A llorar a la iglesia: se vino la derecha
Análisis de por qué ganó Macri en la ciudad de Buenos Aires se han hecho varios y algunos realmente buenos. Pero se me ocurrió pensar ¿Qué hacemos con esto?. Esto es, claro está, que Macri haya podido ganar en forma contundente en Buenos Aires. Por ahí se ha dicho con cierto buen tino que no significaría per sé que el peronismo haya mordido el polvo, sino que es la regurgitación de un nuevo producto del peronismo. Y algo de acertado tiene si se piensa que Macri es un producto del menemismo, en rigor también lo es Kirchner. Pero como los términos se cancelan a un lado y el otro de la expresión: si peronismo es todo, entonces peronismo es nada (siguiendo a José Pablo Feinmann). Es decir, que la narrativa política argentina es peronista desde hace décadas, así que hablar de política peronista y política argentina es prácticamente lo mismo. Hay interesantes debates sobre si realmente sigue vigente el clivaje peronismo-antiperonismo en la sociedad argentina o si se está virando, por ejemplo, hacia uno izquierda-derecha (ya quisiéramos los intelectualoides), por mi parte me inclino a pensar que el clivaje peronismo-antiperonismo sigue vivito y coleando con las obvias transformaciones del paso del tiempo. Esta elección es una prueba más de ello, dado que Macri habría logrado capturar el imaginario antiperonista anclado en el miedo a los excesos de poder, al autoritarismo y a los morochos que ponen las patas en la fuente. Aunque esto fuera lo natural, realmente lo novedoso, creo que pasó por lograr colocarse como opción para quienes en otros momentos no lo hubieran votado ni en pedo. Como dicen, Michetti le habría provisto de un halo de “humanismo” (en el peor sentido de la palabra) a este empresario hijo de la patria contratista. Pero esta melange PRO de antiperonismo y PROgresismo de derecha-republicano-limpito junto con el desgaste del ladriprogresismo (como le dice Artemio a lo que quedó de la Alianza en la ciudad) dentro del imaginario del medio pelo porteño (que cuando está cómodo se vuelve tilingo) se habría convertido en la clave del éxito.
¿Con qué se come esto?
En Barcelona publicaron una segunda tapa que reza: “Exilio: Decenas de porteños progresistas inician una diáspora hacia Rosario y Morón”. Brillante descripción de lo que puede pasar por la cabeza de un progre. Quienes nos consideramos algo así podemos pasar a la bronca e incomprensión contra el medio pelo porteño que permitió (oh! Traición!) el desembarco de la derecha menemista en la ilustre ciudad de Buenos Aires. La misma que en su momento resistió con hidalguía los embates de los “Trece Ranchos”. Digamos que por ahí también funciona el imaginario del progre intelecualoide, dentro de la dicotomía “Civilización ó Barbarie”, que siempre está presente. Incluso luego de la inmolación y devastación de la izquierda peronista en los 70, que también logró anclar ciertos símbolos en el imaginario progre. En un segundo movimiento nos podemos autoaislar en nuestra seguridad de la razón (el otro día Eduardo Aliverti se reía al recordar con Rep un personaje que este último dibujaba: un “trosko”, creo que era “Gaspar”, que se subía a un árbol a escuchar “Sin Anestesia”, programa emblema de otros tiempos del periodista). Pero aquí estamos, ésta es la realidad, el país que nos toca vivir y hay que aceptarlo, hay que convivir con esto. Así como los oligarcas tienen que aceptar vivir en un país peronista, los progres tenemos que lidiar con la situación de vivir en un país peronista con una clase media que tira para la derecha con demasiada facilidad. Pero a no angustiarse ni a hacer las valijas porque así parece funcionar la cosa cuando ves otras democracias más “consolidadas”. Allí aparece un movimiento pendular entre un centroizquierda y un centroderecha (ver casos Francia, España, EEUU, etc) según los humores y los miedos del electorado. Hay que aprender a convivir con esto, hacernos cargo como debería hacerse cargo el electorado que votó por una salida a derecha. Probablemente sea una deficiencia en la forma de transmitir un relato más progresista o tal vez sea imposible instalarlo en forma permanente. El giro político que significó la crisis de 2001 fue una oportunidad. Por ahí se dijo acertadamente que los piqueteros salieron a hacer quilombo para la clase media, pero cuando ésta logró reestabilizarse en términos económicos volvió a su poltrona (bien a la derecha del sillón) dejando a los piqueteros servidos en bandeja para que se los cargue la policía de Duhalde. Los progres militantes se refugiaron en la asambleas que terminaron diluyéndose. Por un tiempo participé en una de ellas y cuando se cortaba la calle la gente (incluidos los tacheros) saludaba con bocinazos el agite, ahora piden la policía para que los saque.
El escenario político no es lo mismo antes que después del 2001, una treintena de muertos y unos cuantos heridos por la represión lo considerarían un insulto. Pero la coyuntura mejoró y se instaló un gobierno que fundó la corriente kirchnerista, algo así como un peronismo que pretendió (simbólicamente) ser de centroizquierda, y en cierto sentido lo logró. En un sentido simbólico, pero no pudo o no quiso cambiar estructuralmente las grandes injusticias: distribución de la riqueza, exclusión, privatización de empresas públicas para el saqueo, extranjerización de las empresas y las tierras, etc. El asistencialismo tornó pronto en clientelismo y ahí estamos, protestando porque cortan las rutas pero no quieren laburar. La elección porteña habría trazado una salida hacia derecha de esta suerte de transición de crisis a estabilidad, dando por cumplido el corolario que reza que así como un clase media asustado se vuelve fascista, de la misma manera se comporta el que alcanzó cierto bienestar económico estable.
A los progres nos entusiasmaron los avances simbólicos del gobierno kirchnerista, aunque siempre con un dejo de desconfianza ante el carácter populista y demagógico del relato; más un rechazo ante los arranques de autoritarismo. Esto no debió distraernos de las otras variables fundamentales: básicamente de los pobres avances en la distribución de la riqueza y sobre la recuperación del patrimonio público. Eso sería criticarlo “corriéndolo por izquierda”. Pero el discurso se fue desplazando a medida que las cosas se acomodaban y dejó de interesar la justicia social, sino simplemente que las cosas funcionen. Ganaron terreno aquellos que proclamaban un relato “pragmático”, una narrativa falsaria que pretende ser no-ideológica. Así es que en un momento muchos se habían puesto el chaleco de progres porque les gustaba como calzaba, luego se cansaron de esperar que el gobierno de pretendida centro izquierda solucione los problemas de los pobres para que dejen de joder. Y se quieren salir, pero para desesperanza de los progres que quedamos de este lado, se quieren ir para la derecha, la más fácil de las salidas, la de los discursos sencillos y fórmulas categóricas, la de los winners (empresarios hijos de empresarios y gerentes de clubes campeones), ¿el lado oscuro de la fuerza?.
Hay también como cierta sorna en el campo progre al afirmar que el empresario devenido jefe de gobierno pronto mostrará la hilacha y se caerá por su propio peso. No me cabe la menor duda que mostrará la hilacha (ya lo hizo, estamos todos atentos para marcarla), pero demostró una habilidad que no tenía hasta esta campaña, tal vez moldee una cintura política que sorprenda. Lo peor que nos puede pasar a los progres es que pueda desarrollarse en presidenciable, porque en ese punto será un contrincante difícil (una especie de neo-Menem).
Para el (hasta ahora) imbatible gobierno kirchnerista resulta un acicate de compleja resolución. Aún con un nivel de imagen positiva inalcanzable para cualquier otro, el corto tramo que queda hasta octubre no será nada fácil. Porque como dice Hannah Arendt, el poder no se acumula, sino que sería una potencialidad que surge en determinado momento, así que todos estos meses de 70% de “votabilidad” pueden verse menguados sensiblemente. Sobre todo si terminan por aflorar las miserias que aparecen en casi cualquier gobierno luego de unos años de gestión (corrupción, torpezas, falta de creatividad para resolver problemas, etc). La otra parte del trabajo depende de la oposición, que hoy por hoy favorece al oficialismo. Con los figurones presidenciables no es posible armar nada, y si se juntan, se restan. Pero eso puede cambiar si el electorado sigue girando a derecha y, así como Macri pudo armar un relato que funcionó para el porteñaje, alguien más (o él mismo) puede hacerlo a nivel nacional. El triste desenlace de todo esto sería una salida hacia derecha y un reajuste en todo sentido. Pastilla difícil de tragar para los progres, que esperábamos una evolución para el otro lado. ¿Se podrá hacer algo o simplemente asumir que nuestro país funciona así y aceptarlo como tal? ¿Cómo se come esto?
¿Con qué se come esto?
En Barcelona publicaron una segunda tapa que reza: “Exilio: Decenas de porteños progresistas inician una diáspora hacia Rosario y Morón”. Brillante descripción de lo que puede pasar por la cabeza de un progre. Quienes nos consideramos algo así podemos pasar a la bronca e incomprensión contra el medio pelo porteño que permitió (oh! Traición!) el desembarco de la derecha menemista en la ilustre ciudad de Buenos Aires. La misma que en su momento resistió con hidalguía los embates de los “Trece Ranchos”. Digamos que por ahí también funciona el imaginario del progre intelecualoide, dentro de la dicotomía “Civilización ó Barbarie”, que siempre está presente. Incluso luego de la inmolación y devastación de la izquierda peronista en los 70, que también logró anclar ciertos símbolos en el imaginario progre. En un segundo movimiento nos podemos autoaislar en nuestra seguridad de la razón (el otro día Eduardo Aliverti se reía al recordar con Rep un personaje que este último dibujaba: un “trosko”, creo que era “Gaspar”, que se subía a un árbol a escuchar “Sin Anestesia”, programa emblema de otros tiempos del periodista). Pero aquí estamos, ésta es la realidad, el país que nos toca vivir y hay que aceptarlo, hay que convivir con esto. Así como los oligarcas tienen que aceptar vivir en un país peronista, los progres tenemos que lidiar con la situación de vivir en un país peronista con una clase media que tira para la derecha con demasiada facilidad. Pero a no angustiarse ni a hacer las valijas porque así parece funcionar la cosa cuando ves otras democracias más “consolidadas”. Allí aparece un movimiento pendular entre un centroizquierda y un centroderecha (ver casos Francia, España, EEUU, etc) según los humores y los miedos del electorado. Hay que aprender a convivir con esto, hacernos cargo como debería hacerse cargo el electorado que votó por una salida a derecha. Probablemente sea una deficiencia en la forma de transmitir un relato más progresista o tal vez sea imposible instalarlo en forma permanente. El giro político que significó la crisis de 2001 fue una oportunidad. Por ahí se dijo acertadamente que los piqueteros salieron a hacer quilombo para la clase media, pero cuando ésta logró reestabilizarse en términos económicos volvió a su poltrona (bien a la derecha del sillón) dejando a los piqueteros servidos en bandeja para que se los cargue la policía de Duhalde. Los progres militantes se refugiaron en la asambleas que terminaron diluyéndose. Por un tiempo participé en una de ellas y cuando se cortaba la calle la gente (incluidos los tacheros) saludaba con bocinazos el agite, ahora piden la policía para que los saque.
El escenario político no es lo mismo antes que después del 2001, una treintena de muertos y unos cuantos heridos por la represión lo considerarían un insulto. Pero la coyuntura mejoró y se instaló un gobierno que fundó la corriente kirchnerista, algo así como un peronismo que pretendió (simbólicamente) ser de centroizquierda, y en cierto sentido lo logró. En un sentido simbólico, pero no pudo o no quiso cambiar estructuralmente las grandes injusticias: distribución de la riqueza, exclusión, privatización de empresas públicas para el saqueo, extranjerización de las empresas y las tierras, etc. El asistencialismo tornó pronto en clientelismo y ahí estamos, protestando porque cortan las rutas pero no quieren laburar. La elección porteña habría trazado una salida hacia derecha de esta suerte de transición de crisis a estabilidad, dando por cumplido el corolario que reza que así como un clase media asustado se vuelve fascista, de la misma manera se comporta el que alcanzó cierto bienestar económico estable.
A los progres nos entusiasmaron los avances simbólicos del gobierno kirchnerista, aunque siempre con un dejo de desconfianza ante el carácter populista y demagógico del relato; más un rechazo ante los arranques de autoritarismo. Esto no debió distraernos de las otras variables fundamentales: básicamente de los pobres avances en la distribución de la riqueza y sobre la recuperación del patrimonio público. Eso sería criticarlo “corriéndolo por izquierda”. Pero el discurso se fue desplazando a medida que las cosas se acomodaban y dejó de interesar la justicia social, sino simplemente que las cosas funcionen. Ganaron terreno aquellos que proclamaban un relato “pragmático”, una narrativa falsaria que pretende ser no-ideológica. Así es que en un momento muchos se habían puesto el chaleco de progres porque les gustaba como calzaba, luego se cansaron de esperar que el gobierno de pretendida centro izquierda solucione los problemas de los pobres para que dejen de joder. Y se quieren salir, pero para desesperanza de los progres que quedamos de este lado, se quieren ir para la derecha, la más fácil de las salidas, la de los discursos sencillos y fórmulas categóricas, la de los winners (empresarios hijos de empresarios y gerentes de clubes campeones), ¿el lado oscuro de la fuerza?.
Hay también como cierta sorna en el campo progre al afirmar que el empresario devenido jefe de gobierno pronto mostrará la hilacha y se caerá por su propio peso. No me cabe la menor duda que mostrará la hilacha (ya lo hizo, estamos todos atentos para marcarla), pero demostró una habilidad que no tenía hasta esta campaña, tal vez moldee una cintura política que sorprenda. Lo peor que nos puede pasar a los progres es que pueda desarrollarse en presidenciable, porque en ese punto será un contrincante difícil (una especie de neo-Menem).
Para el (hasta ahora) imbatible gobierno kirchnerista resulta un acicate de compleja resolución. Aún con un nivel de imagen positiva inalcanzable para cualquier otro, el corto tramo que queda hasta octubre no será nada fácil. Porque como dice Hannah Arendt, el poder no se acumula, sino que sería una potencialidad que surge en determinado momento, así que todos estos meses de 70% de “votabilidad” pueden verse menguados sensiblemente. Sobre todo si terminan por aflorar las miserias que aparecen en casi cualquier gobierno luego de unos años de gestión (corrupción, torpezas, falta de creatividad para resolver problemas, etc). La otra parte del trabajo depende de la oposición, que hoy por hoy favorece al oficialismo. Con los figurones presidenciables no es posible armar nada, y si se juntan, se restan. Pero eso puede cambiar si el electorado sigue girando a derecha y, así como Macri pudo armar un relato que funcionó para el porteñaje, alguien más (o él mismo) puede hacerlo a nivel nacional. El triste desenlace de todo esto sería una salida hacia derecha y un reajuste en todo sentido. Pastilla difícil de tragar para los progres, que esperábamos una evolución para el otro lado. ¿Se podrá hacer algo o simplemente asumir que nuestro país funciona así y aceptarlo como tal? ¿Cómo se come esto?
7 Comentarios:
Tal vez no haya que comerlo. No todo lo que se puede comer hay que comerlo. Es lógico que Macri gane en Buenos Aires, después de todo, es una de las ciudades más conservadoras y reaccionarias del país, y seguramente la más. El único peronacho que se tragó la Reina del Plata fue Menem, y ya sabemos de que se trató el asunto, de potenciar a la Sociedad Rural como derrochero de Champán y otras boludeces parecidas. No vale la pena quemarse por un tipo como el abogado Néstor Kirchner, que no hizo doctorado, de modo que no es doctor, pero convengamos que el resentimiento parasitario de la capital de la República no soporta otra cosa que no sean sus propias excreciones políticas.
Sí, tenés razón, pero como ex-porteño te digo que igual duele chocarse con la certeza de que es "una de las ciudades más conservadoras y reaccionarias".
Si te choca es porque no sos así, y si no te chocara te haría reaccionar a la defensiva, proponiendo más policías en la calle... Recorrí muchas veces la capital del país, y si bien creo en lo de "conservadora y reaccionaria", en el fondo es tan peronista como el resto del país, peronista en el sentido de vivir nivelando para abajo y etcétera.
A mi me dio dolor de panza saber que el 60 por ciento, mas de la mitad que me cruzo a diario lo voto y ademas, NO LO DICE. Vivo en un barrio donde no fue aplastante Macri, Almagro, donde fue de los pocos lugares donde no aplasto... pero naci en Belgrano donde paso por encima.
Que asco me da...
Me dieron muchas ganas de no vivir aca y mudarme al Uruguay. Posta.
Che, Max, para cuando el www.maxd.com.ar Fabio anda ramificandole la casa a los amigos, pedile!!!
Y veo por los post que siguen que le seguiste dando duro a MM. Despues lee el blog de Gabriel, yo lei ese libro de La educacion de los que influyen y uno de los que quedo, fue MM... Te puedo pasar los datos y haces un post si te interesa.
Saludos
Laura
Hola Laura, gracias por pasar y por tu comentario. Sí, Almagro y Caballito resisten!!
El www.maxd.com.ar me lo había regalado Gastón... pero ahora veo que no funciona. Se ve que se dio de baja. Tampoco puedo pretenderlo sin pagar y mangueárselo a Fabio me da careta. Por ahora seguiremos en esto de Blogger.
¿Cuál es el blog de Gabriel? Dejame la dirección, plis.
Gabriel= Arkhos
Ud. pasa por ahi asi que tiene la direccion. :D
Te interesa que te pase la educacion de MM?
Salud, che y felicitaciones por tu primer voto como barilochense.
Laura
Sí, pasá la data que tengas que debe ser interesante. Gracias.
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