martes, agosto 17, 2010

Efectos bilaterales III

No es el milagro trasandino pero está para ese lado, The Clinic, ya descubierto en anterior viaje, una muestra de su último número, que me traje de contrabando:



(Perdón por el apaisado, pero no sé como rotarlos en HTML y me dio fiaca volver a subirlos)

lunes, agosto 16, 2010

En busca del milagro trasandino

Como cada tanto, me toca viajar al hermano país del socialismo insólito por unos pocos días con motivos laborales. Llego cargado con mi bagaje de prejuicios y preconceptos bien construidos de este lado de la cordillera, sobre todo el del famoso mito del milagro, aquel que reza sobre la prosperidad que han alcanzado mientras nosotros estamos peor que en el centenario. Voy en desventaja, transito los circuitos preparados para quienes no deben ver lo que no debe verse. Me traslado del aeropuerto por unas autopistas impecables directo hasta el hotel que me contratan en Las Condes, donde hago base. De allí en los modernos coches del Metro de Santiago (cuyo pasaje cuesta hasta más de cuatro veces el de Buenos Aires) al centro, en pleno barrio universitario, donde camino unas cuadras entre las calles repletas de plena juventud en entusiasta etapa de estudios, hasta el sitio donde ejecutamos el trabajo que venimos a realizar. Todo muy prolijo, previsible, sin sobresaltos. La tarde/noche solo me puede mostrar la gran variedad de pubs y restós de cocina internacional a casi el triple de precio de lo que puedo gastar al mediodía en el centro, anque una visita furtiva a algún shopping cuyas grandes tiendas nos deslumbran con sus ofertas.

Es decir, si querés, te dejás llevar por todo esto, te volvés con el mito del milagro hecho realidad, compartís con amigos y conocidos intercambiando: "qué bárbaro", "qué bueno", "qué bien que están ellos, no como nosotros que no".

Pero con tener los ojos bien abiertos y los oídos bien atentos empiezan a aparecer las fallas:
  • Las casillas a la vera de la autopista ni bien salís del aeropuerto.
  • Sobre el impoluto pavimento circulan carcachos medio rotitos, bocinazos, puteadas, casi choques aunque las prioridades estén debidamente marcadas (Santiago tiene un grave problema de tránsito, pero en los últimos años ya está fuera de control, la cultura de buen manejo que tanto admiramos de ellos se está yendo soberanamente al carajo), escuchás que el Transantiago es de lo peor que le pasó a la gente de a pie, que quieren sacar las orugas (esos micros de dos cuerpos con fuelle que hacen los troncales de la red terrestre de transporte público de pasajeros) porque ya provocaron varios accidentes fatales (se llevan puesta gente con el acoplado).
  • Fuera de los horarios "punta" (no digas "pico" en Chile, nunca) afloran los linyeras con sus tazas con moneditas pidiendo en la escalera del metro.
  • En algunos puntos encontrás teléfonos públicos destrozados, pintadas sobre persianas de locales comerciales, vandalismos varios
  • Si bien es figurita difícil, esta vez pude ver algunos de los paquetísimos patrulleros de la policía comunal de Las Condes (alta envidia de Macri) circulando por ahí.
  • Te cuentan que los chilenos de a pie no pisan Las Condes, se sorprenden cuando les decís que anoche pagaste una pizza más de ocho lucas (más de 60 pesos de los nuestros), se pierden cuando quieren llevarte a un boliche que te recomendaron por ahí.
  • Ves a los muchachos que trabajan, que vienen y van en horarios extravagantes para evitar el despelote del Transantiago, algunos van al mediodía y vuelven a medianoche, otros tienen más de una "pega" (laburo), por supuesto en una precaria relación de independencia, ni quise preguntar por los seguros de riesgos de trabajo.
  • Te cuentan del truchaje de inspecciones en construcciones de barrios caros que quedaron al desnudo después del terremoto, ni hablar de la bronca por el asunto de la mina que se derrumbó atrapando a 33 trabajadores cuya suerte no se conoce una semana después de ocurrido el accidente.
Todo esto no quiere ser un recuento de miserias, nada más lejos de esto, porque en el peor de los casos son del mismo tipo que las que sufrimos por aquí, solo es una pequeña bitácora de curiosidades en esta búsqueda del milagro.

En definitiva, aquello que nos deslumbra como clasemedieros que somos es su capacidad de sostener el orden. El milagro trasandino, por ahora, entiendo que redunda más bien en una alta capacidad de encapsular la exclusión, lograr invisibilizarla hasta hacerla tolerable y en este sentido sintoniza con uno de los principales símbolos post-dictadura del que ellos se jactan: el preciado orden. Yo, personalmente, prefiero el milagro del socialismo insólito, que también ellos, cuando rompen el hielo, dejan transmitir con orgullo. Seguiremos investigando...