La tragedia de los progres
Las esquirlas del triunfo de MM en Capital siguen lastimando. Entre otras cosas aflora la dificultad en la construcción de una alternativa progresista. En mi recorrida blogueril habitual me encontré con esta buena nota de María Esperanza en La Barbarie. Es un pequeño análisis resumido a partir de una modelización de tipos de sociedades resultado de un trabajo de Gregory Luebbert (Liberalismo, fascismo o socialdemocracia). La nota está muy bien explicada y resumida, así que recomiendo leerla directamente. Básicamente la idea que surge de la nota corresponde a la dificultad de armar una alternativa socialdemócrata en nuestro país debido a la incapacidad (o falta de voluntad) de los sectores medios en lograr alianzas con los sectores bajos (así se ha dado en los modelos escandinavos de socialdemocracia). Aparte de los comentarios enriquecedores para la discusión que aparecen en la misma nota, Artemio López publicó otra cuestión del problema.
Nuevamente el centro de la discusión (cuando no) es el peronismo. Según entendí de los argumentos y de mi propia (y pobre) elaboración, la forma que se constituyó el sector medio en Argentina hace imposible ese tipo de alianzas. Según explica Artemio no hay una diferenciación clara de clase entre los sectores medios y bajos en relación al proceso productivo (en sentido estricto por la propiedad o no de los medios de producción), ambos son mayoritariamente asalariados. Las diferencias radican más sobre cortes de índole simbólico y cultural. Esto es debido a que el desarrollo del país durante el primer peronismo empujó hacia arriba a los sectores sociales antes empobrecidos, así se constituyó nuestra clase media, bien diferenciada de las clases altas que provenían de la oligarquía terrateniente que se repartieron el país hasta la década del cuarenta. Al mismo tiempo, el gobierno peronista fabricó canales corporativos de institucionalización de demandas sociales y los incorporó al Estado. Esto es: sindicatos únicos por rama de producción con los que negociar directamente, minando la posibilidad de que las posibles diferencias en las bases florezcan hacia la escena pública. Como resultado, la masa de los sectores medios y bajos asalariados han corrido prácticamente la misma suerte, cuando a unos les fue bien a los otros también y viceversa. Artemio pone como ejemplo el caso de la década del noventa cuyas típicas altas tasas de desempleo impactaron en ambas capas por igual y probablemente hicieron más daño en las capas medias. María Esperanza agrega otro dato importante sobre la incapacidad (o imposibilidad) de la UCR (y por carácter transitivo de los otros partidos que pudieran ser gobierno) de articularse con los sindicatos, que siempre respondieron al peronismo. El panorama se oscurece con la despolitización general, que obtura la articulación de la sociedad civil y la esfera pública anulando toda posibilidad de construir alternativas desde el llano.
Por todo esto hoy día sería prácticamente imposible la factibilidad de un modelo socialdemócrata en Argentina.
Y como peronismo es todo y peronismo es nada, si seguimos a Artemio, la única posibilidad de avance progresista sería, dadas las realidades políticas argentinas, solo dentro del peronismo. Esto querría decir que el clivaje peronismo-antiperonismo sigue en pie y por lo tanto el antiperonismo será siempre antipopular, al menos como están dadas las cosas hasta ahora.
Nuevamente el centro de la discusión (cuando no) es el peronismo. Según entendí de los argumentos y de mi propia (y pobre) elaboración, la forma que se constituyó el sector medio en Argentina hace imposible ese tipo de alianzas. Según explica Artemio no hay una diferenciación clara de clase entre los sectores medios y bajos en relación al proceso productivo (en sentido estricto por la propiedad o no de los medios de producción), ambos son mayoritariamente asalariados. Las diferencias radican más sobre cortes de índole simbólico y cultural. Esto es debido a que el desarrollo del país durante el primer peronismo empujó hacia arriba a los sectores sociales antes empobrecidos, así se constituyó nuestra clase media, bien diferenciada de las clases altas que provenían de la oligarquía terrateniente que se repartieron el país hasta la década del cuarenta. Al mismo tiempo, el gobierno peronista fabricó canales corporativos de institucionalización de demandas sociales y los incorporó al Estado. Esto es: sindicatos únicos por rama de producción con los que negociar directamente, minando la posibilidad de que las posibles diferencias en las bases florezcan hacia la escena pública. Como resultado, la masa de los sectores medios y bajos asalariados han corrido prácticamente la misma suerte, cuando a unos les fue bien a los otros también y viceversa. Artemio pone como ejemplo el caso de la década del noventa cuyas típicas altas tasas de desempleo impactaron en ambas capas por igual y probablemente hicieron más daño en las capas medias. María Esperanza agrega otro dato importante sobre la incapacidad (o imposibilidad) de la UCR (y por carácter transitivo de los otros partidos que pudieran ser gobierno) de articularse con los sindicatos, que siempre respondieron al peronismo. El panorama se oscurece con la despolitización general, que obtura la articulación de la sociedad civil y la esfera pública anulando toda posibilidad de construir alternativas desde el llano.
Por todo esto hoy día sería prácticamente imposible la factibilidad de un modelo socialdemócrata en Argentina.
Y como peronismo es todo y peronismo es nada, si seguimos a Artemio, la única posibilidad de avance progresista sería, dadas las realidades políticas argentinas, solo dentro del peronismo. Esto querría decir que el clivaje peronismo-antiperonismo sigue en pie y por lo tanto el antiperonismo será siempre antipopular, al menos como están dadas las cosas hasta ahora.
2 Comentarios:
Como siempre, me sorprendés, me hacés releer lo que escribís y me asombra tu claridad de pensamiento.
Yo creo que el último parrafo sintetiza una realidad que verdaderamente paraliza. No hay nada peor que la falta de alternativas.
El poder que ejerce el aparato peronista (sindicatos, clientelismo y demás variantes) tiene la capacidad de frenar cualquier tipo de alternativa cuando son gobierno y cuando no lo son les sirve para desestabilizar al de turno, y lamentablemente contra eso no se puede, es utópico. Está tan arraigado que es imposible revertirlo y da miedito e incertidumbre.
Quizás me voy por la ramas, pero un claro ejemplo de la falta de alternativas son los candidatos para Presidente 2007:
CristinaK: Una forma pedorra de encubrir una reeleción y de paso la juega de Eva, que es el sueño de toda primera dama peronista.
Elisa Carrió: En su momento fue una alternativa de cambio seria, al menos lo parecía, fue tan manoseada y burlada que quedó como una gorda mitómana, la hundieron.
Roberto Lavagna: Ministro de Economía de Duhalde y de K, algo más para decir?.
Ricardo López Murphy: Un ex Radical (si hay algo más boludo que un Radical es un ex Radical), ahora PRO, un tipo de derecha que no le tiembla el pulso si te tiene que cagar de hambre.
Es triste pero estamos en el horno che.
Gastón, no te sorprendas tanto. Esto es un refrito de lo que analizaron mentes más brillantes.
De todas formas no lo pienses tanto como una suerte conspiración peronista para cagarnos (estoy exagerando pero se puede tender a esa idea). De hecho Artemio me cagó a pedos por sobreestimar al peronismo. Esto es un análisis sociológico a partir de la conformación de la estructura social en Argentina. Las cosas se dieron así. El estudio de las alternativas políticas no puede eludir el carácter populista de la conformación de nuestros sectores medios y, por ende, toda alternativa debería tener en cuenta esto. Es decir que todo aquel que hace política con cierto desdén hacia lo popular y subestimando los canales de diálogo típicos del populista no estaría en condiciones de formar un gobierno viable como están las cosas hoy día.
El debate siguió en los dos sitios que cité y hay una observación interesante acerca del intento del primer kirchnerismo de salirse del peronismo (¿recordás la transversalidad?) intentando seducir a los sectores medios. Pero tuvo resultados muy relativos cuando la economía se acomodó. Los que alguna vez fueron caceroleros y asambleistas ahora van corriendo detrás del Ingeniero con licencia o del otro (parafraseando a María Esperanza).
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