viernes, diciembre 08, 2006

La muerte de Dios

Uno de los conceptos más contundentes de la historia de la filosofía es aquel que declara la muerte de Dios. Formulado y desarrollado por Nietzsche, es una idea de central importancia. El texto me lo encontré en el número 17 del suplemento “La filosofía y el barro de la historia” que escribe José Pablo Feinmann y es de una densidad tal que se pone a la altura del pensamiento que transmite:
¿No habéis oído hablar de ese loco que encendió un farol en pleno día y corrió al mercado gritando sin cesar: “¡Busco a Dios!, ¡Busco a Dios!”? Como precisamente estaban allí reunidos muchos que no creían en Dios, sus gritos provocaron enormes risotadas. “¿Es que se te ha perdido?”, decía uno. “¿Se ha perdido como un niño pequeño?”, decía otro. “¿O se ha escondido?” “¿Tiene miedo de nosotros?” “¿Se habrá embarcado?” “¿Habrá emigrado?” (…) El loco saltó en medio de ellos y los traspasó con su mirada. “Qué ha donde se ha ido Dios? –exclamó–, os lo voy a decir. Lo hemos matado: vosotros y yo. Todos somos sus asesinos. Pero ¿cómo hemos podido hacerlo? ¿Cómo hemos podido bebernos el mar?” (…) “Lo más sagrado y poderoso que poseía hasta ahora el mundo se ha desangrado bajo nuestros cuchillos. ¿Quién nos lavará esa sangre? ¿Con qué agua podremos purificarnos?” (…) “¿No es la grandeza de este acto demasiado grande para nosotros? ¿No tendremos que volvernos nosotros mismos dioses para parecer dignos de ellos?” (Parágrafo “El Loco” en La gaya ciencia; 1882)
La muerte de Dios, de la divinidad, anuncia por lo tanto la muerte de lo suprasensible, ese mundo inaugurado en occidente por Platón y que comienza su declinación, en parte con la duda cartesiana, en parte con la escisión filosofía/religión spinoziana. Aquel era un mundo de verdades eternas por encima del mundo sensible, considerado entonces irreal. El mundo sensible es el mundo de las sensaciones y las certezas, el que es necesario para el imperio de la razón, para el dominio del hombre sobre la naturaleza, sobre su mundo. Esto no significa la desaparición de lo sagrado sino que esa categoría es luego ocupada por la ciencia y la tecnología, las vedettes de este imperio de la razón. Nietzsche liquida a martillazos (así es como filosofa él) el mundo suprasensible, se cae la certeza de Dios como lo vinculante y el hombre queda solo con su angustia, sin el sentido que le brindaba la divinidad. Se queda sin nada. Dice Heidegger que el nihilismo, “el más inquietante de los huéspedes”, queda así ante la puerta de la humanidad.

4 Comentarios:

Anonymous Anónimo espetó...

El nihilismo es inquietante pero ... ¿creer en un Dios hueco y artificioso como el que pretenden meternos desde hace 2000 años no es terrible? No en vano escribio Nieztche sobre el tema llamandola "religion de escalvos" donde se glorifica la muerte y la sumision como valores fundamentales.

10/12/06 20:14  
Anonymous Anónimo espetó...

Gracias Friedrich, te recuerdo cada una de mis noches de insomnio!!

Y la eterna duda: ¿qué es más valiente, enfrentar al mundo creyendo en otra vida o vivir todos los días sabiendo que más allá No Hay Nada?

Por lo pronto existe el beneficio de la duda. Y estoy de acuerdo con el chango del farol, matar a Dios para adorar a Washington cada domingo de Shopping me parece medio peligroso.

11/12/06 10:26  
Anonymous Anónimo espetó...

Lo es tanto como adorar falsos dioses ;)

11/12/06 11:53  
Blogger MaxD espetó...

Muy buenas observaciones! Al parecer, nunca nos libraremos de las divinidades, que vienen cada vez con formas más abstractas, lejanas, ocultas y retorcidas. El dios que mata de los hebreos trastocó en el dios que ¿ama? pero que pide cuentas a todos por su hijo. Luego la ciencia todo lo rige y la ley del mercado es la nueva ley divina. Al menos los dioses griegos eran más divertidos.

El amigo Friedrich solo pone sobre papel (a martillazos) lo que cortó la revolución francesa (a guillotinazos), pero con una carga literaria que estremece.

12/12/06 08:09  

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