sábado, noviembre 06, 2010

Autodestrucción

Tengo una teoría de bolsillo al respecto de la gran capacidad de autodestrucción del Ser Humano (tanto en sentido social como individual). De algún modo hay importantes fuerzas que lo impulsan a hacerse daño.

En el plano puramente clínico están las enfermedades autoinmunes, una de las cuales se fagocitó a mi padre hace ya casi quince años. Con mi madre compartimos una cierta tendencia a la presión alta (que por suerte tengo a raya desde hace bastante tiempo manteniendo el peso, haciendo deportes y mirando por la ventana el paisaje que me quise conseguir sin mayores alteraciones). Ayer fui a hacerme la verificación técnica anual y resulta que tengo en 124 un valor que no debería estar en más de 3. El chabón de blanco me explicó que esos son mis anticuerpos atacando mi glándula tirodes, que por ahora funciona, pero que en algún momento se va a empezar a cansar que le den tantos tortazos. Sin inmutarse me comentó que en aquel momento necesitaré medicación. De onda (tenemos una cordial relación, compartimos cierto placer por el deporte y solemos encontrarnos en algunas carreritas) me contó que la especie humana ha evolucionado defendiéndose contra enfermedades infecto-contagiosas durante miles de años, que entonces eran la principal causa de muerte. Los avances sanitarios y científicos de los últimos dos siglos han mitigado esta amenaza, pero el sistema inmunológico quedó "cebado" y es mucho más sensible. Es así que una pequeña falla en la interpretación de lo que es nuestro y lo que no, puede ocasionar un desastre...

En fin, mientras sea eso nomás, parece que estamos bien, las carótidas están destapadas, superé tranquilo la prueba de esfuerzo, mi hígado puede procesar helado de chocolate (lo cual es muy importante). Recomendaciones: seguir haciendo deportes, dieta sana, poca sal, evitar "estrés innecesario" (sic), "nos vemos el año que viene". Salí del consultorio con la flamante oblea de la verificación técnica aprobada hasta el 11/2011 y me fui a festejar con una vueltita pedestre por un Cerro Otto medio transilvañizado por un día fulero de viento y algún que otro chisporroteo.