Un día atípico, un día triste
El día de ayer fue atípico, se fue enrareciendo hacia la tarde y terminó definitivamente mal.
Un cambio de rutina no es gran cosa, eso fue por la mañana: simplemente ir al médico y aprovechar estar en el centro para hacer un par de trámites más. El día bastante soleado aunque un poco fresco lo enmarcaba amistosamente.
Pero por la tarde la situación fue cambiando y tornando en algo que se prefiguraba como “un mal presentimiento”. Los lunes son mi día de reunión con el grupo de entrenamiento para la sesión de elongación, por momentos algo aburrido para mi gusto, pero necesario. Es así que algunos preferimos precalentar motores con alguna otra actividad física como para que la cosa no quede en estirar músculos quietos de una jornada de estar sentado y encerrado frente a la pantalla. He ido varias veces trotando hasta el Centro Atómico, donde está el gimnasio que nos prestan para esta actividad. Ayer había decidido ir en bicicleta aunque la “gran” idea se me fue empañando cuando por la ventana veía cómo se agitaban las copas de los árboles. El plan se complicó al recibir a las cinco de la tarde un llamado de mi jefe para anunciarme que me llamaría en media hora o una hora. No me cerraban las cuentas, no iba a llegar a las seis y media al km. 9,5 así que me resigné. Al rato recibo un mensaje de mi compañero Damián y en un pronto intercambio quedamos que pasaba “y cuarto” por la avenida Pioneros, así que al menos no me iba a perder la clase, pero sin el precalentamiento tenía gusto a poco. El llamado de Buenos Aires no llegó y me fui, algo preocupado. Apareció Damián y fuimos raudamente hasta el Centro Atómico. Allí esperaba solo Charly (el profe), serio sobre su inconfundible super bicicleta. Entramos y había poca gente. Es raro, porque las clases de “stretching” son “especiales para fiacas”, siempre hay record de asistencia. Entre los ausentes se contaba al Pampa, quien tiene el acceso al gimnasio, sin él no podíamos entrar. Entre los intentos de contactarlo me entra el llamado que tenía que esperar, así que salgo a hablar afuera, el viento estaba más fuerte y fresco. Por suerte atendí, porque el jefe se iba al otro día al Perú sin garantías de comunicación y suele ponerse nervioso si no me ubica. Terminé la conversación pensando que si el Pampa hubiera venido a tiempo hubiera empezado la clase y tal vez no llegaba a atender. Regresé y se decidió hacer un precalentamiento afuera, en la cancha de paleta, sugerí ir más cerca del paredón porque el viento incomodaba.
Solo un par de movimientos, sonó un celular (no es raro) y Carlos se separa del grupo para hablar, todo normal. Pero ese llamado produjo el giro trágico del día.
-¡Charly, Charly! ¿Tenés un kayak, un bote? ¡Claus se dio vuelta en el Moreno y no lo pueden encontrar!
Nos quedamos todos helados y pronto se configuró una partida al Lago. Nos subimos a los autos y salimos. Por un momento, dudé en ir porque mi aporte seguramente no sería mucho (no sé nadar ni remar, ni casi nada útil para estos casos). Sin embargo me pareció que tenía que estar.
El reporte del personal de Prefectura que estaba ahí fue que a las 16:56 una persona que estaba practicando con un kayak cerca de la costa perdió el control y se fue alejando con la corriente entre gritos de auxilio.
Vimos a familiares y amigos que estaban allí, en comprensible conmoción. Creo que aunque uno no sea un rescatista, sentí que al menos estar, poner el cuerpo como diciendo “estamos acá y haremos lo que podamos”, era importante. Mantener viva la esperanza por respeto y por la esperanza misma, que es lo único que hay mientras se está buscando. Porque luego de la aparición del kayak, remo y salvavidas; lo único que faltaba era Claus.
Charly es de la comisión de rescate del CAB así que hizo un par de llamados y salimos al trote por la costa sur, hacia donde probablemente lo haya llevado la corriente. Charly y Damián pronto me sacaron larga ventaja y me gritaron que no avance. Criterio razonable, como para no complicar más las cosas, así que me quedé cerca de la costa, mirando, recorriendo y meditando, esperanzado, pero no mucho.
Al tiempo llegaron dos lanchas más y se dividieron para recorrer el Lago. Charly se subió a una de ellas y Damián regresó, ya cerca de caer la noche. Sin abrigo, linternas ni mayor experiencia era todo lo que podíamos hacer.
Mi relación con Claus es prácticamente circunstancial, compartir algunos encuentros de entrenamiento (de hecho el viernes trotamos con él) e incluso disfrutar su amabilidad de acercarme algunas veces hasta el km. 6, pero no mucho más que eso. Otros compañeros compartían una larga amistad que se leía perfectamente por la angustia de sus rostros. De hecho es una personalidad muy reconocida en la comunidad.
Es curioso porque se trata de alguien experimentado en actividades deportivas y, según dicen, de tomar los recaudos que estas actividades requieren. Pero igual las cosas pueden salir mal, un cambio de viento, un error, el agua fría, un salvavidas fallado o mal abrochado, quién sabe.
Al momento se desconoce el paradero de Claus. A riesgo de pecar de tonto o inocente, sigo esperanzado. Un día atípico, triste ... y trágico.
Un cambio de rutina no es gran cosa, eso fue por la mañana: simplemente ir al médico y aprovechar estar en el centro para hacer un par de trámites más. El día bastante soleado aunque un poco fresco lo enmarcaba amistosamente.
Pero por la tarde la situación fue cambiando y tornando en algo que se prefiguraba como “un mal presentimiento”. Los lunes son mi día de reunión con el grupo de entrenamiento para la sesión de elongación, por momentos algo aburrido para mi gusto, pero necesario. Es así que algunos preferimos precalentar motores con alguna otra actividad física como para que la cosa no quede en estirar músculos quietos de una jornada de estar sentado y encerrado frente a la pantalla. He ido varias veces trotando hasta el Centro Atómico, donde está el gimnasio que nos prestan para esta actividad. Ayer había decidido ir en bicicleta aunque la “gran” idea se me fue empañando cuando por la ventana veía cómo se agitaban las copas de los árboles. El plan se complicó al recibir a las cinco de la tarde un llamado de mi jefe para anunciarme que me llamaría en media hora o una hora. No me cerraban las cuentas, no iba a llegar a las seis y media al km. 9,5 así que me resigné. Al rato recibo un mensaje de mi compañero Damián y en un pronto intercambio quedamos que pasaba “y cuarto” por la avenida Pioneros, así que al menos no me iba a perder la clase, pero sin el precalentamiento tenía gusto a poco. El llamado de Buenos Aires no llegó y me fui, algo preocupado. Apareció Damián y fuimos raudamente hasta el Centro Atómico. Allí esperaba solo Charly (el profe), serio sobre su inconfundible super bicicleta. Entramos y había poca gente. Es raro, porque las clases de “stretching” son “especiales para fiacas”, siempre hay record de asistencia. Entre los ausentes se contaba al Pampa, quien tiene el acceso al gimnasio, sin él no podíamos entrar. Entre los intentos de contactarlo me entra el llamado que tenía que esperar, así que salgo a hablar afuera, el viento estaba más fuerte y fresco. Por suerte atendí, porque el jefe se iba al otro día al Perú sin garantías de comunicación y suele ponerse nervioso si no me ubica. Terminé la conversación pensando que si el Pampa hubiera venido a tiempo hubiera empezado la clase y tal vez no llegaba a atender. Regresé y se decidió hacer un precalentamiento afuera, en la cancha de paleta, sugerí ir más cerca del paredón porque el viento incomodaba.
Solo un par de movimientos, sonó un celular (no es raro) y Carlos se separa del grupo para hablar, todo normal. Pero ese llamado produjo el giro trágico del día.
-¡Charly, Charly! ¿Tenés un kayak, un bote? ¡Claus se dio vuelta en el Moreno y no lo pueden encontrar!
Nos quedamos todos helados y pronto se configuró una partida al Lago. Nos subimos a los autos y salimos. Por un momento, dudé en ir porque mi aporte seguramente no sería mucho (no sé nadar ni remar, ni casi nada útil para estos casos). Sin embargo me pareció que tenía que estar.
El reporte del personal de Prefectura que estaba ahí fue que a las 16:56 una persona que estaba practicando con un kayak cerca de la costa perdió el control y se fue alejando con la corriente entre gritos de auxilio.
Vimos a familiares y amigos que estaban allí, en comprensible conmoción. Creo que aunque uno no sea un rescatista, sentí que al menos estar, poner el cuerpo como diciendo “estamos acá y haremos lo que podamos”, era importante. Mantener viva la esperanza por respeto y por la esperanza misma, que es lo único que hay mientras se está buscando. Porque luego de la aparición del kayak, remo y salvavidas; lo único que faltaba era Claus.
Charly es de la comisión de rescate del CAB así que hizo un par de llamados y salimos al trote por la costa sur, hacia donde probablemente lo haya llevado la corriente. Charly y Damián pronto me sacaron larga ventaja y me gritaron que no avance. Criterio razonable, como para no complicar más las cosas, así que me quedé cerca de la costa, mirando, recorriendo y meditando, esperanzado, pero no mucho.
Al tiempo llegaron dos lanchas más y se dividieron para recorrer el Lago. Charly se subió a una de ellas y Damián regresó, ya cerca de caer la noche. Sin abrigo, linternas ni mayor experiencia era todo lo que podíamos hacer.
Mi relación con Claus es prácticamente circunstancial, compartir algunos encuentros de entrenamiento (de hecho el viernes trotamos con él) e incluso disfrutar su amabilidad de acercarme algunas veces hasta el km. 6, pero no mucho más que eso. Otros compañeros compartían una larga amistad que se leía perfectamente por la angustia de sus rostros. De hecho es una personalidad muy reconocida en la comunidad.
Es curioso porque se trata de alguien experimentado en actividades deportivas y, según dicen, de tomar los recaudos que estas actividades requieren. Pero igual las cosas pueden salir mal, un cambio de viento, un error, el agua fría, un salvavidas fallado o mal abrochado, quién sabe.
Al momento se desconoce el paradero de Claus. A riesgo de pecar de tonto o inocente, sigo esperanzado. Un día atípico, triste ... y trágico.
3 Comentarios:
Leí la noticia en El Cordi, pero no sabía que te había tocado estar allí. Tampoco sabía que Claus salía con el grupo. En fin, estas son los momentos adversos de un lugar como este...
Espero que tenga final feliz, a pesar de que las horas siguen pasando.
A esta altura ya no creo. Solo esperar que aparezca lo antes posible para no estirar más el cierre que deberán hacer amigos y familiares. Respecto a los riesgos, creo que tienen que ver más con la actividad que con el lugar. Por mi parte, cuando salimos a caminar por la montaña uno asume riesgos: de caerse, perderse, quebrarse, matarse, etc. pero es lo que a uno le gusta hacer. Considero que es peor terminar debajo de las ruedas de alguno que salió a manejar borracho (comentario medio canalla, pero es así).
Sí, se ve que Claus es mucho más conocido de lo que yo creía. Todo el mundo lo ubica.
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