Laura
Extraje estas palabras de Estela de Carlotto (presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo) expresadas en un reportaje que le hizo Marta Dillon en enero de 2001 y reproducido hace dos domingos en el suplemento Verano 12. Las tomo como apunte para cuando llegue el momento de considerar a buena parte de los desaparecidos no solo como víctimas de la represión o como terroristas culpables de su propia masacre y de la alteración del orden público, o como ingenuos manipulados por la dirigencia subversiva; sino como militantes comprometidos, personas comunes como cualquiera que camina por ahí, pero que se apasionaron tanto como para involucrarse y se metieron, hasta el final… (¿Se equivocaron?) Estas palabras tienen una carga simbólica adicional al ser expresadas por una madre que perdió a su hija en esa situación, y que en medio del dolor, la impotencia y una dictadura sangrienta y sus secuelas también la peleó y la sigue peleando hasta el final, por su nieto y por la memoria de su hija:
Estela aprendió a vivir con las contradicciones aunque nunca más optó por el silencio. Esa militancia de sus hijas mayores –Laura estaba en Montoneros y Claudia en la UES-, que alguna vez quiso desalentar y que menospreciaba en las eternas discusiones familiares, ahora es motivo de orgullo.
-Laura argumentaba muy bien, siempre tenía la palabra justa para que entendiéramos lo que hacían. No digo que yo la ayudara a militar, pero las respetábamos porque veíamos su entrega. Una de las últimas veces que la vi, me dijo: “Mirá, mamá, nadie quiere morir. Tenemos proyectos, hacemos planes, queremos vivir. Pero sabemos que miles de nosotros vamos a quedar en el camino y no va a ser en vano”. Fue así, categórica.
- ¿Puede decir ahora que tuvo sentido?
- Por supuesto. Perdieron, se cumplió el proyecto de la dictadura, se está cumpliendo su proyecto económico, se ajusta cada vez más a los humildes y hay que pagar sí o sí la deuda externa. Eso es lo que quedó, pero no fue en vano porque aprendimos a luchar, estamos predicando el nunca más, acá y en el exterior
(…)
Estela se acuerda con cierta vergüenza de esas discusiones en las que le proponía a Laura optar por la caridad, eso era lo que le habían enseñado en el colegio de monjas al que asistió, a visitar hospitales y donar a los pobres. Pero Laura no quería parches. Tampoco quería otras cosas, “como fiestas de quince o cualquier otro detalle que tuviera que ver…” ¿Con un estilo de vida burgués? “Puede ser. Con lo bonita que era de pronto dejó de arreglarse, usaba sólo ropa clásica de la militancia, yo le hacía vestidos, le regalaba cosas y ella a su vez se las daba a los que no tenían” (…)
Las palabras de Laura parecen tener esa petulancia de las vanguardias, de mesianismo militante, seguramente algún lugar común en toda esta historia, probablemente frases fabricadas a medida por los sectores ilustrados de los grupos subversivos para reclutar, para responder, para convencer, para llegar a algún rincón de ingenuidad ¿para manipular?. Pero por otra parte, también hay la entrega a una causa por el bien común, la fuerza de las convicciones por la justicia social, las ganas y el empuje de torcer el rumbo de la historia y de las injusticias. Pensar que le dieron sentido a su vida con estos valores y que ese pensamiento estuvo multiplicado en las miles de mentes que lo llevaron consigo, por cierto que estremece, esa potencia se apagó a fuerza de secuestro, tortura y desaparición. Seguro que algo quedó, pero no alcanza.
6 Comentarios:
Movimiento pendular. Eso es exactamente lo que me provoca leerte. Voy de un extremo a otro. No se si vos me llevás o es cosa mia. Luego quedo en el centro mismo, en silencio, frente a mi, con una realidad entre las manos que no sé muy bien qué hacer. Mirando de reojo un extremo y otro. Yin, Yan. Blanco y Negro. Tratando de hacerme cargo de un gris insoportable. Porque me asomé al blanco y también al negro. Y de ambos salí herida. No lo suficiente como Laura o Estela. Lo necesario para este gris insoportable.
A mí me pasó lo mismo mientras lo escribía, debo ser yo, o este teclado, no sé. El gris se vuelve insoportable porque no te deja acomodarte (siquiera acercarte) a un extremo o al otro de la gama.
Digamos que los que torturaron a la Historia, caído el Muro de Berlín y etcétera, pueden afirmar que los Desaparecidos estaban equivocados, que soñaban libélulas rosadas en un mundo podrido, que habían hecho demasiados kilómetros en el inagotable maratón que persigue la línea de la utopía horizontal.
Pero de pronto escuchás a Carlotto, y sentís lo mismo que sentiste aquel día que te paraste bajo la sombra del Garage Olimpo, y escuchaste, pese a tu feroz ignorancia, gritos que anidan en el silencio y resisten, enganchados en fantasmas que no pueden atravesar el aire, que se miran la piel translúcida y se preguntan, hasta siempre, qué pasó.
Entonces la Historia late como nunca, corazón delator, enigma fundamental lleno de enigmas fundamentales, gritos que todavía tienen cuerpos capaces de arrojar sombras contra cualquier luz enceguecida.
juan pablo melizza
Caramba, me hiciste poner los pelos de punta. Me dieron ganas de tirar toda esta nota y dejar solo tu comentario...
Desconfío de los discursos prefabricados de izquierdas (tal vez no los de aquella época, pero si de los de ahora, que siguen repitiendo aquellos).
Pero desconfío más todavía de una democracia teóricamente participativa donde la gente joven está (¿estamos?) "despolitizados" de una manera alarmante. Eso es gris.
Gastás tu celular para votar por Marianela en Gran Hermano, pero no tenés idea de quién se candidatea para gobernador.
Y el estilo de Carlotto siempre me gustó, es un ejemplo de como se puede defender una causa sin recurrir a exabruptos maradonianos.
Seguro lo decís por Hebe, es cierto que hay veces que se pasa de tono. Son dos estilos bien diferentes de encarar la situación. Hay gente que prefiere el discurso de choque, como que el volúmen y el impacto es parte del discurso.
Yo estoy más de acuerdo con vos, prefiero palabras contundentes pronunciadas con calma aunque sean emotivas.
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