24-M: Transmisión en duplex
En conmemoración del 24 de marzo, hemos coordinado una transmisión en duplex con Revolución en Maldivas. Primero publicamos un bello texto del amigo Malvar y a continuación el mío, a leer:
De mi época de maestro rural rescato estas palabras, guardadas en un cuaderno que soñaba ser la versión manuscrita de un libro con sencillas vivencias. Ambicioso tal vez, y lleno de los errores ingenuos que cualquier escritor seguramente advertirá, no puedo evitar sentir (me dicen que mezclar verbos así no es bueno) un especial afecto por la siguiente anécdota, escrita con pretensiones olvidadas, recuerdo humilde de un tiempo que la memoria conserva en silencio.
Cuando anochece la estepa y el cielo se confunden, y se ven más estrellas que en cualquier ciudad. Sólo se oye un ronquido viejo que delata el funcionamiento del grupo electrógeno, prendido un par de horas, para que la escuela ilumine la cena de los alumnos y de los maestros. Luego, una vez apagado el equipo, dormir es extraño, pues allí el silencio es de verdad, y en los oídos zumban los fantasmas del trajín urbano, tan lejos ahora, desplegando su concierto de bocinas y frenadas, tacones de mujeres rumbeando a los boliches y ladridos de perros, pero eso allá, en Bariloche. Aquí, el silencio, a los animales de ciudad, nos descubre, y dormimos raramente tranquilos… Hasta que nos acostumbramos a ese silencio, cuya forma más acabada es el ruido del viento, inagotable, y dormimos bien, a veces acuciados por alguna soledad, por algún deseo, la necesidad de conversar con otra gente, fuera de los alumnos y los compañeros de trabajo.
Esta noche descansar es difícil. Todavía embebido de ciudad, pues el fin de semana estuve en Bariloche, se me hace complicado contar ovejas. Danzan las luces de un boliche cuando cierro los ojos, y envueltas en esas luces, figuras humanas mueven sus cuerpos de acuerdo a la música electrónica que retumba, sorda ya, en los oídos, y afuera el viento, lamiendo la estepa con sus lenguas heladas…
Trato entonces de pensar la clase que se viene. Con los chicos tenemos que trabajar el 24 de marzo, y no sé muy bien cómo encarar el tema. Por supuesto serán los Derechos Humanos quienes protagonicen buena parte de la charla, los derechos y las responsabilidades, y desde luego no puedo olvidar la Historia en sí, el Golpe de Estado y lo que eso significa en la vida institucional de una República, el significado de un Estado de Derecho, la importancia de las Garantías Constitucionales…Los Desaparecidos. ¿Cómo hablar de los Desaparecidos? ¿Cómo explicar qué es un Desaparecido? ¿Por qué lo Desaparecieron? ¿Para qué? ¿A quién se le ocurre Desaparecer a una persona? ¿Cómo hablar de la tortura? ¿Cómo explicar el feroz Terrorismo de Estado? ¿Cómo explicar que cualquier otro terrorismo, condenable por supuesto, es menos violento y efectivo para lastimar a una sociedad que el Terrorismo de Estado? ¿Cómo no ideologizar el tema? ¡Lindo desafío!
En la ciudad, uno da clases acerca de la Historia reciente y, mal que mal, cuenta con la complicidad de la televisión, de los noticieros, de las radios, pero acá, salvo Radio Nacional, y no en cualquier casa, y la televisión satelital, que se puede disfrutar cuando se prende un rato el grupo electrógeno, no hay complicidades. Las conversaciones familiares no se forman alrededor del discurso mediático. Acá la gente tiene otras urgencias y prolonga sus horas de silencio, y las distancias entre uno y otro…Bueno… ¿Cómo hablar de la Identidad?
La Identidad…Los hijos robados…Los nacidos en cautiverio…Los que tienen padres extraños a los que aman o no, y andan por la vida con un nombre cambiado, víctimas de un arrebato, pasajeros involuntarios de una mentira. Identidad, pienso, y revuelto en sábanas que quedaron solas el fin de semana, entre imágenes de boliches y el recuerdo de la flaca, que si se anima el viernes que viene me visita, me acuerdo de una clase pasada…
Les mostré a los chicos fotografías y retratos de antiguos pobladores, vestidos con atuendos acordes a su cultura. Imágenes de hombres y mujeres retratados en Blanco y Negro, con rasgos que pueden verse en gentes que caminan por Bariloche, por toda la Patagonia. Lonkos y Machis, niños y ancianos, repetidos en el arte de fotógrafos documentalistas o dibujantes capaces de lograr vívidos detalles... ¿Por qué puedo pensar palabras que no soy capaz de escribir? Cuando deje de ser maestro rural voy a escribir un libro, más vale que para entonces pueda meter en un papel todas las palabras que me dan vueltas en la cabeza… Y que la flaca me traiga, si el viernes viene, una botella de vodka. Sí, que no se haga la tonta y que me dé el gusto, después de todo ella fuma.
Recuerdo a los chicos en esa clase, veían atentos las imágenes, concentrados en rasgos mínimos, callados. No estaban ansiosos por escuchar la campana del recreo, excusa para ir a jugar un rato a la pelota o acercarse a la cocina para ver qué almuerzo se les preparaba. Luego de mirar tantas caras mudas impregnadas en láminas de papel, gestos duros, pieles morenas, paisajes esteparios y no tanto, nombres que merodean en algún lugar de sus memorias, por fin oyeron desde el patio el tañer metálico que llamaba a descanso…
Algunos, de inmediato y con disimulo, fueron al baño, y allí se quedaron. Con una maestra, sabiendo lo que veríamos, nos acercamos a chequear si estaba todo bien… Ahora creo encontrar cómo armar la clase de mañana. Tendré que ser cuidadoso, buscaré la forma de no mezclar torpemente tiempos históricos…Tengo toda la madrugada para pensarlo…En qué andará la flaca ahora… ¿Estará realmente sola?... El tipo que saludó el sábado en la Mitre… ¡Bah!
Los mismos alumnos, inocentemente, me dan motivos para trabajar muchos temas, temas que van más allá de la Dictadura Cívico-Militar, y que persisten en colores, ya no en Blanco y Negro. Pues a través de la puerta entreabierta, con mi colega pudimos notar que los chicos entraron al baño en busca del espejo, donde contemplarse con asombro, tocándose, explorándose, como el ciego que con sus dedos reconoce la belleza de un rostro extraño.
Hace tres años había fijado una posición básica en una nota anterior respecto a lo que entiendo se conmemora en una fecha como hoy. Aprovecho el compromiso asumido con la gente de Maldivas de hacer una publicación en duplex para hilar una reflexión que me surge ahora.
Hay un anclaje simbólico a esta fecha que evidentemente nos ha marcado como sociedad. 31 años después podemos decir que no estamos tomando un mal camino (Juicio a las Juntas, Juicios por la Verdad, Escraches, Marchas, Restitución de hijos de desaparecidos a sus familiares, Anulación de Punto Final y Obediencia Debida, Primeras sentencias a criminales beneficiados con aquellas leyes, Avances en causas importantes, Colaboración con Justicia de otros países, Investigación de crímenes de la Triple A, etc). Un largo trabajo de hormiga de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y otras organizaciones (llamadas de DDHH) que arriesgaron sus vidas en aquel momento, han conseguido horadar la dura negación por el crimen del estado contra sus propios ciudadanos. Y el logro no es poco. Habida cuenta de lo que se puede ver en la perspectiva de la región, Argentina es, indudablemente, el país latinoamericano que más ha avanzado en estas cuestiones. No es algo que deba usufructuar este gobierno, aunque lo hace y aunque también es sensato reconocer que en este ítem, ha estimulado el accionar de la justicia y el ejercicio de la memoria, no estoy seguro si de la mejor manera.
Creo que estamos ante una oportunidad histórica de reconstituir en parte nuestra lacerada identidad nacional. Desde su creación, nuestra nación ha quedado librada al arbitrio de mercenarios y de próceres de plástico. Se ha dañado casi irreparablemente nuestro sentimiento de pertenencia a un país. Esta posibilidad de la que hablo consiste en reafirmarla sobre nuevas bases.
No parecemos estar todavía listos para evaluar las acciones de miles de militantes que han sido diezmados durante esos años de plomo, si fueron héroes o villanos o inocentes equivocados mal influenciados por la intelligentzia subversiva. Hay sí, un cierto nivel de debate en círculos académicos, pero no a nivel popular. Ya llegará.
Creo que estamos listos para tirar a la basura la maldita Teoría de los dos demonios y aceptar que, finalmente, lo que hubo fue una masacre de toda una generación. Un estado militar al servicio de los sectores económicos más rancios arremetió contra sus propios ciudadanos (opositores al régimen, sí, pero argentinos con sueños de un mundo más equitativo), con la excusa del orden y progreso, y los torturó, y los borró del mapa (o al menos lo intentó). Y sentimos esa culpa, ¿cómo pudo haber pasado? ¿Cómo pudo haber llegado tan lejos? Porque ahora tenemos 30000 ciudadanos argentinos desaparecidos que pueden ser 30000 almas, 30000 cruces, 30000 cristos que andan por ahí. Al menos estamos limpios de sentimientos de venganza, pero no estamos limpios de esa culpa, no nos hemos liberado de esas 30000 cruces que pesan sobre nuestras espaldas.
Esta masacre nos ha metido el miedo hasta los tuétanos, y la presencia de las 30000 cruces son una referencia a ello, un brutal recordatorio de lo que sufrieron quienes decidieron salir a la plaza pública a interpelar al régimen y fue tal la convicción con la que empujaron, que hasta se dice que lo hicieron trastabillar. Era tal la fuerza que no hubo posibilidad de respuesta del otro lado, como no fuera por las armas, y a costo de sangre y fuego, a costo de liberar los más temidos conjuros contra quienes osaron cuestionar la legitimidad de ese orden.
La concreción de los juicios, la aplicación del Derecho positivo, puede ser una forma de redención, de sentir que ponemos las cosas en su lugar, que no quede la impunidad como estigma. Porque creo que la gran mayoría está de acuerdo con esto, se acabaron las miradas cómplices. Claro que hay resistencias, claro que hay resabios de esos años oscuros, claro que salta la pus, claro que arde cuando limpiás una herida. Pero parece que ya no nos amedrentan, quedan reducidos al grotesco, en el mejor de los casos hay vagos intentos de atemperar el avance de la justicia (¿!?). Pero el Derecho es así, es lo más objetivo posible que nuestra mente moderna puede aceptar para juzgar un crimen. La aplicación del mismo es una forma de sacarnos el peso de esas cruces de encima y nos abre dos caminos, hacia delante el futuro nos esperaría con un tema crítico de nuestra historia que supimos resolver en forma justa. Hacia atrás se abre el camino de la memoria, de poder decir las cosas por su nombre “se cometieron crímenes de lesa humanidad” y a partir de allí discutir, consensuar, y por qué no, juzgar, con la legitimidad de una sociedad que aprendió a impartir justicia, si aquellos 30000 (ó cuáles de ellos) fueron héroes, villanos o inocentes equivocados; y/o seres humanos con aciertos (truncos) y errores (fatales), de quienes probablemente podríamos aprender mucho.
El espejo que sorprende
De mi época de maestro rural rescato estas palabras, guardadas en un cuaderno que soñaba ser la versión manuscrita de un libro con sencillas vivencias. Ambicioso tal vez, y lleno de los errores ingenuos que cualquier escritor seguramente advertirá, no puedo evitar sentir (me dicen que mezclar verbos así no es bueno) un especial afecto por la siguiente anécdota, escrita con pretensiones olvidadas, recuerdo humilde de un tiempo que la memoria conserva en silencio.
San Carlos de Bariloche, 24 de agosto de 2011
.Cuando anochece la estepa y el cielo se confunden, y se ven más estrellas que en cualquier ciudad. Sólo se oye un ronquido viejo que delata el funcionamiento del grupo electrógeno, prendido un par de horas, para que la escuela ilumine la cena de los alumnos y de los maestros. Luego, una vez apagado el equipo, dormir es extraño, pues allí el silencio es de verdad, y en los oídos zumban los fantasmas del trajín urbano, tan lejos ahora, desplegando su concierto de bocinas y frenadas, tacones de mujeres rumbeando a los boliches y ladridos de perros, pero eso allá, en Bariloche. Aquí, el silencio, a los animales de ciudad, nos descubre, y dormimos raramente tranquilos… Hasta que nos acostumbramos a ese silencio, cuya forma más acabada es el ruido del viento, inagotable, y dormimos bien, a veces acuciados por alguna soledad, por algún deseo, la necesidad de conversar con otra gente, fuera de los alumnos y los compañeros de trabajo.
Esta noche descansar es difícil. Todavía embebido de ciudad, pues el fin de semana estuve en Bariloche, se me hace complicado contar ovejas. Danzan las luces de un boliche cuando cierro los ojos, y envueltas en esas luces, figuras humanas mueven sus cuerpos de acuerdo a la música electrónica que retumba, sorda ya, en los oídos, y afuera el viento, lamiendo la estepa con sus lenguas heladas…
Trato entonces de pensar la clase que se viene. Con los chicos tenemos que trabajar el 24 de marzo, y no sé muy bien cómo encarar el tema. Por supuesto serán los Derechos Humanos quienes protagonicen buena parte de la charla, los derechos y las responsabilidades, y desde luego no puedo olvidar la Historia en sí, el Golpe de Estado y lo que eso significa en la vida institucional de una República, el significado de un Estado de Derecho, la importancia de las Garantías Constitucionales…Los Desaparecidos. ¿Cómo hablar de los Desaparecidos? ¿Cómo explicar qué es un Desaparecido? ¿Por qué lo Desaparecieron? ¿Para qué? ¿A quién se le ocurre Desaparecer a una persona? ¿Cómo hablar de la tortura? ¿Cómo explicar el feroz Terrorismo de Estado? ¿Cómo explicar que cualquier otro terrorismo, condenable por supuesto, es menos violento y efectivo para lastimar a una sociedad que el Terrorismo de Estado? ¿Cómo no ideologizar el tema? ¡Lindo desafío!
En la ciudad, uno da clases acerca de la Historia reciente y, mal que mal, cuenta con la complicidad de la televisión, de los noticieros, de las radios, pero acá, salvo Radio Nacional, y no en cualquier casa, y la televisión satelital, que se puede disfrutar cuando se prende un rato el grupo electrógeno, no hay complicidades. Las conversaciones familiares no se forman alrededor del discurso mediático. Acá la gente tiene otras urgencias y prolonga sus horas de silencio, y las distancias entre uno y otro…Bueno… ¿Cómo hablar de la Identidad?
La Identidad…Los hijos robados…Los nacidos en cautiverio…Los que tienen padres extraños a los que aman o no, y andan por la vida con un nombre cambiado, víctimas de un arrebato, pasajeros involuntarios de una mentira. Identidad, pienso, y revuelto en sábanas que quedaron solas el fin de semana, entre imágenes de boliches y el recuerdo de la flaca, que si se anima el viernes que viene me visita, me acuerdo de una clase pasada…
Les mostré a los chicos fotografías y retratos de antiguos pobladores, vestidos con atuendos acordes a su cultura. Imágenes de hombres y mujeres retratados en Blanco y Negro, con rasgos que pueden verse en gentes que caminan por Bariloche, por toda la Patagonia. Lonkos y Machis, niños y ancianos, repetidos en el arte de fotógrafos documentalistas o dibujantes capaces de lograr vívidos detalles... ¿Por qué puedo pensar palabras que no soy capaz de escribir? Cuando deje de ser maestro rural voy a escribir un libro, más vale que para entonces pueda meter en un papel todas las palabras que me dan vueltas en la cabeza… Y que la flaca me traiga, si el viernes viene, una botella de vodka. Sí, que no se haga la tonta y que me dé el gusto, después de todo ella fuma.
Recuerdo a los chicos en esa clase, veían atentos las imágenes, concentrados en rasgos mínimos, callados. No estaban ansiosos por escuchar la campana del recreo, excusa para ir a jugar un rato a la pelota o acercarse a la cocina para ver qué almuerzo se les preparaba. Luego de mirar tantas caras mudas impregnadas en láminas de papel, gestos duros, pieles morenas, paisajes esteparios y no tanto, nombres que merodean en algún lugar de sus memorias, por fin oyeron desde el patio el tañer metálico que llamaba a descanso…
Algunos, de inmediato y con disimulo, fueron al baño, y allí se quedaron. Con una maestra, sabiendo lo que veríamos, nos acercamos a chequear si estaba todo bien… Ahora creo encontrar cómo armar la clase de mañana. Tendré que ser cuidadoso, buscaré la forma de no mezclar torpemente tiempos históricos…Tengo toda la madrugada para pensarlo…En qué andará la flaca ahora… ¿Estará realmente sola?... El tipo que saludó el sábado en la Mitre… ¡Bah!
Los mismos alumnos, inocentemente, me dan motivos para trabajar muchos temas, temas que van más allá de la Dictadura Cívico-Militar, y que persisten en colores, ya no en Blanco y Negro. Pues a través de la puerta entreabierta, con mi colega pudimos notar que los chicos entraron al baño en busca del espejo, donde contemplarse con asombro, tocándose, explorándose, como el ciego que con sus dedos reconoce la belleza de un rostro extraño.
Juan Pablo Melizza
Los 30000, Justicia e Identidad
Hace tres años había fijado una posición básica en una nota anterior respecto a lo que entiendo se conmemora en una fecha como hoy. Aprovecho el compromiso asumido con la gente de Maldivas de hacer una publicación en duplex para hilar una reflexión que me surge ahora.
Hay un anclaje simbólico a esta fecha que evidentemente nos ha marcado como sociedad. 31 años después podemos decir que no estamos tomando un mal camino (Juicio a las Juntas, Juicios por la Verdad, Escraches, Marchas, Restitución de hijos de desaparecidos a sus familiares, Anulación de Punto Final y Obediencia Debida, Primeras sentencias a criminales beneficiados con aquellas leyes, Avances en causas importantes, Colaboración con Justicia de otros países, Investigación de crímenes de la Triple A, etc). Un largo trabajo de hormiga de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y otras organizaciones (llamadas de DDHH) que arriesgaron sus vidas en aquel momento, han conseguido horadar la dura negación por el crimen del estado contra sus propios ciudadanos. Y el logro no es poco. Habida cuenta de lo que se puede ver en la perspectiva de la región, Argentina es, indudablemente, el país latinoamericano que más ha avanzado en estas cuestiones. No es algo que deba usufructuar este gobierno, aunque lo hace y aunque también es sensato reconocer que en este ítem, ha estimulado el accionar de la justicia y el ejercicio de la memoria, no estoy seguro si de la mejor manera.
Creo que estamos ante una oportunidad histórica de reconstituir en parte nuestra lacerada identidad nacional. Desde su creación, nuestra nación ha quedado librada al arbitrio de mercenarios y de próceres de plástico. Se ha dañado casi irreparablemente nuestro sentimiento de pertenencia a un país. Esta posibilidad de la que hablo consiste en reafirmarla sobre nuevas bases.
No parecemos estar todavía listos para evaluar las acciones de miles de militantes que han sido diezmados durante esos años de plomo, si fueron héroes o villanos o inocentes equivocados mal influenciados por la intelligentzia subversiva. Hay sí, un cierto nivel de debate en círculos académicos, pero no a nivel popular. Ya llegará.
Creo que estamos listos para tirar a la basura la maldita Teoría de los dos demonios y aceptar que, finalmente, lo que hubo fue una masacre de toda una generación. Un estado militar al servicio de los sectores económicos más rancios arremetió contra sus propios ciudadanos (opositores al régimen, sí, pero argentinos con sueños de un mundo más equitativo), con la excusa del orden y progreso, y los torturó, y los borró del mapa (o al menos lo intentó). Y sentimos esa culpa, ¿cómo pudo haber pasado? ¿Cómo pudo haber llegado tan lejos? Porque ahora tenemos 30000 ciudadanos argentinos desaparecidos que pueden ser 30000 almas, 30000 cruces, 30000 cristos que andan por ahí. Al menos estamos limpios de sentimientos de venganza, pero no estamos limpios de esa culpa, no nos hemos liberado de esas 30000 cruces que pesan sobre nuestras espaldas.
Hay que tener en presente que la imagen del crucificado fue primero la aterrorizadora amenaza de la dominación romana en cada sujeto vivo. A esa imagen se le agrega ahora, en nosotros, la del desaparecido, encapuchado, torturado y asesinado por nuestros militares, héroes convocados otra vez por la figura de la madre Virgen, santa generala de las fuerzas armadas, apoyados por la Iglesia que, coherentemente, santificó la tortura nueva sobre el fondo de la tortura antigua. (Rozitchner, León; La cosa y la cruz; Losada; Buenos Aires, 2001, p. 22. Citado por José P. Feinmann en “La filosofía y el barro de la historia”)
Esta masacre nos ha metido el miedo hasta los tuétanos, y la presencia de las 30000 cruces son una referencia a ello, un brutal recordatorio de lo que sufrieron quienes decidieron salir a la plaza pública a interpelar al régimen y fue tal la convicción con la que empujaron, que hasta se dice que lo hicieron trastabillar. Era tal la fuerza que no hubo posibilidad de respuesta del otro lado, como no fuera por las armas, y a costo de sangre y fuego, a costo de liberar los más temidos conjuros contra quienes osaron cuestionar la legitimidad de ese orden.
La concreción de los juicios, la aplicación del Derecho positivo, puede ser una forma de redención, de sentir que ponemos las cosas en su lugar, que no quede la impunidad como estigma. Porque creo que la gran mayoría está de acuerdo con esto, se acabaron las miradas cómplices. Claro que hay resistencias, claro que hay resabios de esos años oscuros, claro que salta la pus, claro que arde cuando limpiás una herida. Pero parece que ya no nos amedrentan, quedan reducidos al grotesco, en el mejor de los casos hay vagos intentos de atemperar el avance de la justicia (¿!?). Pero el Derecho es así, es lo más objetivo posible que nuestra mente moderna puede aceptar para juzgar un crimen. La aplicación del mismo es una forma de sacarnos el peso de esas cruces de encima y nos abre dos caminos, hacia delante el futuro nos esperaría con un tema crítico de nuestra historia que supimos resolver en forma justa. Hacia atrás se abre el camino de la memoria, de poder decir las cosas por su nombre “se cometieron crímenes de lesa humanidad” y a partir de allí discutir, consensuar, y por qué no, juzgar, con la legitimidad de una sociedad que aprendió a impartir justicia, si aquellos 30000 (ó cuáles de ellos) fueron héroes, villanos o inocentes equivocados; y/o seres humanos con aciertos (truncos) y errores (fatales), de quienes probablemente podríamos aprender mucho.
MaxD
2 Comentarios:
MaxD y Juan Pablo: Me tomé mi tiempo, andaba con quilombos y no quería hacerlo a las apuradas, para leer el post duplex sobre el 24/03, los dos me parecieron impecables...
Rescato con mucha esperanza la idea de que las generaciones futuras estén abiertas a esta parte de nuestra historia y aprendan de lo sucedido, ya sin velos, y verdaderamente se tome conciencia de la grevedad y de lo que representa cada 24 de Marzo...
Gastón,
Gracias por tu reflexión y, sobre todo, por tomarte el tiempo de leer ambas notas. Se complica por su extensión, tanto Juan Pablo como yo tendemos a hacer notas extensas y a veces me da pena que no puedan leerse por esto, así que doble agradecimiento.
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