Perspectivas
Para el excelente diario La Nación (tribuna de doctrina, aunque remozada), que el salario mínimo acordado supere el máximo histórico de poder adquisitivo medido en kilos de pan (con el precio que quieras, el del Indec, el de las consultoras privadas montoneras o el de las consultoras privadas destituyentes) no es noticia sino solo para hacer mención de eso: que la presidenta "asumió" que puede haber otros precios de pan.
También, una empleada que le gana un juicio laboral al Estado es una heroína si la despidieron por estar en desacuerdo con los lineamientos del Indec, sino es un ñoqui que vive de la industria del juicio contra el Estado. Si el caso se hubiera dado en el sector privado, de seguro recogíamos testimonios de empresarios que reclaman más flexibilidad laboral para hacer lo que les convenga con sus empleados díscolos y por supuesto rebaja de cargas sociales e indemnizaciones.
Por último, Beatriz Sarlo deja deslizar la siguiente frase con una desfachatada honestidad intelectual (impensada dentro de tal tribuna de doctrina):
Pero después pasa la brocha gruesa para empatar con:
Entonces es lo mismo Menem que Kirchner, la Triple A que los fusilados de J.L. Suárez, los Montoneros que los bombardeados en el 55. Son todos peronistas y suman para la misma canasta.
Indudablemente el problema no es más o menos justicia social, sino que, como siempre, el problema es el peronismo. Y en cuanto a la política cultural, que de eso se trata el artículo, la veo preocupada por el mentado asunto de la libertad (de expresión):
No parece ser una falencia lo de la libertad cultural, aunque sí es cierto que la cuestión de asignación de recursos siempre es un punto determinante a discutir: en gobiernos peronistas y no tanto.
Y para irnos a la otra punta del mercado de medios gráficos, valga esta joyita del modesto diario local "El Ciudadano" sobre el reciente conflicto del sindicato de empleados de comercio con la concesionaria del Cerro Catedral: desafío al lector a encontrar la frase del título en boca del dirigente citado en el cuerpo de la nota. Lejos de criticar al corte de ruta en sí (que forzó a la Conciliación Obligatoria), lo que hace el compañero Leiva es aprovechar la visibilidad del conflicto para exponer una falencia puertas adentro del gremio: la de la libertad de elegir delegados y poder participar de los procesos decisorios de las acciones del sindicato.
Respecto al corte de ruta, sí, parece una medida desmesurada por dos empleados cesanteados, el reclamo de vestimenta adecuada, baños y comedor para los 400 empleados que conviven con las bajas temperaturas de la base del cerro (reclamo reiterado con anticipación y ninguneado por la concesionaria, que no se anda con chiquitas). Más desmesurada sería la reacción del oligarca que lo hacen caminar un buen tramo (desmesurado también) para poder ir a esquiar en la poca nieve que hay, sobre todo si no porta la cucarda oficial: "Yo no estuve con el campo".
También, una empleada que le gana un juicio laboral al Estado es una heroína si la despidieron por estar en desacuerdo con los lineamientos del Indec, sino es un ñoqui que vive de la industria del juicio contra el Estado. Si el caso se hubiera dado en el sector privado, de seguro recogíamos testimonios de empresarios que reclaman más flexibilidad laboral para hacer lo que les convenga con sus empleados díscolos y por supuesto rebaja de cargas sociales e indemnizaciones.
Por último, Beatriz Sarlo deja deslizar la siguiente frase con una desfachatada honestidad intelectual (impensada dentro de tal tribuna de doctrina):
Es cierto que el general Perón fue desalojado en 1955 por un golpe militar y que debemos 18 años de inestabilidad a la injustificable proscripción del peronismo, que sólo terminó con la victoria electoral de Cámpora en 1973.
Pero después pasa la brocha gruesa para empatar con:
La experiencia de la proscripción es imborrable, sin duda, pero dado que el peronismo gobernó 18 de los últimos 20 años sus militantes bien podrían reconocer que últimamente no les fue tan mal.
Entonces es lo mismo Menem que Kirchner, la Triple A que los fusilados de J.L. Suárez, los Montoneros que los bombardeados en el 55. Son todos peronistas y suman para la misma canasta.
Indudablemente el problema no es más o menos justicia social, sino que, como siempre, el problema es el peronismo. Y en cuanto a la política cultural, que de eso se trata el artículo, la veo preocupada por el mentado asunto de la libertad (de expresión):
la libertad de la cultura respecto de la política es justamente eso: que los intelectuales y artistas elijan la proximidad o la distancia, hablar para grandes masas o para minorías, seguir los temas de conversación de moda o sustraerse a ellos.
No parece ser una falencia lo de la libertad cultural, aunque sí es cierto que la cuestión de asignación de recursos siempre es un punto determinante a discutir: en gobiernos peronistas y no tanto.
Y para irnos a la otra punta del mercado de medios gráficos, valga esta joyita del modesto diario local "El Ciudadano" sobre el reciente conflicto del sindicato de empleados de comercio con la concesionaria del Cerro Catedral: desafío al lector a encontrar la frase del título en boca del dirigente citado en el cuerpo de la nota. Lejos de criticar al corte de ruta en sí (que forzó a la Conciliación Obligatoria), lo que hace el compañero Leiva es aprovechar la visibilidad del conflicto para exponer una falencia puertas adentro del gremio: la de la libertad de elegir delegados y poder participar de los procesos decisorios de las acciones del sindicato.
Respecto al corte de ruta, sí, parece una medida desmesurada por dos empleados cesanteados, el reclamo de vestimenta adecuada, baños y comedor para los 400 empleados que conviven con las bajas temperaturas de la base del cerro (reclamo reiterado con anticipación y ninguneado por la concesionaria, que no se anda con chiquitas). Más desmesurada sería la reacción del oligarca que lo hacen caminar un buen tramo (desmesurado también) para poder ir a esquiar en la poca nieve que hay, sobre todo si no porta la cucarda oficial: "Yo no estuve con el campo".
2 Comentarios:
Es cierto, el peronismo es el problema, inobjetable bolsa de gatos, juntadero de diversas calañas dignas de un impactante programa de la National Geografic, movimiento hambriento de poder al que no le tiembla el pulso para incorporar en sus filas a empresarios y obreros, todo le viene bien al peronismo... y nada le viene bien...
"Hay que superar el peronismo", es, para mí, una de las expresiones utópicas más necesarias, porque realmente creo que hay que superarlo, mal que le pese al fantasma de Perón, que sin sus manos, y sin el Brujo enterrado con él, cada vez me asusta menos.
Juan Pablo, durante mucho tiempo pensé algo parecido, obviamente influenciado por el pensamiento dominante de la época del radicalismo triunfal de mediados de los 80 (pura teoría de los dos demonios), una ansiedad democrática salida del oscuro terrorismo de estado previo y el sesgo típico de clase media.
Hoy tengo menos ansiedad por superar al peronismo. Análogamente a lo que decía Sartre sobre el marxismo, creo que el peronismo tendrá validez (necesariamente) hasta tanto desaparezcan las condiciones que le dieron existencia (pobreza, exclusión, marginalidad, básicamente la triste tendencia a estructurar un país para unos pocos).
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