un promedio de 16 pesos cada uno y que el cliente compra a 26. Los músicos reciben en promedio un peso por disco vendido.


Por otra parte, los volúmenes de ventas de las discográficas siguen creciendo desde la crisis del 2001, a pesar que el 55% del total de dinero que se mueve, se "fuga" en el mercado ilegal:

Entre enero y octubre de este año se vendieron más de 11.700.000 discos, que generaron una recaudación total de casi 218 millones de pesos, 55 millones más que entre enero y octubre del año pasado, aún con tantos “piratas” navegando por ahí. Como los músicos se quedan, como dijimos, con un peso por disco vendido, en ese mismo período se llevaron menos de 12 millones. La cifra es baja, pero es el porcentaje que aceptaron firma de contrato mediante, apurados porque sus temas roten en la radio y en la tele (…)


La pregunta es por qué entonces, muchos de los mismos músicos se montan en esta especie de persecuta contra los métodos de intercambio de archivos, cuando ellos no son los principales afectados por esta práctica…

Muchos músicos piensan en off the record que históricamente los más perjudicados del negocio son los músicos que lo generan. Pero cuando se prende el grabador, prefieren echarle la culpa a la red.


Como ya viene comentando Fabio en los otros posts, llama la atención que se centren los operativos y las denuncias en quienes se bajan temas para consumo personal, en lugar de apuntar a quienes lucran vendiendo copias ilegales por la calle.

Para otros músicos, el intercambio de archivos termina siendo beneficioso económicamente:

En abril de 2002, el músico y periodista español Ignacio Escolar publicó un artículo llamado “Por favor, ¡pirateen mis canciones”. En aquel entonces su grupo Meteosat integraba el 1 por ciento de las bandas terrícolas que logran vender 10 mil copias de un álbum. “Recibo apenas 80 dólares mensuales por la venta de discos, mientras que por cada concierto gano entre 90 y 350 dólares limpios. Son más rentables 100 mil fans piratas que 10 mil originales, y me satisface más saber que a alguien le interesa mi música que cobrar las bajas regalías que me corresponden. En pocos negocios el reparto entre los que aportan ideas y mano de obra y los que ponen el dinero es tan desigual”, describió. Escolar basó sus cuentas en una crítica al mercado discográfico que pronunció Courtney Love hace cinco años en la que denunciaba que, de los 273 mil músicos que hoy trabajan en los Estados Unidos, sólo el 15 por ciento puede vivir exclusivamente de la música.


Pareciera que hay un grupo de músicos que prefieren compartir sus derechos (y también sus beneficios) con una compañía y desentenderse de la difusión y distribución; y otro grupo que opina que puede sacar provecho de la libre difusión de sus obras en la red.

La nota remata con un dato que también había adelantado Fabio:

(…) ni a Capif ni a los sellos les interesa abolir el intercambio de archivos por Internet sino cobrar un peso por cada tema descargado a igual proporción de regalías y varias empresas ya trabajan para desarrollar esa alternativa lo antes posible, quizás antes de fin de año. ¿Cuánto de eso irá a los músicos y cuánto a las bandas?


Es decir que tampoco se quieren perder la tajada de este libre método de distribución. La pregunta rondaría, como cuestionaba Fabio, en el soporte y en la oferta de diversidad artística.

En mi opinión personal, el tema del intercambio de archivos seguramente genera una disminución en la venta de discos, pero creo que esa diferencia podría subsanarse con otras alternativas, por ejemplo ofreciendo mejor calidad de presentación del producto y/o bajando los precios de venta, lo cual redundaría en una reducción de la ganancia por unidad, pero valdría la pena tomar el riesgo de experimentar. En los casos de la música que más me gusta, prefiero comprar originales porque me agrada tener el arte de edición, el librito y esas pavadas; pero sale tan caro!! En los casos de la música que no sé cuánto me gusta, termino optando por no gastar los $30 ante el riesgo de tener que usar el CD de apoya-pavas luego de la primera escuchada, cuando en realidad puede que esté buenísimo, pero nunca lo voy a saber porque ni tuvo gran difusión radial y, obviamente, está prohibido bajarse temas del mismo por Internet.

Por otra parte, existe el problema de la disponibilidad, tema en el que siempre insisto: hay una gran cantidad de música que directamente es imposible conseguir por la vía convencional, de hecho hasta tenés que lidiar con la cara de nada que te pone el empleado del Musimundo de turno, deletrearle el artista, para que te diga que ni lo tiene en catálogo. De la otra manera, en la red solo es cuestión de buscar un poco, pero ahora te puede caer Capif con sus inspectores a requisarte por buscar un disco inconseguible de Ryuichi Sakamoto o de Fernando Samalea.

Luego, hay una gran cantidad de discos, que, como producto artístico terminado, ya está pagado varias veces cuando se agota la primera tirada ¿por qué entonces cobrar la nueva tirada al mismo precio? Debería costar muchísimo menos, dado que ya está pagada la producción y la difusión; eso pocas veces ocurre.

Por último, creo que existe una suerte de fetiche con esto del soporte (CD) de la música. En última instancia, lo que importa es la performance. Coincido con aquellos que opinan que el principal ingreso de un músico debería salir de múltiples presentaciones, más que de la edición de un disco y, por lo visto, esto puede ser así. El disco vendría a ser un medio de difusión del producto, que es, en sí, la música. Con lo cual se pierde de vista el hecho que la finalidad del disco es la difusión de una producción artístico-musical y como, tal es solo un medio para tal fin. Puede ser la red un medio de difusión válido también, ¿por qué no?

Como para ilustrar un poco más, cito también al Barcelona del 25/11, donde salió una nota titulada: “Hablan los dirigentes de Capif: ‘Los que bajan música de Internet explotan a los músicos, y eso es patrimonio nuestro’”. En dicha nota, el director del departamento de asuntos jurídicos de Capif, F. Drake, declara:

Cada músico tiene derecho a cobrar 2 pesos de los 27 que cuesta cada CD, de cada uno de los discos que le liquidamos, que serán aproximadamente el 10 por ciento de los que en realidad vende. Ahora resulta que, por culpa de la piratería, la música está dejando de ser un negocio rentable para las compañías multinacionales que viven de los músicos.


Para cerrar, citemos a Carlos Pío Talsenik, desde su columna editorial, escribe:

Yo no quiero matar a nuestros músicos ni a los de otros países. ¿Usted sí? Yo quiero que nuestra industria los alimente lo justo como para que no mueran de inanición y puedan seguir grabando discos. El MP3 conspira conrta esa lógica. El público debería reflexionar y comprender que está tirando peligrosamente de la soga. En caso contrario, un día de estos va a ser demasiado tarde y nuestras corporaciones se van a derrumbar como un castillo de naipes. Y sin corporaciones no puede haber música. ¿No es cierto?