Argentineans Writers Death Match
Todo empezó en el suplemento Radar del 28 de enero pasado. Allí se recordaba el 10° aniversario del fallecimiento del escritor y periodista Osvaldo Soriano. Dicho suplemento publicó una serie de notas de personalidades allegadas al mismo. En la nota "El fenómeno Soriano" (G. Saccomanno), el autor reproduce una historia relatada por Osvaldo Bayer, que resultó bastante incómoda para Soriano:
Una vez Beatriz Sarlo invitó a Soriano a participar en una charla en el ámbito universitario. En esa época, si mal no recuerdo, parecía haber dos bandos en la narrativa: Saer en un rincón del ring y Soriano en otro. Una disyuntiva falsa. De la que sacaban partido los saerianos y los sorianescos. Descreo de la ingenuidad de Sarlo y, especialmente, del desentendimiento de Saer y el candor de Soriano. Disyuntiva falsa la de quienes levantaban por un lado la morosidad y la experimentación y por otro el artefacto narrativo popular. Disyuntiva que si a algo contribuía era a opacar la minuciosa relojería narrativa de uno y de otro. Volviendo a esa vez: Soriano invitado al ámbito académico. El alumnado se burló del escritor porque apenas si había terminado a los tumbos la primaria mientras su padre, empleado estatal, cambiaba de destino desde la pampa hacia el sur. (El subrayado es mío)
Beatriz Sarlo se sintió perjudicada y respondió al domingo siguiente con ”Una historia falsa”, negando los hechos que se relataban. La reacción sucesiva no se hizo esperar por parte de Saccomanno y Bayer, quienes publicaban ”Una respuesta rústica” (G. Saccomanno) y ”Una historia verdadera” (O. Bayer), siendo el primero particularmente duro y directo para con Sarlo. El artículo de Bayer introduce una sutil diferencia en la historia:
Estando ya muy enfermo me llamó muy triste para decirme que había tenido una muy mala experiencia en la Facultad de Filosofía y Letras. Eran los fines del curso del ’96. Me relató que un grupo de docentes y alumnos de la cátedra Sarlo lo habían invitado a un reportaje en vivo. El concurrió y fueron todas preguntas para humillarlo. La definitiva fue: “Dígame, Soriano, ¿usted qué estudios tiene?”. “Le respondí la verdad: ‘Tercer año nacional’. Esto provocó la carcajada general de los presentes”
De esta forma, exime a Sarlo de ser la participante directa del episodio, que, por supuesto, la tranquiliza, y esto dice en su descargo del domingo 18 de febrero, allí ratifica sus dichos y se defiende de ambas notas: Repercusiones y polémicas (B. Sarlo). En esa misma edición hay dos aportes más: Los duelistas (M. Moreno) y Soriano y la literatura argentina que se enseña en la UBA (E. Romano)
Estos últimos dos textos me parecen de los más jugosos de la polémica, en particular la parte en que María Moreno introduce el concepto de mito. Con Soriano fallecido, es imposible tener el testimonio directo de la víctima de aquel mal momento, por otra parte, parece feo someter su memoria a este manoseo de verdades y mentiras. Entonces la figura de mito aparece, en este caso, como instancia superadora de la veracidad en sí del hecho.
El mito sería el del pensador/luchador, humilde, de provincias, emboscado para ser burlado por la academia de la Capital, por la escolástica de Letras, la aristocracia intelectual, la burguesía ilustrada.
El relato remite a una brecha que atraviesa a toda la literatura argentina contemporánea y evidentemente es desde ahí que se encarniza la discusión. Por un lado habría una literatura que rescata la figura de lo popular, que es comprometida con lo social, que fue perseguida, prohibida y asesinada. Un exponente arquetípico sería, entiendo, Rodolfo Walsh. Por otro lado una literatura impecable, aristocrática, de cierta complejidad interpretativa, casi críptica para los no instruidos o entrenados en la lectura, pretendidamente aséptica a lo político y desentendida de lo social. El arquetipo podría ser Jorge Luis Borges (aunque se dice que tampoco completó el ciclo de la educación formal).
Esta brecha también está presente en la academia (en este caso la UBA) que enrostra credenciales como si fueran títulos nobiliarios (en realidad funcionan como tal, dado que no cualquiera puede terminar con un título universitario), que se mofa del que no las tiene y lo menosprecia por no seguir los estándares de la estructura de educación formal, que se distrae con los pobres y la política, según éstos, elementos nada glamorosos ni literarios.
Saccomanno y Bayer hacen hincapié en esta dimensión del relato mientras que Sarlo se escuda en la inverosimilitud de la historia pero no repudia el hecho (si es que hubiera tenido lugar). El relato deja mal parada a la universidad y hay que aclarar que así como hay escritores y estudiantes snobs también hay escritores y estudiantes respetuosos y sensibles; también los hay luchadores y también los hay diletantes e inmaduros.
En lo que a mí respecta, necesito de las dos literaturas, la de Rodolfo Walsh y la de Borges, aunque uno y otro se miraran con desconfianza. Necesito el compromiso político y literario de Walsh y también necesito la literatura prolífica, extensa y compleja de Borges. Necesito releerlos a ambos, no me sirve elegir entre uno u otro. Sí puedo ponderar que uno se metió de lleno en un quilombo y cumplió con su convicción política, que mantuvo hasta el último segundo de su vida, y aquello no fue en desmedro de su calidad literaria. Puedo ponderar que el otro tomó partido por la aristocracia y que le repugnaba todo lo que tenía que ver con “lo popular”; y que por eso, a su vez, fue maltratado con creces por estudiantes e intelectuales partidarios de “lo popular”, cuando ser populista era ser oficialista.
Me siento tentado en tomar partido por Saccomano y por Bayer, aunque digamos que no sería justo, temo pasarme del lado del resentimiento de quien sufrió la represión en carne propia y en mi caso sería medio hipócrita. Creo que sus literaturas tienen mejor aplicación en otras cosas que necesito más que en pelear con Beatriz Sarlo, de quien he disfrutado lecturas interesantes y cuya dirección de la revista “Punto de Vista” me brindó también excelentes artículos. Seguro no necesito sus columnas en la revista “Viva”. Seguro sí necesito más columnas como la primera que escribió Soriano en P12.
La lucha de artículos siguió en el Radar de este domingo con cuatro más:
Punto Final (G. Saccomanno)
De mentiras y verdades (O. Bayer)
Soriano y la “academia” (A. Rocha Alonso)
Sobre agravios, fantasias y condenas (S. Maldonado)
… ¿seguirá?
3 Comentarios:
Juan Pablo, la idea era pegarle a Sarlo (a Beatriz, no a Isabel), y vos repartiste para todos. Pero esos sopapos vienen bien para espabilar algunos egos, vale.
Maxd:
El problema de ciertos escritores es que escriben desde y para la facultad de filosofía y letras. Eso asfixia.
(Esto no se dice en contra de tal escuela de altos estudios)
Sí, algunos hacen eso, pero peor me cae alguna actitud desentendida hacia las corporaciones editoriales, como si no supieran que su propio libro sale 40 mangos y con eso pretenden llegar al pueblo. Así caemos en un mutuo onanismo intelectual entre el pensador de clase media y su selecto público "comprometido"... tentados por el lado oscuro de la fuerza no se animan a admitirlo y por ahí se cuela B. Sarlo contándonos directamente lo amables que son los pobres del primer mundo, ahí está fácil para pegarle.
Publicar un comentario
<< Home