Conflicto Docente
El complicado comienzo de las clases de este año en el país, cuyo caso paroxístico culminó en la trágica aniquilación de Fuentealba por parte de la policía provincial neuquina, trajo sobre el tapete el tema del conflicto docente. En la mayoría de los medios se pasó este tema a un segundo plano o se lo simplificó en demasía, en algunos casos en forma maliciosa, agravado por la propaganda oficialista que por ejemplo en el caso de Neuquén arrojaba cifras de sueldos docentes que “no estaban nada mal”, movilizando a la opinión pública contra los trabajadores de la educación. Solo en algunos casos tiraron algunas puntas como para empezar a desovillar la compleja maraña de esta historia. Pero hasta la publicación de esta nota en el Cash del P12, no había encontrado quien lo ponga en claro.
Evidentemente el conflicto tiene una raíz bastante más compleja que el solo número de un dinero que se desea ganar por dar clases. Sin querer ahondar demasiado en una sociología barata, podemos tomar como punto de partida las transformaciones de las características que la carrera docente sufrió en los últimos años. Hace décadas, la docencia estaba prácticamente reservada a mujeres, muchas de ellas tenían vocación, por pulsión maternal o por lo que fuere y era un camino natural laboral. Mientras el varón aportaba al hogar la mayoría del ingreso, la mujer podía contribuir a la economía hogareña con algunas horas de trabajo en la escuela y así se ganaron una forma socialmente legítima de salir de la etiqueta de “ama de casa”. Por supuesto que la expansión del mercado capitalista ha ido demandando cada vez más mano de obra y ese cambio estructural colaboró para que esto ocurra. Pero en aquel entonces, la distribución del ingreso no estaba tan deteriorada como hoy día, y un buen salario obrero podía sostener dignamente una familia. La docencia, catalogada clásicamente como “un sacerdocio”, rótulo que resuena todavía cuando se trata de repudiar un paro, era más que nada un complemento laboral y una forma de desarrollo personal.
El progresivo deterioro en la distribución del ingreso y en el poder adquisitivo de los hogares ha ido transformando al arquetipo docente. La dimensión vocación pasó a un segundo plano debido a que el ingreso complementario de los hogares fue ganando en importancia, era necesario hacerlo. Por otra parte, el proceso de especialización del mercado capitalista también llegaba a la docencia, no bastaba con un título secundario, sino que se requería la profesionlización del cargo, tanto pedagógica como técnica. Por último, la década del ’90 precarizó a todos los empleos, entre ellos la docencia, obligándolos a trabajar más horas para compensar los bajos salarios, cada vez más deteriorados, situación que empeoró con el traspaso a provincias de los establecimientos que originalmente mantenía la Nación (Ley de Transferencia Educativa) y el protagonismo ganado por los colegios privados.
Llegamos entonces al siglo XXI con una carrera docente más compleja, con exigencias de capacitación y con salarios bajos. Con un gremio docente que por momentos fue sumamente combativo (recordar la carpa blanca, 1997) y que le costó años de lucha conseguir al menos una leve mejora.
En la nota que cito se menciona que en 2003, los maestros cobraban un mínimo de $306. En diciembre de 2005 se sanciona la Ley de Financiamiento Educativo que compromete al gobierno nacional a garantizar un mínimo de bolsillo de $700 y a las provincias de ir elevando progresivamente el presupuesto educativo hasta llegar al 6% del gasto total de cada distrito en 2010. Las provincias que no pudieran cubrir el mínimo de bolsillo serían asistidas por Nación (Fondo de Compensación Salarial). Esta garantía es un logro histórico del gremio docente que jerarquiza la profesión y provee un mínimo de subsistencia al hogar del docente.
Ahora bien, para llegar a ese mínimo de bolsillo, la composición del salario se complejizó de tal forma que hay distritos en los que el recibo de sueldo consta de 10 ítems, llegando al exagerado número de 17 en el caso de Jujuy. Esto implica, lisa y llanamente un pago irregular, cuando no ilegal.
La historia continúa en 2006, cuando un acuerdo entre el Consejo Federal y los sindicatos resolvió elevar el piso a $840 y este año (2007) a $1040. Para llegar a esta cifra, doce provincias debieron ser asistidas por Nación. La mayoría de las provincias fue reticente a un aumento directo de los salarios, entendible en gran parte de los casos (recordar que hace casi 14 años que no se acuerda la nueva Ley de Coparticipación Federal, cuyo imperativo constitucional está vencido) y evitó actualizar los básicos recurriendo a una suerte de imaginación contable para poder llegar a abonar lo comprometido, completando el recibo de sueldo con estos varios ítems la mayoría de los cuales son no remunerativos, no pudiendo contar los docentes con jubilación, antigüedad y aguinaldo acorde a su salario, evadiendo además aportes de todo tipo.
El caso de Santa Cruz (aún no resuelto) indica que los salarios docentes se componen con un básico de $161 sobre un monto de bolsillo de $1858. Es la provincia que más paga (por situación de zona, claramente) y con el básico más bajo. Tanto esta provincia como Neuquén cuentan con cuantiosos ingresos por regalías petroleras y no requieren asistencia de Nación para pagar el piso, pero en Neuquén no se cumple la Ley de Financiamiento Educativo, que la compromete con el 5% del presupuesto de 2007 para educación. El dinero está, pero no se lo quiere destinar adecuadamente, la decisión es claramente política. Por parte de la Nación queda la responsabilidad de hacerse cargo de esta situación de precarización y, de fondo, solucionar cuestiones relativas al sistema tributario y de distribución federal de la recaudación, que en muchos casos avasalla el derecho a percepción constitucionalmente delegado a las provincias.
Esto sin siquiera hacer alusión a la infraestructura que, en algunos casos, es desastrosa, como por ejemplo en Río Negro, donde las escuelas se caen a pedazos, se les vuelan chapas, no tienen calefacción, no tienen espacios adecuados para recreación o educación física, etc.
Como fue afirmado en la nota anterior, estamos frente a un conflicto que no está ya clamando por condiciones salariales de subsistencia, sino por condiciones de formalidad laboral ajustados a legislación vigente y por supuesto por el reparto de la renta. Es un tema relevante de alcance nacional y que agitará aún más las aguas. Es un avance, pero su tránsito es difícil, esperemos que no, pero puede llevarse aún más vidas.
Evidentemente el conflicto tiene una raíz bastante más compleja que el solo número de un dinero que se desea ganar por dar clases. Sin querer ahondar demasiado en una sociología barata, podemos tomar como punto de partida las transformaciones de las características que la carrera docente sufrió en los últimos años. Hace décadas, la docencia estaba prácticamente reservada a mujeres, muchas de ellas tenían vocación, por pulsión maternal o por lo que fuere y era un camino natural laboral. Mientras el varón aportaba al hogar la mayoría del ingreso, la mujer podía contribuir a la economía hogareña con algunas horas de trabajo en la escuela y así se ganaron una forma socialmente legítima de salir de la etiqueta de “ama de casa”. Por supuesto que la expansión del mercado capitalista ha ido demandando cada vez más mano de obra y ese cambio estructural colaboró para que esto ocurra. Pero en aquel entonces, la distribución del ingreso no estaba tan deteriorada como hoy día, y un buen salario obrero podía sostener dignamente una familia. La docencia, catalogada clásicamente como “un sacerdocio”, rótulo que resuena todavía cuando se trata de repudiar un paro, era más que nada un complemento laboral y una forma de desarrollo personal.
El progresivo deterioro en la distribución del ingreso y en el poder adquisitivo de los hogares ha ido transformando al arquetipo docente. La dimensión vocación pasó a un segundo plano debido a que el ingreso complementario de los hogares fue ganando en importancia, era necesario hacerlo. Por otra parte, el proceso de especialización del mercado capitalista también llegaba a la docencia, no bastaba con un título secundario, sino que se requería la profesionlización del cargo, tanto pedagógica como técnica. Por último, la década del ’90 precarizó a todos los empleos, entre ellos la docencia, obligándolos a trabajar más horas para compensar los bajos salarios, cada vez más deteriorados, situación que empeoró con el traspaso a provincias de los establecimientos que originalmente mantenía la Nación (Ley de Transferencia Educativa) y el protagonismo ganado por los colegios privados.
Llegamos entonces al siglo XXI con una carrera docente más compleja, con exigencias de capacitación y con salarios bajos. Con un gremio docente que por momentos fue sumamente combativo (recordar la carpa blanca, 1997) y que le costó años de lucha conseguir al menos una leve mejora.
En la nota que cito se menciona que en 2003, los maestros cobraban un mínimo de $306. En diciembre de 2005 se sanciona la Ley de Financiamiento Educativo que compromete al gobierno nacional a garantizar un mínimo de bolsillo de $700 y a las provincias de ir elevando progresivamente el presupuesto educativo hasta llegar al 6% del gasto total de cada distrito en 2010. Las provincias que no pudieran cubrir el mínimo de bolsillo serían asistidas por Nación (Fondo de Compensación Salarial). Esta garantía es un logro histórico del gremio docente que jerarquiza la profesión y provee un mínimo de subsistencia al hogar del docente.
Ahora bien, para llegar a ese mínimo de bolsillo, la composición del salario se complejizó de tal forma que hay distritos en los que el recibo de sueldo consta de 10 ítems, llegando al exagerado número de 17 en el caso de Jujuy. Esto implica, lisa y llanamente un pago irregular, cuando no ilegal.
La historia continúa en 2006, cuando un acuerdo entre el Consejo Federal y los sindicatos resolvió elevar el piso a $840 y este año (2007) a $1040. Para llegar a esta cifra, doce provincias debieron ser asistidas por Nación. La mayoría de las provincias fue reticente a un aumento directo de los salarios, entendible en gran parte de los casos (recordar que hace casi 14 años que no se acuerda la nueva Ley de Coparticipación Federal, cuyo imperativo constitucional está vencido) y evitó actualizar los básicos recurriendo a una suerte de imaginación contable para poder llegar a abonar lo comprometido, completando el recibo de sueldo con estos varios ítems la mayoría de los cuales son no remunerativos, no pudiendo contar los docentes con jubilación, antigüedad y aguinaldo acorde a su salario, evadiendo además aportes de todo tipo.
El caso de Santa Cruz (aún no resuelto) indica que los salarios docentes se componen con un básico de $161 sobre un monto de bolsillo de $1858. Es la provincia que más paga (por situación de zona, claramente) y con el básico más bajo. Tanto esta provincia como Neuquén cuentan con cuantiosos ingresos por regalías petroleras y no requieren asistencia de Nación para pagar el piso, pero en Neuquén no se cumple la Ley de Financiamiento Educativo, que la compromete con el 5% del presupuesto de 2007 para educación. El dinero está, pero no se lo quiere destinar adecuadamente, la decisión es claramente política. Por parte de la Nación queda la responsabilidad de hacerse cargo de esta situación de precarización y, de fondo, solucionar cuestiones relativas al sistema tributario y de distribución federal de la recaudación, que en muchos casos avasalla el derecho a percepción constitucionalmente delegado a las provincias.
Esto sin siquiera hacer alusión a la infraestructura que, en algunos casos, es desastrosa, como por ejemplo en Río Negro, donde las escuelas se caen a pedazos, se les vuelan chapas, no tienen calefacción, no tienen espacios adecuados para recreación o educación física, etc.
Como fue afirmado en la nota anterior, estamos frente a un conflicto que no está ya clamando por condiciones salariales de subsistencia, sino por condiciones de formalidad laboral ajustados a legislación vigente y por supuesto por el reparto de la renta. Es un tema relevante de alcance nacional y que agitará aún más las aguas. Es un avance, pero su tránsito es difícil, esperemos que no, pero puede llevarse aún más vidas.
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