Repartija de recuerdos
En verdad había llegado el martes a la mañana, pero entre los apuros laborales y otras yerbas, recién ahora desarmo el bolso y reparto los recuerditos, serán dos dedicados para los que estuvieron ahí:
Para Gastón, estas dos imágenes dos de Buenos Aires, cruzando la Avenida de Mayo mirando hacia la Casa Rosada y un poco más allá, en el fondo de la calle Perú: el voluptuoso monumento a Roca que se quiere cargar Osvaldo Bayer. Es curioso porque cuando vivía en Buenos Aires rara vez iba por estas calles, y como ahora que estoy dale que dale con trámites, cada vez que voy tengo que pasar, como cualquier turista.
Contento por la finalización de la Reforma 2006/2007, estuve acomodando y revolviendo algunas cosas, en búsqueda de reducir volumen para mejor comodidad de los cuñados. Como ocurre habitualmente, uno se reencuentra con cosas que ni sabía que tenía. Para Ana traje esta cita de Bertrand Russell:
Escrita por mi puño y letra en el reverso de una notita que me había dado una amiga pidiéndome cariñosamente que “levante el ánimo”, fechada el 17 de septiembre de 1996, prácticamente un mes antes que falleciera papá. Escrita en media hoja arrancada a un cuaderno de facultad, ya amarillenta. Reminiscencias de un momento difícil, que por suerte contaba con buena compañía para soportar y después del cual ya no fui el mismo.
El sábado fuimos, con la siempre grata compañía de Ricardo y Sol, al teatro (hambre de cultura, que le dicen). Por una cuestión de disponibilidad y horarios, caímos en el Maipo para ver a Enrique Pinti. Lo había ido a ver hace casi (glup!) veinte años con la famosa “Salsa Criolla”. Si bien me sacó carcajadas en varios segmentos de la obra (queda claro que sabe hacer esto), no me sorprendió mucho y por momentos desprendía un discurso semi-tilingo (a medida del promedio clase media argentina) que me chocó un poco.
Aunque no me pidieron, les traje a Edwin y Juan Pablo algo que capté como una “picardía” de Pinti en esta obra:
Para quienes quieran, traje un puñado de buenas ondas porteñas, a contrapelo de la mala fama:
Para Gastón, estas dos imágenes dos de Buenos Aires, cruzando la Avenida de Mayo mirando hacia la Casa Rosada y un poco más allá, en el fondo de la calle Perú: el voluptuoso monumento a Roca que se quiere cargar Osvaldo Bayer. Es curioso porque cuando vivía en Buenos Aires rara vez iba por estas calles, y como ahora que estoy dale que dale con trámites, cada vez que voy tengo que pasar, como cualquier turista.
Contento por la finalización de la Reforma 2006/2007, estuve acomodando y revolviendo algunas cosas, en búsqueda de reducir volumen para mejor comodidad de los cuñados. Como ocurre habitualmente, uno se reencuentra con cosas que ni sabía que tenía. Para Ana traje esta cita de Bertrand Russell:
Temer al amor es temer a la vida y los que temen a la vida ya están medio muertos.
Escrita por mi puño y letra en el reverso de una notita que me había dado una amiga pidiéndome cariñosamente que “levante el ánimo”, fechada el 17 de septiembre de 1996, prácticamente un mes antes que falleciera papá. Escrita en media hoja arrancada a un cuaderno de facultad, ya amarillenta. Reminiscencias de un momento difícil, que por suerte contaba con buena compañía para soportar y después del cual ya no fui el mismo.
El sábado fuimos, con la siempre grata compañía de Ricardo y Sol, al teatro (hambre de cultura, que le dicen). Por una cuestión de disponibilidad y horarios, caímos en el Maipo para ver a Enrique Pinti. Lo había ido a ver hace casi (glup!) veinte años con la famosa “Salsa Criolla”. Si bien me sacó carcajadas en varios segmentos de la obra (queda claro que sabe hacer esto), no me sorprendió mucho y por momentos desprendía un discurso semi-tilingo (a medida del promedio clase media argentina) que me chocó un poco.
Aunque no me pidieron, les traje a Edwin y Juan Pablo algo que capté como una “picardía” de Pinti en esta obra:
En un momento, entre puteada y puteada indiscriminada a los políticos, dice algo así como “¿Y se olvidaron de la seguridad?” y hace una pausa para que el tilingaje sacuda un aplauso cerrado, mientras yo trataba de reponerme del mareo que me produjo. Pasado el aplauso, continuó: “Sí, se olvidaron hace más de diez años cuando dejaron a toda la gente sin laburo y la mandaron a las villas a cagarse de hambre” [más aplausos, aunque más tímidos] “¿Qué esperaban? Que les digan: ‘Disculpe, señor, ¿sería tan amable de darme ese reloj de oro que tiene ahí en la muñeca?” [aplausos reflejos sin entender mucho].
Para quienes quieran, traje un puñado de buenas ondas porteñas, a contrapelo de la mala fama:
1) El lunes temprano tenía que comprar una cerradura urgente para cambiar la de casa y entro a una ferretería preguntando por una cerrajería, me dicen por allá (con pocas esperanzas de que esté abierta), salgo al mismo tiempo que un tipo y me pregunta qué necesitaba, le digo “una cerradura”, “pero acá mismo venden, vení”, y me acompaña de nuevo para adentro de la ferretería: “este muchacho necesita una cerradura”. Y me fui con mi cerradura, que de otra manera no hubiera sido posible porque me tenía que ir urgente al centro.
2) Fui al banco (que no tiene sucursal en BRC) a ver un tema con mi tarjeta de débito. Como yo vivía en el interior, el de recepción me dio su teléfono directo por si tenía algún problema, así zafaba de llamar al call center.
3) Fui a una repartición pública a obtener una copia certificada de un documento. Normalmente se pide por nota a mesa de entradas y hay que esperar al menos 72 hs (yo me iba esa misma tarde) y cuesta $5 por hoja. Hicieron la excepción y me lo certificaron en el acto, y gratis… bah, a cambio de intercambiar algunas palabras con una empleada que resultó ser de Mendoza.
4) Camino a Retiro para tomarme el micro de vuelta, se rompe el subte, todos abajo (yo con el bolso de viaje) y a subir al de atrás como podamos. Subimos, pero se llena mal en Plaza de Miserere. Unas cuantas estaciones más pregunto: “La próxima es para hacer combinación con el C, ¿no?”; tres personas me responden que sí, y ante mi gesto de “cómo hago para bajar con todo esto” me dicen “no te preocupes que baja todo el mundo”; incluso un muchacho de adelante me “sopla” que esperamos a que bajen y salimos todos. Un lujo.
9 Comentarios:
Buenos Aires es una loca que camina descalza y hambrienta, mientras mira sus pies cubiertos de zapatos imaginarios y mastica un choripán de aire.
Y pareciera que, de alguna manera, esta querida y maldita Bariloche toma los apuntes necesarios para dar un buen examen final.
juan pablo
Allá vamos, Juan Pablo. En los pocos días que estuve vi tormentas destructivas, 70000 hogares sin energía eléctrica, edificios que se derrumban, un subte que se queda sin frenos (el mío cuando iba de regreso a tomarme el micro a Retiro, je), celulares que andan como el culo, etc. Pero también vi este puñado de buenas voluntades que comprenden, no son individualistas sino considerados, tratan de ayudar, no despersonalizan, etc. Y estaba dispuesto a no encontrarme con nada de esto.
Gracias por las fotos, que linda es mi ciudad... Uno al centro no le da bola porque no va a pasear, siempre por trámites y a las corridas, pero es lindo...
Que bueno que el universo conspiró para que todo te salga redondo y que valores que fue así...
Tomo prestado lo de Pinti para armar algo en el maldivas.
juan pablo
Buenos Aires tiene eso de amor-odio, no termino de despegarme... pero no quisiera tener que volver.
Gracias por la cita, Juan Pablo.
Ey, Maxd
Definitivamente creo que, si uno mira a los ojos al otro, sereno mantiene la mirada y requeteconvencido de lo que quiere pide, consigue. Siempre consigue. Lo que sea. Al menos a mi me funciona. Con vos. A las pruebas me remito. Y, encima y de nuevo, la ligan otros.
Te agradezco tu regalo. Mucho.
Un abrazo.
De nadas... incluso voy más allá, hay veces que hay que tener cuidado con lo que se pide, porque se puede cumplir... suena cursi pero me ha pasado más de una vez.
Estimasdo Maxd. Lamento decirte, y esto en boca de la vieja y sabia Ané, que siempre se cumple lo que uno pide. No en los tiempos que uno quiere, pero definitivamente se cumple.
Te diría que las energías de tener cuidado las utilices en pensar qué cosa es lo que querés pedir, para esperarlo. Y hacerte cargo.
Te abrazo. (Seguro pediste mi abrazo, pues aqui lo tenés)
El problema es saber lo que uno quiere querer...
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