viernes, abril 03, 2009

Despidiendo a Raúl


Mi primera impresión sobre Raúl Alfonsín luego de enterarme de su deceso fue pensar que tuvo un par de años increíbles, uno más o menos y a partir del 87 ya fue todo bastante cuesta abajo. Ser el primer presidente (en el sentido que recuerda Fabio) democrático para muchos de nosotros es una estampa imborrable, haber ganado la contienda electoral de aquella fiesta del 83 lo inscribió en la historia de modo indeleble. Como ícono de esos felices primeros años se me ocurría el Juicio a las Juntas (es cierto que con algún saborcillo amargo, pero sin dimensión contra el hecho de marcarle la cancha a los milicos con su ley de autoamnistía debajo del brazo) y por supuesto el punto de inflexión de aquella seguidilla: Punto Final + Felices Pascuas + Obediencia Debida. Leyendo los balances creo que no anduve lejos de la sensación general de quienes quisieron recordarlo con un poco de cerebro (y no con obsecuencia mecánica).

En el haber podríamos sumar un par de aciertos importantes en política internacional: Acuerdo del Beagle y acercamiento con Brasil, y una más muy buena: la ley de divorcio. El quiebre de la ley Mucci y el fiasco del Congreso Pedagógico serán tal vez de esas medidas bien intencionadas (mucho más la segunda que la primera) pero fallidas desde el punto de vista político. En el debe nos quedan las primeras políticas económicas neoliberales con aval del gobierno democrático y ese triste desbalance entre el tratamiento con los levantamientos militares ("héroes de Malvinas") y aquel ferozmente reprimido copamiento de La Tablada, entre otras cosas.

En cuanto a su forma de ser en líneas generales es de destacar que es evidentemente un animal político de raza, que sus logros más festejados fueron aquellos soportados y avalados por el voto popular, y sostenidos por un feliz juego democrático de partidos... y que todo se fue apagando a medida que quiso convertirse en un generador de consensos de cúpulas.

Hoy escuchaba en el Show de los Muppets que el periodista que empeora los comentarios de Víctor Hugo (cuando estaba Barone al menos los trataba de empardar) lo recordaba "por su honestidad y su capacidad para generar consensos". Si lo dejamos así, lo mandamos derechito al infierno. Una pena, un señor tan querible que dedicó su vida a la política... y después de fallecido sea insultado de tal modo en su inteligencia, en sus grandes logros y en su historia.