El señor sobre la basura
No voy a ocultar mi aversión a Macri y a todo lo que significa él y su candidatura. Es por eso que mis acotaciones seguramente estarán sesgadas por esa impresión, no me preocupa.
Muchos han sido los comentarios sobre la imagen de presentación de su candidatura a jefe de gobierno, queriendo arrogarse el descubrimiento del barrio más pobre y el basural más sucio, solo con la finalidad de instalar allí su lanzamiento. Las críticas le llovieron por parte de sus contrincantes electorales, no sorprende porque forma parte del juego político-mediático. Petarditos nomás que quisieron sonar como bombas. Porque decir que “usó” a una nenita pobre para matizar su prolija imagen no es algo que me haya llamado la atención. Todos los candidatos besan niños aunque les repugne y caminan por barrios postergados aunque después tengan que tirar los zapatos.
Pero la foto igual me impresionó. Todos la vieron. Esta otra toma del back-stage que me encontré en algún recóndito lugar de la web ilustra solo un escenario un poco más amplio. Era exactamente como me imaginaba que se completaba el cuadro.
Macri, diputado part-time, prolijo empresario exitoso de la patria contratista, encontró la mugre y se elevó diez centímetros para no pisarla. También se cuidó de no mezclarse mucho con los pobres, custodiado por la PFA, organismo represivo del estado dedicado a proteger a los hombres de bien de la amenaza de los “amigos de lo ajeno”, los que atentan contra la propiedad privada.
La basura que lo rodea (sin eufemismos) me remitió al negocio pingüe que tuvo el grupo empresario de su padre (del cual Mauricio es integrante) durante muchísimos años en la ciudad de Buenos Aires con la recolección de residuos por parte de Manliba, contratado y recontratado por adjudicación directa hasta que, en 1997, el primer intendente electo (Fernando De La Rua) le bajó el contrato, renegoció con otras empresas y se ahorró $50M (pesos-dólares en aquella época). Y también que allá por el 2003, en un intento anterior de conseguir la jefatura de gobierno, declaraba que a los cartoneros había que "sacarlos de la calle", que la recolección informal era "un delito", que a los cirujas que insistieran en su tarea se los iba a "llevar presos". Supongo que habrá cambiado de opinión, que ahora se habrá reconciliado con los pobres y sus estrategias de supervivencia y que si gana las elecciones los ayudará a superar esa condición.
Pero lo que me impulsó a escribir esto, en definitiva, fue encontrarme con un excelente artículo de esos que cada tanto escribe Sandra Russo. Cuando Macri recibió la lluvia de críticas por la forma en que había lanzado su campaña, se justificó diciendo que la nena estaba por ahí como jugando y cuando quiso irse a él se le ocurrió decirle que se quedara, que no lo deje solo allí. Recuerdo que hasta le preguntó el nombre (Melina) a la niña compañera de tarima. Hasta ahí sonaba tierno. Luego me enteré que se había arrepentido. ¿Por qué? Como dije más arriba, es algo que hacen todos los candidatos, no hay por qué escandalizarse. Pero Sandra Russo rescata algo fabuloso desde una simple palabra, cosas del lenguaje, lean:
Esta cita alimenta mi declarado resentimiento social y mi aversión hacia Macri. Ya no tengo que votar en Buenos Aires, así que les regalo a los porteños que aún están por ahí esta suerte de anti-campaña:
Macri no pretende gobernar la ciudad, no al menos gobernar en función del bien común y haciendo uso del poder público para equilibrar las desigualdades e injusticias de la sociedad. Lo que él pretende es gerenciar. Esto entendido simplemente en el sentido de mover unas pocas perillas que faciliten el aceitado funcionamiento de la maquinaria del mercado capitalista. Es decir, promover lo que la dirigencia empresaria argentina entiende como “inversión” (léase poner unos pocos pesos y una cara lavada para llevarse con pala un dinero pagado a cambio de un bien o servicio de mínima, mejor nada, y si esto no es posible, conseguir la asistencia del erario público). Luego, si el negocio funciona, habrá que idear alguna forma de asistencia hacia los “menos talentosos” (como declaró en algún reportaje de sus primeros pasos en la política) con lo que sobre.
Lo más triste de todo es que este señor sería el más temible contendiente político de la pareja K…
Muchos han sido los comentarios sobre la imagen de presentación de su candidatura a jefe de gobierno, queriendo arrogarse el descubrimiento del barrio más pobre y el basural más sucio, solo con la finalidad de instalar allí su lanzamiento. Las críticas le llovieron por parte de sus contrincantes electorales, no sorprende porque forma parte del juego político-mediático. Petarditos nomás que quisieron sonar como bombas. Porque decir que “usó” a una nenita pobre para matizar su prolija imagen no es algo que me haya llamado la atención. Todos los candidatos besan niños aunque les repugne y caminan por barrios postergados aunque después tengan que tirar los zapatos.
Pero la foto igual me impresionó. Todos la vieron. Esta otra toma del back-stage que me encontré en algún recóndito lugar de la web ilustra solo un escenario un poco más amplio. Era exactamente como me imaginaba que se completaba el cuadro.
Macri, diputado part-time, prolijo empresario exitoso de la patria contratista, encontró la mugre y se elevó diez centímetros para no pisarla. También se cuidó de no mezclarse mucho con los pobres, custodiado por la PFA, organismo represivo del estado dedicado a proteger a los hombres de bien de la amenaza de los “amigos de lo ajeno”, los que atentan contra la propiedad privada.
La basura que lo rodea (sin eufemismos) me remitió al negocio pingüe que tuvo el grupo empresario de su padre (del cual Mauricio es integrante) durante muchísimos años en la ciudad de Buenos Aires con la recolección de residuos por parte de Manliba, contratado y recontratado por adjudicación directa hasta que, en 1997, el primer intendente electo (Fernando De La Rua) le bajó el contrato, renegoció con otras empresas y se ahorró $50M (pesos-dólares en aquella época). Y también que allá por el 2003, en un intento anterior de conseguir la jefatura de gobierno, declaraba que a los cartoneros había que "sacarlos de la calle", que la recolección informal era "un delito", que a los cirujas que insistieran en su tarea se los iba a "llevar presos". Supongo que habrá cambiado de opinión, que ahora se habrá reconciliado con los pobres y sus estrategias de supervivencia y que si gana las elecciones los ayudará a superar esa condición.
Pero lo que me impulsó a escribir esto, en definitiva, fue encontrarme con un excelente artículo de esos que cada tanto escribe Sandra Russo. Cuando Macri recibió la lluvia de críticas por la forma en que había lanzado su campaña, se justificó diciendo que la nena estaba por ahí como jugando y cuando quiso irse a él se le ocurrió decirle que se quedara, que no lo deje solo allí. Recuerdo que hasta le preguntó el nombre (Melina) a la niña compañera de tarima. Hasta ahí sonaba tierno. Luego me enteré que se había arrepentido. ¿Por qué? Como dije más arriba, es algo que hacen todos los candidatos, no hay por qué escandalizarse. Pero Sandra Russo rescata algo fabuloso desde una simple palabra, cosas del lenguaje, lean:
“Le hubiese dicho retirate, que estoy por comenzar.” Me llamó la atención no leer ningún comentario sobre el alcance del verbo utilizado por el candidato, y del campo semántico que abre ese verbo en ese contexto. Porque más allá de técnicas y análisis semánticos, la construcción de esa frase es un jugo exprimido de significados.
Nadie que no haya crecido rodeado de mucamas con cofias y de subordinados de todas las especies pronuncia el clásico “Puede retirarse”. No se le dice “retirate” a un amigo, ni a un par, ni a nadie que no esté esperando, desde por lo menos diez centímetros abajo, una orden amable y recubierta de fondant. Pero una orden.
(…)
“Retirate, que estoy por comenzar” es una frase en la que la lengua obligó a Macri a revelar sin que él supiera evitarlo cuál es su mirada sobre los que lo rodeaban ese día, y sobre la niña que tan contenta posaba a su lado. A la madre de la niña le hubiese dicho un “Puede retirarse” de los miles de “Puede retirarse” que Macri debe haber dicho en su vida. A la niña le hubiese dicho “Retirate”. ¿No hace ruido ese verbo para dirigirse a alguien de diez años?
Los que tenemos alguna ayuda en casa de parte de señoras o jóvenes que usan calzas y remeras, cuando queremos que se vayan solemos decir andate, listo, vaya nomás, déjelo así, nos vemos el martes. Pero nunca diríamos “Puede retirarse” o “Retirate”, porque esa expresión está muy por afuera de nuestro campo semántico, no la hemos escuchado en nuestras casas, si la hemos escuchado la detestamos, y directamente no se nos pasa por la cabeza porque sería inapropiado: a una chica que ayuda en casa uno no le dice “Retirate”, salvo que tenga delirios de grandeza.
Macri no tiene delirios de grandeza. Lo que tiene es una historia personal con extras uniformadas que se retiraban si él se lo pedía, y es posible que siempre lo haya pedido amablemente. Pero inequívocamente esa frase revela una clase.
Esta cita alimenta mi declarado resentimiento social y mi aversión hacia Macri. Ya no tengo que votar en Buenos Aires, así que les regalo a los porteños que aún están por ahí esta suerte de anti-campaña:
Macri no pretende gobernar la ciudad, no al menos gobernar en función del bien común y haciendo uso del poder público para equilibrar las desigualdades e injusticias de la sociedad. Lo que él pretende es gerenciar. Esto entendido simplemente en el sentido de mover unas pocas perillas que faciliten el aceitado funcionamiento de la maquinaria del mercado capitalista. Es decir, promover lo que la dirigencia empresaria argentina entiende como “inversión” (léase poner unos pocos pesos y una cara lavada para llevarse con pala un dinero pagado a cambio de un bien o servicio de mínima, mejor nada, y si esto no es posible, conseguir la asistencia del erario público). Luego, si el negocio funciona, habrá que idear alguna forma de asistencia hacia los “menos talentosos” (como declaró en algún reportaje de sus primeros pasos en la política) con lo que sobre.
Lo más triste de todo es que este señor sería el más temible contendiente político de la pareja K…
2 Comentarios:
Está muy díficil el panorama electoral de Capital...
Macri es invotable desde donde lo mires...
Telerman debería haber caido con Ibarra...
Filmus parece honesto pero administrativamente ni idea...
Que sé yo...
Sí, yo me alegraba de no tener que votar en la capital... antes decidía mi voto con tiempo, sin problemas, hoy no sabría qué hacer.
Me alegraba... pero acá voy a tener que ir a votar dos fines de semana seguidos, uno para intendente y otro para gobernador... y también está difícil decidirse (aparte que hay que aprender toda una historia política local que domino bastante poco)
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