viernes, septiembre 22, 2006

Guillermo Saccomanno en Biblioteca Sarmiento

El sábado pasado tuvo lugar en la Biblioteca Sarmiento una charla con el escritor Guillermo Saccomanno, en el marco del Encuentro Literario Participativo: Palabras Andantes III. Me interesaba asistir por las características del escritor, del que ya había leído artículos y visto entrevistas, mi impresión había quedado plasmada en una nota anterior.

La charla giró alrededor de la cuestión de la experiencia de escribir, la presentación de su último libro “El Pibe”, con lectura de dos cuentos y la charla con los asistentes, que a mi entender fue derivando demasiado hacia cuestiones pedagógicas, interesantes y necesarias; pero en principio esperaba que fuera más “literaria”. Sin desmerecer, de hecho fue así porque la asistencia tenía un buen componente docente, y esa mayoría debía respetarse.

Esta vez fui precavido y llevé cuaderno y grabador (digital, je, ahora estamos aggiornados). Así que al menos así pude llevarme un buen registro de lo que se habló.

¿Cómo funciona un escritor?

La charla comenzó con una reflexión en voz alta sobre la experiencia de escribir:

¿Cómo funciona un escritor? Un escritor entra a una iglesia, a la Catedral y ve la imagen de Roca (…) Roca es la Campaña del desierto, que fue celebrada durante la última dictadura militar (…) mientras se producía un genocidio, se celebraba otro. (…) La Campaña del Desierto está ligada a una contradicción principal: civilización y barbarie (…) Me llama la atención esto de la civilización que se propone a través de la relación entre la espada y la cruz (…) David Viñas dice que la literatura argentina remite a una metáfora central que es la violación, presente en “El Matadero” de Esteban Echeverría. ¿Qué es la civilización?


Estas situaciones que se presentan al escritor forman parte de la experiencia vital, poder leer los signos que las rodean y plasmarlas de una determinada manera en textos.

¿Por qué escribir?

A continuación GS leyó dos cuentos de su libro, “El 55” es un relato sobre su experiencia de chico, con un padre socialista en un momento nodal de la historia política argentina. Se conjugan la militancia con el miedo y la clandestinidad vividos por un antiperonista en los finales del peronismo (el primero). Pero pronto llega el bombardeo de junio y pocos meses después, el golpe de septiembre, “otra vez mi padre es un perseguido”. (Nota mía: El militante puede ser enemigo de los regímenes, puede, independientemente de la adscripción a un partido o ideología, estar “demasiado vivo” para los dogmas. Claro que también hay militantes de regímenes dogmáticos. ¿Dependerá de cuántos libros haya leído? ¿De cuáles le habrán dado para leer? ¿De cuáles tuvo que esconder de las quemas?).

En la escuela se forma a los chicos en fila, se les piden los libros y se queman en montañas, de ellos solo quedarán los manchones indelebles en las baldosas. “Esa fue la primera vez que vi quemar libros, en la escuela”.

Luego recordamos que estábamos hablando un 16 de septiembre, que es el día del golpe del 55 y el de la Noche de los Lápices: la relación entre bombas y lápices es una triste tragedia de nuestra historia.

El otro cuento me pegó más, sobre todo por el final, pero conceptualmente me quedo con esto:

¿Por qué escribir? Para acordarse. Cuando se pierde la memoria, uno está perdido.


Acá se me pusieron de punta los pocos pelos que me quedan… sintoniza perfectamente con mi leit motiv para escribir, y por su puesto, el de este sitio.