martes, mayo 18, 2010

Un bautismo con un marco (o una pared) con reminiscencias setentistas

El sábado nos invitaron a un bautismo. Como no somos practicantes, medio que pintaba embole, pero bueno, se trataba de una familia muy amiga, así que por supuesto teníamos que asistir. Quien oficiaba la ceremonia es un cura muy reconocido en Bariloche, de hecho casi seguro había bautizado a casi todos los NyC allí presentes. A este buen hombre se ve que se le ocurrió pasearnos a los clasemedieros acomodados de Bariloche a una iglesia de un barrio humilde. Virgen Misionera es casi un enclave de clase media baja en el oeste de la ciudad, ese gigantesco brazo poblacional que llega hasta el Llao Llao. La iglesia, de construcción sencilla y moderna, en una estructura octogonal, muy luminosa y poco ornamentada. Pocas veces me sentí cómodo dentro de una iglesia, pocas veces no me sentí abrumado por el ambiente lúgubre, oscuro, por las imágenes dolientes y todo el aire de culpa que allí se respira. Esta fue una de esas pocas veces.

Esta situación de cuasi relajo me permitió recorrerla un poco, me llamaban la atención algunos cuadros que había colgados en una de las paredes y cuando me acerqué sentí un estremecimiento, pero no uno de esos que son provocados por el miedo, sino por cierta feliz perplejidad. Allí estaban, colgadas en la pared, las imágenes y los nombres de, entre otros, Carlos Mugica, Enrique Angelelli, Óscar Romero, los Palotinos asesinados en la Masacre de San Patricio, y otros tantos nombres que no retuve. Incluso destacaba un provocativo póster de Fidel Castro saludando a Juan Pablo II. Supongo que don Jorge Bergoglio no aprobaría este exceso de zurdaje en la casa del señor, ni este ni tantos otros que se dan en parroquias humildes de todo el país. Qué emoción y orgullo sentí de poder estar ahí. Ya me dieron ganas de bautizarlo a Jx.

Por supuesto, esta experiencia me provocó algunas nostalgias.

lunes, mayo 17, 2010

Nostalgias de un mundo setentista que (casi) no viví (II): Un bautismo setentista

Mi prima siempre me jode que fui bautizado por un samurai en una villa. La broma viene a cuento de que, efectivamente, según me dijeron, me llevaron, allá por el 72 a una capilla (¿Cristo Obrero?) en la famosa Villa 31 de Retiro y quien me bautizó era un sacerdote japonés del movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Mi viejo había colaborado con la restauración del Cristo que había allí y quedó en afectiva relación con el cura. Siempre me llamó la atención porque mis viejos no eran para nada practicantes, de hecho ese fue el único acto religioso que me tuvo como protagonista en mi vida. Luego até cabos y entendí sin preguntar mucho más. Ojalá Carlos haya estado cerca. Sin duda, era el mejor bautismo que pudieron proveerme, un bautismo bien setentista.

domingo, mayo 16, 2010

Efecto Coriolis XII y XIII: Impunidades y Ajustes

Mientras por acá, al sur, seguimos sumando puntos para nuestro símbolo del bicentenario (El Fin de la Impunidad), por allá, al norte, arrojan a la fieras a su principal estandarte, uno que nos ayudó, y mucho.

La Cámara de Diputados declaró por unanimidad “política de Estado” los juicios por crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura. El proyecto fue preparado por el Centro de Estudios Legales y Sociales en adhesión al Bicentenario. Primero en comisión y luego en el recinto se aprobó sin un solo voto en contra o abstención. Los considerandos del CELS tienen la amplitud que se extraña en los debates partidarios. Reconoce el trabajo de la Conadep y el juicio a las juntas promovido por el ex presidente Raúl Alfonsín, que consolidaron los derechos humanos como pilar político de la restitución del estado de derecho y sustento ético del entramado social; recuerda que las leyes de impunidad fueron declaradas nulas por la justicia en 2001 en la causa Simón a solicitud de organizaciones de la sociedad, celebra la aceleración de esos procesos a partir de 2005 con el aval de los tres poderes del Estado y el impulso que dio a esas causas el ex presidente Néstor Kirchner.


Es imposible exagerar la importancia del proceso que Garzón puso en marcha, como hecho político dinamizador de las democracias sudamericanas y como acontecimiento jurídico, en las huellas de Nuremberg pero no con el respaldo los tanques de un Ejército vencedor luego de una guerra mundial, sino apenas del derecho y de la ética. La actividad de Garzón y su favorable eco popular estimuló a los jueces argentinos a declarar nulas las leyes de impunidad y a los jueces chilenos a reinterpretar la ley de amnistía de modo de procesar a los desaparecedores. Por eso la decisión del Consejo español del Poder Judicial de suspender a Garzón y someterlo a juicio acusado de hacer en su país lo mismo que antes hizo por los nuestros resulta incomprensible.


Aparte de esto, ver desde aquí abajo, cómo un país del primer mundo se hunde en las tineblas del ajuste neoliberal, justo en los momentos en que empiezan a verse los efectos virtuosos que la AUH está produciendo en las franjas más postergadas de la población, esas de las que nos veníamos olvidando desde que volvimos a la democracia, da una sensación de extraño vértigo.

sábado, mayo 15, 2010

Nostalgias de un mundo setentista que (casi) no viví (I): Un amor setentista

Cuenta la leyenda que papá y mamá se conocieron en los "puchometrajes" que organizaba el filósofo sesentista / setentista (quizá uno de los más emblemáticos) Rodolfo Kusch. Según me comentaron, se juntaban a ver algunas filmaciones entre la bruma del humo del cigarrillo (otro elemento bien setentista del ambiente intelectual, casi indispensable) y luego departían filosóficamente sobre el tema, imagino que con alguna empanada y vino. De allí nació un amor bien setentista, como solo podía ser posible entre un artista plástico de clase media baja, muy joven, peronista y una estudiante tardía de psicología, bastante mayor que aquel, inmigrante europea de posguerra, rebelada contra la opresión de una familia de rigor prusiano y moral victoriana. Su primer nido fue un conventillo de La Boca. La luna de miel debió esperar unos años hasta concretarse en el infaltable viaje setentista a Bolivia, en tren. Fue un amor setentista que duró lo que duraron los setenta para derrumbarse luego dolorosamente (como todo amor, setentista o no).  De ese amor fui (creo) el único fruto. De ese amor setentista siento orgullo, admiración y cierta nostalgia.

martes, mayo 11, 2010

Fui víctima de la Inseguridad (la mía)

Ayer salía medio apurado (como siempre que tengo el auto a disposición) a encontrarme con los muchachos para el trote nuestro de cada lunes. Hice marcha atrás para salir. Por supuesto, como conductor responsable, miré para atrás por el espejo retrovisor. Ví en la esquina dos personas, una que iba calle abajo y el otro lo esperaba, daba la impresión que se hacían señas. Este otro, para mi temor burgués, era un pibe con gorrita. Lo miré de nuevo, se dio cuenta que lo vi, me mira, titubea, da unos pasos para atrás, lo miro de nuevo, me mira. A todo esto llegué a la esquina y pensaba "¿qué hago, vuelvo, doy la vuelta a la manzana?". Se ve que mi sentido común no estaba del todo infiltrado por el periodismo independiente. Me balanceaba entre una imagen apocalíptica de dos chorros asesinos drogadísimos amenazando a mi suegra con despedazar a Jx si no les decía dónde estaba la guita y un razonamiento que me llamaba a explicar un comportamiento aparentemente raro, después de todo yo mismo hago cosas raras todo el tiempo: camino bastante, suelo pasar por calles poco frecuentadas, salgo a correr y a andar en bici, saco a pasear a Jx, me gusta la montaña, escribo boludeces en un blog, miro 6,7,8, etc.

De a poco me olvidé del asunto. Cuando regresé a la noche me di cuenta que el tipo que había bajado por la esquina, era el pintor que había contratado mi suegra, que había ido a buscar la escalera a la cochera y el pibe con gorrita, que lo esperaba, era su ayudante (o hijo). En fin, laburantes que estaban haciendo horas extras. Y yo que casi llamo a la periodista caza-pibes-chorros de TN.

miércoles, mayo 05, 2010

Buscando un símbolo para el Bicentenario: ¿El fin de la impunidad?

La reciente anulación del indulto a Martínez de Hoz da un paso en dirección de terminar con la impunidad de una época nefasta para la historia argentina. Es un paso importante, por las características del personaje y el daño (no solo militar) que produjo, pero es solo un paso más de los tantos que ya hay transitados en este correcto camino que en definitiva busca restituir la relación entre delitos y penas. No hay venganza, sino la firme convicción de que los crímenes de lesa humanidad no deben quedar impunes. Ya nos costó (no menos de) una desaparición en democracia y (no menos de) una ejecución.

Quien no te dice, llegamos al Bicentenario con una condena más por apropiación de hijos de desaparecidos, una bien importante, una demasiado impune. Quien no te dice, llegamos al Bicentenario con una nueva ley de servicios de comunicación audiovisual funcionando como instrumento para terminar también con la impunidad informativa, no por penalizar, sino por todo lo contrario: por diluir la censura, la saturación del discurso único.

Ya sé, me van a decir: "Ah, ¿y los políticos? ¿y la corrupción?. ¿No viste lo que dicen la Carrió y el Pino en TN?". Más aún, el fin de la impunidad es un símbolo para todos, quienes hoy se crean libres de hacer lo que se les canta deben saber que mañana pueden ser objeto de aplicación de la justicia. De eso se trata, terminar hoy con la impunidad de ayer es una inversión a futuro.

Claro, el fin de la impunidad también puede llegarle a aquellos que aventuran infamias así nomás, porque es gratis, porque por suerte ya no existe la figura del desacato en el código penal y por sobre todas las cosas porque hay libertad de expresión como casi nunca hubo. Para ellos no habrá cárcel, sino un triste recuerdo de, en el mejor de los casos, un grueso error y el arrepentimiento de haber estado equivocado (algunos ya irían por el segundo arrepentimiento, pero vale). Y en el peor caso, bueno, ahí están, in the pendiente.

El fin de la impunidad es un motivo de orgullo para todos los argentinos y, según varios, un ejemplo para el mundo.