Textos Que Muerden
Durante la presentación de su último libro, Guillermo Saccomanno espetó una frase que me sonó demoledora:
(…) la literatura puede darse el placer por derecho propio de meterse con lo jurídico, ese aparato donde el poder encubre con una flatulencia retórica las trampas que los ricos les hacen a los pobres. (…)
El texto completo salió publicado en el suplemento Radar del P12 del 23 de abril pasado y refiere a la exposición del autor en relación a su último libro: Derechos humanos: legalidad y jurisdicción supranacional (Editorial Mediterránea, 822 páginas).
Michel Foucault hablaba de las dos sospechas del lenguaje: que el lenguaje nunca dice exactamente lo que dice y que hay muchas otras cosas que hablan sin una articulación propiamente verbal. Esto abre una clara lucha por los significados, por los sentidos, por la interpretación de los signos.
Siempre me interesó la forma en que los signos son organizados para producir discursos de poder, lenguajes que se diseminan por todo el entramado social abrazándolo y enroscándolo de una determinada manera. Por otra parte hay la producción de contra discursos, textos que muerden a estos discursos de poder, que los pelean con producción de significados alternativos.
La presentación giraba en torno de esto y la frase que cito creo resume bastante bien un ejemplo de los efectos de esta lucha.
Me propuse producir otrastres dos notas en donde estos temas (literatura, lenguaje, derecho) se entrelazan en tres dos cuestiones aparentemente bien diferenciadas, elegidas arbitrariamente, disparadas por lecturas recientes, tal vez con poca, mucha o mediana importancia, pero seguramente con alguna. Claro que sin la pretensión literaria que ameritarían, pero trataremos de hacer un digno papel. Vamos a ver qué sale. Adelanto los títulos:
Violencia política en Argentina: Rodolfo Walsh y la Operación Masacre
El drama de Sahara Occidental
Saccomanno sostiene que tanto la literatura como el derecho son ficciones, ambas mienten. Aunque cada una, a su manera, puede dar cuenta de una determinada realidad más eficientemente que otros discursos. Y pregunta, sugiere: “(…) ¿acaso la teoría literaria no es teoría política? ¿Y la teoría política no requiere acaso una formulación literaria? (…)”.
Cuando los discursos dominantes se vuelven asfixiantes, urge la aparición de un contradiscurso, como decíamos más arriba. Parafraseando a su colega y amigo Juan Carlos “Canco” Vega: “Un contradiscurso se define por su capacidad para quebrar silencios de dominación”. Para producir el contradiscurso es necesario escapar del discurso jurídico tradicional, escapar de las trampas del lenguaje.
Más adelante dice:
Y ahí está Walsh, siempre Rodolfo Walsh, que se metió hasta el tuétano, que construyó desde la literatura lo que otros quisieron destruir y enterrar; como ejemplo, Saccomanno menciona la Carta Abierta a la Junta Militar, que el mismo Walsh enviara el 24 de marzo de 1977 por correo a las redacciones de los diarios locales, ninguno de los cuales se dignó a publicarla, claro. No obstante lo cual, fue un misil directo al corazón de la hipocresía que generaba la dictadura militar, y comenzó a corroerla lentamente. Al día siguiente era secuestrado en la vía pública por un grupo de tareas (tan peligroso era el susodicho, que el mismísimo Alfredo Astiz tuvo que participar del operativo), desde entonces permanece desaparecido.
Luego de la frase demoledora de Saccomanno y de una lectura obligada a la Carta Abierta, una vez que te recuperes de todo eso, y mientras esperás los otros dos artículos, te puedo sugerir la lectura de un cuento muy corto de Franz Kafka que siento que está muy relacionado con esta discusión, y con el Derecho: Ante la ley, otro mazazo literario en la cabeza, pero ni te vas a dar cuenta con tantos golpes.
(…) la literatura puede darse el placer por derecho propio de meterse con lo jurídico, ese aparato donde el poder encubre con una flatulencia retórica las trampas que los ricos les hacen a los pobres. (…)
El texto completo salió publicado en el suplemento Radar del P12 del 23 de abril pasado y refiere a la exposición del autor en relación a su último libro: Derechos humanos: legalidad y jurisdicción supranacional (Editorial Mediterránea, 822 páginas).
Michel Foucault hablaba de las dos sospechas del lenguaje: que el lenguaje nunca dice exactamente lo que dice y que hay muchas otras cosas que hablan sin una articulación propiamente verbal. Esto abre una clara lucha por los significados, por los sentidos, por la interpretación de los signos.
Siempre me interesó la forma en que los signos son organizados para producir discursos de poder, lenguajes que se diseminan por todo el entramado social abrazándolo y enroscándolo de una determinada manera. Por otra parte hay la producción de contra discursos, textos que muerden a estos discursos de poder, que los pelean con producción de significados alternativos.
La presentación giraba en torno de esto y la frase que cito creo resume bastante bien un ejemplo de los efectos de esta lucha.
Me propuse producir otras
Saccomanno sostiene que tanto la literatura como el derecho son ficciones, ambas mienten. Aunque cada una, a su manera, puede dar cuenta de una determinada realidad más eficientemente que otros discursos. Y pregunta, sugiere: “(…) ¿acaso la teoría literaria no es teoría política? ¿Y la teoría política no requiere acaso una formulación literaria? (…)”.
Cuando los discursos dominantes se vuelven asfixiantes, urge la aparición de un contradiscurso, como decíamos más arriba. Parafraseando a su colega y amigo Juan Carlos “Canco” Vega: “Un contradiscurso se define por su capacidad para quebrar silencios de dominación”. Para producir el contradiscurso es necesario escapar del discurso jurídico tradicional, escapar de las trampas del lenguaje.
Más adelante dice:
Desde esta doble experiencia, la vital [la de escribir] y la de lectura, se arriba a la conclusión de que uno no escribe tanto de lo que supone que sabe como de lo que ignora. Todo escritor que se precie de honesto sabe que no sabe, que escribe de lo que ignora. Asumir esta ignorancia lo vuelve a uno, además de curioso, en sospechoso. La curiosidad siempre perturba al poder.
Y ahí está Walsh, siempre Rodolfo Walsh, que se metió hasta el tuétano, que construyó desde la literatura lo que otros quisieron destruir y enterrar; como ejemplo, Saccomanno menciona la Carta Abierta a la Junta Militar, que el mismo Walsh enviara el 24 de marzo de 1977 por correo a las redacciones de los diarios locales, ninguno de los cuales se dignó a publicarla, claro. No obstante lo cual, fue un misil directo al corazón de la hipocresía que generaba la dictadura militar, y comenzó a corroerla lentamente. Al día siguiente era secuestrado en la vía pública por un grupo de tareas (tan peligroso era el susodicho, que el mismísimo Alfredo Astiz tuvo que participar del operativo), desde entonces permanece desaparecido.
Luego de la frase demoledora de Saccomanno y de una lectura obligada a la Carta Abierta, una vez que te recuperes de todo eso, y mientras esperás los otros dos artículos, te puedo sugerir la lectura de un cuento muy corto de Franz Kafka que siento que está muy relacionado con esta discusión, y con el Derecho: Ante la ley, otro mazazo literario en la cabeza, pero ni te vas a dar cuenta con tantos golpes.
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