
Anduve muy bien el domingo, entrenando para
mi nuevo intento de grossitud deportiva di una linda vuelta de unos 40 km por las montañas. Claro que trastabillé, me resbalé y hasta metí la pata en el barro, pero no pasó nada, todo quedó bajo control y el paseo deportivo se disfrutó con creces, contento sobre todo porque me manejo cada vez mejor (o menos peor) entre pedreros y acantilados (ponderando mi natural torpeza de porteño).
Ya canchero ayer lo estaba bañando al pequeño Jx y se me ocurre patear con ganas el borde de la bañera con el pie desnudo y ganarme una morcilla en el segundo dedo más pequeñito. Y ahora resulta que estoy con un paquete de choclo congelado sobre el empeine, mucho, pero mucho
Diclofenac y una plegaria para rogar que no me haya ni fisurado el asunto.
3 Comentarios:
Un diagnostico y tratamiento culinario.
Es el karma montañés, si no te agarra en el pedrero se la cobra en la bañera. La próxima llevá casco y un dreamcatcher o algo por el estilo.
Casco llevé a la montaña, lo que tendría que haber hecho es usar zapatos de seguridad con puntera reforzada para bañar al pequeño, aparte del casco, claro.
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