domingo, junio 27, 2004

Michel Foucault y los piqueteros

¿Foucault en un blog?, ¿Por qué no? No sería la primera vez.
El viernes pasado se cumplieron 20 años del fallecimiento de este filósofo y ensayista francés, de un pensamiento lúcido y sorprendente. Si les llega a interesar pueden leer una pequeña reseña de su vida y obra y algunas notas más en el Página 12. Pero, haciendo alusión a una gran frase suya allí publicada:

Todos mis libros son pequeñas cajas de herramientas. Si la gente quiere abrirlos, usar tal frase o tal análisis como un destornillador o una pinza para provocar un cortocircuito, descalificar o quebrar los sistemas de poder, incluidos aquellos de donde eventualmente salen mis libros... ¡Y bueno, mucho mejor!


Voy a intentar un pequeño ensayo que espero no sea un foucaulticidio, me gustaría al menos que aporte algún punto de discusión interesante, particularmente alrededor de esta cuestión de los piqueteros, que tanta prensa está teniendo últimamente, aparte del doble aniversario del asesinato de Kosteki y Santillán por parte de la policía. Veamos...
El pensamiento de Foucault es sumamente extenso y su estudio requiere una dedicación de mucho más que unos minutos de lectura. Más que ideas, como él dice, se trata de herramientas que, con la práctica, pueden ayudarnos a cavar cada vez más hondo en ciertos misterios de la vida humana, a cuestionarlos y pensarlos de una manera distinta a la que habitualmente estamos acostumbrados. Esto no llegará a ser ni un asomo de punta de iceberg, pero puede (eso quisiera) que les provoque algún agite neuronal como el que me provoca a mí.

El equívoco

Partiré indicando un doble equívoco sobre el que insisto desde hace tiempo. Se suele echar las culpas de nuestros males sobre los políticos en particular, pero también sobre todo lo que esté relacionado con la política en general. Como si la política en sí fuera intrínsecamente dañina para nuestro vivir. Yo interpretaría que este mal proviene básicamente de la sensación de que en la práctica política siempre se cae en la ambición de poder, lo cual nos llevaría una y otra vez a la ruina. Con lo cual se concluye que todo lo relacionado con la política y el poder está podrido y destinado indefectiblemente a caer en la corrupción. Por lo tanto, lo más sano para nosotros sería alejarnos lo más posible de la política y el poder. Este es, según MF, el triunfo del humanismo:

Entiendo por humanismo el conjunto de discursos mediante los cuales se le dice al hombre occidental: “si bien tú no ejerces el poder, puedes sin embargo ser soberano. Aún más; cuanto más renuncies a ejercer el poder y cuanto más sometido estés a lo que se te impone, más serás soberano” ... En suma, el humanismo es todo aquello a través de lo cual se ha obstruido el deseo de poder en Occidente -prohibido querer el poder, excluida la posibilidad de tomarlo-...
(“Más allá del bien y del mal”, entrevista realizada por revista Actuel, nº 14, 1971)


MF ataca al humanismo con una falta de corrección política que provoca cierto escozor, sobre todo para aquellos que nos consideramos buenos tipos, pacíficos y honestos, que no nos metemos con nadie y que tratamos de pensar cívicamente en cada elección “qué es lo mejor para el país”. Pero bienvenida sea la provocación, ya que nos ayuda a salir del equívoco que significa que lo mejor que podemos hacer es mantenernos alejados del poder y del daño que se puede generar por desearlo. No se apuren a imaginarse esto como una remake de la toma del Palacio de Invierno. No se trata de ello. Veamos que nos dice sobre el poder.

Microfísica del poder

La gran incógnita actualmente es: ¿Quién ejerce el poder? Y ¿dónde lo ejerce? Actualmente se sabe prácticamente quién explota, a dónde va el provecho, entre qué manos pasa y dónde se invierte, mientras que el poder... Se sabe bien que no son sólo los gobernantes los que detentan el poder. Pero la noción de “clase dirigente” no es ni muy clara ni está muy elaborada...
... sería necesario saber bien hasta dónde se ejerce el poder, por qué conexiones y hasta qué instancias, ínfimas con frecuencia, de jerarquía, de control, de vigilancia, de prohibición, de sujeciones. Por todas partes en donde existe el poder, el poder se ejerce. Nadie, hablando con propiedad, es el titular de él; y, sin embargo se ejerce en una determinada dirección, con los unos de una parte y los otros de otra; no se sabe quién lo tiene exactamente; pero se sabe quién no lo tiene...
(“Los intelectuales y el poder”, entrevista realizada por revista L`Arc, nº 49, 1972)


Esta es una idea realmente interesante. Un concepto de poder que no puede ser poseído, acumulado en potencia, como se dice en politología, sino que fluye en determinada dirección y se ejerce en acto. Como múltiples vectores que apuntan hacia un lado y que, obviamente, se enfrentan a otros que apuntan hacia otro, de ello nos queda una resultante. Los grandes centros de regeneración de poder serían las instituciones (escuelas, prisiones, tribunales, hospitales, manicomios), pero el flujo, en su circulación llega al mismo sujeto social individual en forma capilar:

…cuando pienso en la mecánica del poder, pienso en su forma capilar de existencia, en el punto en el que el poder encuentra el núcleo mismo de los individuos, alcanza su cuerpo, se inserta en sus gestos, actitudes, sus discursos, su aprendizaje, su vida cotidiana ...

(“Entrevista sobre la prisión: El libro y su método”, revista Magazine Littérarie, nº 101, junio 1975).


Saber es poder, poder es saber

¿Cómo es posible la circulación de poder a un nivel tan microscópico que ni nos damos cuenta? Se trata de producir saberes legítimos que se inserten como sistemas operativos en nuestro hardware corporal, valga la analogía informática, sin los cuales no podríamos funcionar (esa es la sensación que provocan) y los cuales reproducimos una y otra vez, en nuestra vida cotidiana.

No hay ejercicio de poder posible sin una cierta economía de los discursos de verdad que funcionen en, y a partir de esta pareja. Estamos sometidos a la producción de la verdad desde el poder y no podemos ejercitar el poder más que a través de la producción de verdad.
(Curso del 14 de enero de 1976 pronunciado por MF en el College de France).


He aquí la cuestión: el poder se inscribe en nuestros cuerpos a través de los discursos, de la generación de verdades legitimadas por una estructura de poder dada, una estructura que funciona más o menos aceitadamente (sino no podría estar legitimada) que nos premia cuando honramos ese discurso y esas verdades, y que nos reprime, primero sutilmente, si nos corremos de la línea, pero siempre con el discurso, los significados, los saberes.

Entonces, si el poder circula con los discursos, es posible una lucha de discursos, una pugna por significados, de eso se trataría la pelea por el poder, de lograr imponer un discurso, generar una producción de verdad distinta.

Demos una vuelta de tuerca a lo planteado al principio. Se nos adoctrina, se nos enseña que desear el poder es malo, es dañino y que, en el mejor de los casos, el poder se ejerce desde las urnas. Que si ponemos en cuestión esta relación de soberanía en la cual jugamos un papel pasivo (de obediencia legítima), estamos lastimando al “bien común”. Cuando una sociedad está medianamente sana (si se me permite el biologicismo), sería porque estos dispositivos discursivos alcanzan a meterse en los lugares más recónditos sin mayores resistencias y recirculando a través de los individuos formando una retícula que cubre todo el cuerpo social... y “funciona aceitadamente”.

Esos “malditos” piqueteros

Pero cuando existen estas grandes discusiones sobre si está bien o está mal hacer lo que hacen los piqueteros: cortar calles, es porque estamos presenciando precisamente una lucha discursiva. Se nota al nivel del derecho constitucional, discurso de verdad si los hay, donde se oponen los derechos y garantías sociales contra los derechos individuales y de propiedad. Todo el mundo tiene claro, o al menos debería, que esta cuestión de los cortes de calle, aparece exageradamente en la agenda pública como “gran problema nacional”. El discurso de la “molestia” y “ambiente de amenaza” que generarían en las calles se cuela en lo más profundo y capilar de la sociedad, en los ambientes laborales, en los taxis, en los cafés, en las reuniones con amigos, obviamente en los medios y hasta en los weblogs.

Pero ellos están ahí, y suben la apuesta, y se quedan en la calle. Chequeo con algún sistema de medición un poco distinto que el “humor social de la clase media” y veo que hay una verdad, que, a pesar de estar cerca del 10% de crecimiento anual del PBI, todavía hay un 47% de pobres, un 20% de indigentes y casi otro 20% de desempleados (sin contar los benditos “planes”). ¿Y si pensáramos a los piqueteros como aquellos que están imponiendo una lucha por el poder, por la generación de discursos, de verdades? ¿Y si ellos son el “síntoma” que sigue apareciendo a pesar de los discursos legítimos en contra de su presencia?

¿Y si son una forma de escapar al cerrojo del humanismo?

... este cerrojo puede ser atacado de dos maneras. Ya sea por un “des-sometimiento” de la voluntad de poder (es decir por la lucha política en tanto que lucha de clase), ya sea por un trabajo de destrucción del sujeto como pseudo-soberano (es decir mediante el ataque “cultural”: supresión de los tabúes, de limitaciones y de separaciones sexuales; práctica de la existencia comunitaria; desinhibición respecto a la droga; ruptura de todas las prohibiciones y de todas las cadenas mediante las que se recontruye y se reconduce la individualidad normativa).
(“Más allá del bien y del mal”, entrevista realizada por revista Actuel, nº 14, 1971)


Me refiero especialmente a esto segundo, porque ellos demuestran una capacidad de experiencia comunitaria que nosotros, como clase media, hemos perdido. Yo veo aquí un resentimiento social, un resentimiento hacia aquellos que se asocian y se potencian, que se las arreglan con poco. Que agarran esos planes miserables y hacen comedores, hacen panaderías, un talleres de hilados... que se juntan y logran cosas al margen de lo que se les dice que deberían hacer, de lo que dice el discurso que dice qué es lo que hay que hacer. Nos pintaron la cara, nosotros no pudimos hacer durar las asambleas barriales, rápidamente nos sacudimos con asco cuando nos empezamos a dar cuenta que estábamos haciendo “política” (puajjjj!!) y nos fuimos a casa a mirar la tele.

Pero ellos siguen allí, ¿Y si son nuestra esperanza de que “algo distinto sea posible”? Si ellos no estuvieran poniendo en cuestión algunas verdades todavía legítimas, ¿no hubiéramos caído rápidamente en lo mismo de siempre: agachar la cabeza, pagar la deuda, que los pobres laburen si quieren y que si no pueden, se jodan, y los que laburamos nos dedicamos a ir de la cama al living, comprarnos algo, salir de vacaciones? ¿No es la de los piqueteros una respuesta, un discurso, una verdad más deseable, más digna que la de un país que deja morir de hambre a buena parte de su población? Con solo hojear las noticias podés enterarte que en Paraguay unos choferes de micros se crucifican estoicamente (con clavos en las manos, nada de atarse) para pedir que el Estado no suspenda las licencias de las empresas para las que trabajan porque perderían sus empleos; de la misma forma también te podés enterar que en Perú y en Bolivia se les está dando por linchar alcaldes por considerarlos corruptos. Y vos te lanzás con toda la furia contra estos grupos que cortan calles, piden trabajo y como no hay, exigen planes para organizarse y sobrevivir de manera digna... y lo logran. Si ellos no estuvieran allí, tal vez ya nos hubiéramos olvidado de las verdades que dicen los fríos números: que mucha gente se caga de hambre. Ellos pueden ser la esperanza de la condición humana: que no están dispuestos a dejarse morir de hambre.

¿Y?¿Se agitó la neurona? Si llegaron hasta acá ¿Se entendió algo?

domingo, junio 13, 2004

Aristóteles: sobre el alma, los sonajeros y las flautas

Se dice que El Estagirita ha sido el último ser humano capaz de concentrar todo el conocimiento de una época en su persona, de hecho parece que Darwin llegó a afirmar que los héroes intelectuales de su época “eran simples colegiales al lado del viejo Aristóteles”. Su extensa obra da cuenta de ello, lo cual obviamente no me detendré a desarrollar aquí, ya que me costaría muy probablemente que dejen de leer inmediatamente.
Pero he encontrado un par de curiosidades que pueden resultar divertidas o interesantes (depende de la profundidad con la que se lo aborde). En principio, y a los fines de este post, la idea es que ocurra lo primero, lo segundo ya corre por cuenta de cada uno, aunque sin dejar de ofrecer la ayuda de mis limitados conocimientos sobre el tema. Esto viene a cuenta de un mini-homenaje humorístico, producto del estudio de este importante personaje del pensamiento, que, por una de esas cosas del destino tuvo mucho que ver con mi recta final hacia la consecución de mi primer (y por ahora único) título universitario.

La gran mayoría de las obras que se conocen no estaban destinadas por Aristóteles para el gran público (para la gilada, bah!). Las que sí había decidido publicar él, lamentablemente se perdieron casi todas. Por ello, no es trivial encontrarse con aseveraciones que solo se utilizaban entre un selecto grupo de discípulos y dentro de ámbito del Liceo, y que el solo hecho de hacerlas públicas podía haberle costado el mismo destino que Sócrates: mandarse un fondo blanco de cicuta y bueno, obviamente, morirse. Paradójicamente la mayoría de estas cuestiones que él no podía difundir son ya naturales para nosotros y muchas de las cosas que para la antigüedad eran moneda común pueden horrorizarnos o al menos resultarnos ridículas. Un ejemplo típico de estas últimas es la esclavitud: base fundamental del sistema económico de la Grecia antigua, ya que el trabajo manual asalariado era la actividad más despreciada que se podía considerar, incluso se decía que un esclavo quizá tenía más virtud que alguien que trabajaba a sueldo. Aristóteles, evidentemente, no pudo salirse de su mundo (sino solo asomarse, que ya era mucho) y luego de dar un rodeo debió justificar el sistema esclavista, como lo hicieron casi todos sus contemporáneos. Pensar en la esclavitud es algo que detestamos en la modernidad, tal vez algunos pensemos que sea mejor ser asesinado que ser esclavizado.

Y viceversa, tanto Aristóteles como Platón y Sócrates eran monoteístas, pero solo de puertas adentro, ya que, por supuesto, el monoteísmo estaba estrictamente prohibido. El Tehós de Aristóteles, el motor que todo lo mueve sin ser movido por nada, la causa eficiente y final de todo cuanto existe, tuvo mucho para aportarle al Dios católico y monoteísta que iba a reemplazar 400 años después del mismo Cristo a la banda de los dioses romanos (copiados, a su vez, de los griegos) que eran mucho más divertidos, pero que ya estaban d’mode. Así también, hasta hoy día no se aceptan deidades paganas, la divinidad está cubierta por completo por un único Dios sin rostro, omnisciente y omnipresente.

Aristóteles y su obra
Ahora bien, el viejo Aristóteles se metía con todo, hasta el más mínimo detalle no podía dejar de ser cubierto por su análisis, siempre en la búsqueda de un sentido para el mundo. Luego vendrán instrucciones, máximas de ética y política cuya minuciosidad, de la misma manera que su exploración del mundo sensible, llegaba a ciertos extremos. Por ejemplo en el libro VII del Política hablaba de los fundamentos de una ciudad ideal y realizaba recomendaciones sobre su distribución, cómo ubicar las fortificaciones, sobre las ventajas y desventajas de una salida al mar, etc. Más adelante, trataba sobre la educación, edades ideales para el matrimonio (ellas a los 18 y ellos a los 37 [Pol. VII, 16, 1335a]), sobre el control de la “natalidad” (léase aborto o abandono de recién nacidos por exceso de hijos o por estar lisiados [Pol. VII, 16, 1335b]). A propósito de una reciente y airada discusión sobre la interrupción del embarazo en un post anterior de Fabio, alguno por ahí hablaba del tratamiento de la existencia del Alma en Platón, como justificativo de que sería un crimen detener un embarazo por la existencia del alma desde el momento de la concepción. He aquí un excelente ejemplo de lo que no se debe hacer con un concepto filosófico: trasladarlo de una época a otra sin tener en cuenta el contexto histórico. Aristóteles también desarrolló en extensión el tema del alma (especialmente en su obraDe Anima) y no por ello se privaba de aconsejar arrojar por el precipicio a aquellos niños con problemas físicos, ya que ello se consideraba una aberración de la naturaleza y por tanto plausible de ser eliminado.
Sin embargo, hecha la aclaración y la salvedad, podemos divertirnos un poco

Aristóteles y los sonajeros
El libro VIII del Política (el último) puede llegar a ser desopilante: la importancia de la gramática, la gimnasia y la música en la educación. Y sobre esta última disciplina, léanlo con sus propios ojos:

… es preciso que los niños tengan cierta ocupación, y hemos de considerar que resulta un buen invento el sonajero de Arquitas, que se da a los niños pequeños para que los manejen y no destrocen las cosas de la casa, ya que no se puede tener a un niño quieto. (Pol. VIII, 6, 1340b).


¿Qué te parece, querido internauta? Vos creías que estos grandes filósofos no tenían problemas terrenales. ¿No te sentís más acompañado, ahora? Mientras tirás del cable del mouse tratando de recuperarlo de las garras de tu tierno hijito, pensá en el pobre Aristóteles:
Los estudiosos se pelean por el ordenamiento de los libros, que si los dejamos en el orden que los puso Andrónico de Rodas, o los reordenamos según se cree que fueron escritos. Pero yo prefiero imaginar a un Aristóteles volviendo del Liceo y encontrando a su pequeño Nicomaquito descajetándole los rollos de papiro por todos lados. “¡Herpilis! ¡Querida! Mirá lo que hizo TU hijo, mejor andá a lo de Arquitas y comprale un sonajero al niño, que sino lo mato! ¿Cómo iban estos rollos?, primero el VII, luego el IV... qué se yo!” Mirá vos, 2400 años después seguimos utilizando los mismos métodos para distraer a nuestros pequeños, ¿quién lo hubiera dicho?...

Aristóteles y las flautas
Pero lo que me resultó más curioso viene más adelante. Chupate esta mandarina (a la flauta!):

A partir de estas consideraciones queda claro qué instrumentos deben utilizarse en la educación. No se han de emplear flautas ni ningún otro instrumento técnico, como la cítara o cualquier otro por el estilo, sino tan solo los que formen buenos oyentes de la música o de la educación en general. Además, la flauta no es un instrumento moral, sino más bien orgiástico, de modo que debe utilizarse en aquellas ocasiones en las que el espectáculo pretende más la purificación que la enseñanza. … [Pol. VIII, 6, 1341a]
Cuentan que Atenea, después de haberla inventado, la tiró. Y no está mal decir que la diosa la hizo disgustada al ver que al tocarla se le afeaba el rostro. Sin embargo, es más verosímil que lo hiciera porque el aprender a tocar la flauta en nada sirve al desarrollo de la inteligencia. [Pol. VIII, 6, 1341b]


¿Y esto? ¿No sería una suerte de crítica alegórica a la práctica del sexo oral?. Lo de orgiástico e inmoral es muy sospechoso. Será que el famoso pete lo inventó Atenea y luego se arrepintió. ¿Qué nos quiere decir Aristóteles con eso que no sirve a la inteligencia, pero purifica?. Espero sugerencias...

miércoles, junio 09, 2004

Educando al soberano. Hoy: “Agarrá lo’ libro’, agarrá”

Hace un tiempo, en el programa “El Refugio de la Cultura”, (que dos semanas atrás se salvó raspando de ser levantado del Canal 7), Osvaldo Quiroga le hizo un reportaje al escritor español Manuel Vicent, a propósito de la presentación de su libro Cuerpos Sucesivos. Allí vierte algunos conceptos muy interesantes sobre la literatura, y con una claridad de expresión que me llamó especialmente la atención. Les transcribo algunos fragmentos. También aprovecho para bajar línea respecto de la lectura en general. A ver qué les parece…

El amor en la literatura
El amor está muy mal visto desde el punto de vista literario. Está derruido por escritores malos, poetas mediocres, etc. Pero bueno, el amor no es un sentimiento nada puro. El amor arrastra pepitas de oro, pero arrastra muchísimo barro. Por el amor te puedes matar. En el amor siempre amas lo que no acabas de poseer del todo, con lo cual esa carencia saca de ti lo mejor y también lo peor. Así como la amistad siempre saca de ti lo mejor, es un espacio azul, porque tu puedes dar la vida, nunca rematar la vida por la amistad. Por amor tu puedes matar, tu puedes sufrir. No es un sentimiento cursi ni romántico, aunque está totalmente derruido por la mala literatura. Pero es que el amor te atañe muy profundamente, y te saca todo lo peor y lo mejor de ti.
El amor es como un fluido, un río que se va solidificando en algunos cuerpos sucesivamente, pero el fluido siempre es el mismo.


Esta última frase expresa el leit motiv de su libro. El amor pensado no como algo que se pueda poseer o retener, sino que fluye entre las personas y se hace cuerpo en determinados individuos, momentos y lugares. Es una idea interesante para desarrollar... y para nada cursi, como dice él.

Sobre la literatura: literatos y narradores
-Yo considero que las grandes literaturas, los grandes literatos son esos que jamás le llegas al fondo. Hay un literato que al llegar a la tercera o quinta página, o al tercer capítulo te sabes el truco.

-Eso no te pasa con Borges.

-Exacto. Borges al final sí te sabes el truco, pero cuando te has leído toda la obra. Es como si él, irónicamente, desde el más allá te dijera: "Muy bien, me has descubierto, pero te he hecho leer toda mi obra". Sin embargo, hay otros que jamás le llegas al fondo. Porque ese fondo es maleable y se acomoda siempre a tu estado de ánimo.

Una cosa es ser un literato, otra cosa es ser un narrador. Un literato, un escritor, es el que tiene una construcción del mundo a través de las palabras, no se entiende el mundo sin palabras. Y un narrador es el que no concibe un mundo sin historias, sin imaginar personajes y crear personajes. El escritor tiene un sentido más amplio. Un escritor puede ser también narrador. Y un narrador, a lo mejor, no puede ser un escritor sino que hay gente que escribe muy mal pero que tiene una fuerza increíble para, en un trazo, dar pulso a un muñeco y que empiece a respirar.


Esto me pareció central. Varias veces me he encontrado con gente que descalifica a la literatura clásica por ser libros que les hacían leer en el colegio o que están pasados de moda, y que prefieren cosas de más “actualidad”. Es verdad que a algunos los habrán fastidiado en la secundaria con El Quijote, o el Martín Fierro o hasta el mismísimo Borges (me encantó lo que dice Vicent sobre él), pero no se puede negar la potencia literaria de los textos, su relectura confirma constantemente su vigencia y llegada al fondo de las cosas.

Bueno, él habla de releer clásicos, pero para nosotros, pequeños y comunes habitantes de este complicado y moderno mundo, todo se reduce a poder leer algo alguna vez. Por mi parte leo cuando tengo tiempo (que no es mucho) y cuando decido dejar de hacer otras boludeces para poder sentarme un rato con un libro. Y la verdad que cuando lo hago, no me arrepiento en lo más mínimo.
Se hace difícil hacerse espacio para leer. Muchas veces uno lo deja para la noche justo antes de irse a dormir, cuando ya estás muerto y a la segunda página empezás a auto flagelarte involuntariamente con el libro contra la nariz, producto del cansancio; hasta que te quedás dormido con la cabeza a modo de señalador. En ese caso, trato de reservarme al menos media hora para leer tranquilo, apagar la tele lo antes posible es una excelente medida.
Los fines de semana habría que reservarse un par de horas solo para leer, y no me refiero al desayuno extendido con el diario abierto mientras le untás la mermelada a la tostada, cosa que también hago y disfruto mucho, confieso. Me refiero a leer un libro y solo a eso, incluso sin radio ni música de fondo, concentrarse en la lectura, dedicarle solo un par de horas de todo el fin de semana. Parece fácil pero no lo es, tampoco es imposible.

Hace unos días fui a ver Troya, verdad que me entretuvo bastante. Mi mala memoria provocó, por suerte, que no dejara de disfrutar la película a pesar de percibir que “había cosas raras”. Cuando volví a casa, agarré lo’ libro’ y chequeé algunas de esas cosas. En efecto, la película contiene aberraciones de contenido respecto al relato original de Homero y a otros relatos tradicionales que cuentan la historia (intentaré preparar un artículo con las principales diferencias entre la peli y los textos originales). Algunos habrán salido del cine creyendo que ahora tienen alguna idea de la Guerra de Troya y sus personajes principales, pero debo decirles que no y que espero que al menos algunos se sientan atraídos a leer sobre el mito de Aquiles y su historia, ya con eso sirvió de algo la película. A los que no quieran leer ni interesarse en el tema seguirán por ahí, como siempre, no les cambiará mucho la vida, ni para peor, pero tampoco para mejor.

martes, junio 01, 2004

Non permettere Mapuches