A todo chancho le llega su Sudoku

Ayer me regalaron un librito de Sudoku (gracias Montse y Martín!), el juego de ingenio de moda. Bueno, no sé si me regalaron el libro a mí o si yo fui el regalo del Sudoku, en fin. Hace ya unos días que vengo leyendo sobre el fenómeno, pero muy tangencialmente. Recién ayer, cuando me explicó Montse, me enteré bien de qué se trata: Un lápiz, una goma grandota y mucha, pero mucha paciencia.

Debo decir que no soy muy amigo de este tipo de juegos, no precisamente porque no me guste, sino porque no le hace nada bien a mi desorden obsesivo-compulsivo… Los crucigramas, los rompecabezas, el cubo mágico, el Tetris, el Minesweeper, etc. Todos me atraparon en su momento, y, digamos que los resuelvo en tiempos record… de largos. Me distraigo, me embolo, pero no puedo dejarlos, entonces vuelvo. Todos esos números ocultos, maldición, ¡debo saberlos!. Y anoche no fue la excepción. Dije, ¿a ver qué onda este asunto? Empecé por el primero, obvio el más fácil. Cecilia se entusiasmó (a ella le encantan), pero me ayudó con un par de casos y después se durmió (¡número cantado!), me dejó solo con esos cuadraditos misteriosos, tan blancos y tan vacíos… y Dolina en la radio hablando del sánscrito y otras yerbas. Dolina hablaba y yo pensaba: tengo el nueve, el siete, me falta el cinco pero en esta otra fila ya está, pero también puede ser el tres o el dos… ahhh!! Bueno, pude controlarme y finalmente, todo se aclaró …


...una hora después! Pensar que hay cráneos que idearon código de pocos bytes para resolverlo, ya van por los 133 bytes, como se puede ver en este sitio, al cual llegué luego que Fabio lo publicara en el suyo el sábado pasado, hasta entonces el más corto había sido de 178 bytes. Pensar que a mí me llevó una hora el más fácil… snig. Tengo sueño.