miércoles, marzo 24, 2004

El día del Nunca Más

Considero importante conmemorar el 24 de marzo como una fecha emblemática de la historia reciente de nuestro país. Si bien puede convenirse que no todo comenzó allí ni que el golpe de estado salió de la nada, señala un límite, un momento de quiebre que marcó a fuego a toda la sociedad argentina. Fue allí cuando la espiral de violencia llega a un punto en el que ciertos sectores, algunos intencionalmente, otros inocentemente, consideraron necesario abrir la caja de pandora. Creo que debemos recordar esta fecha como algo que no debería volver a pasar.

Parece haber aún cierta controversia sobre el repudio o la justificación del golpe militar de 1976 que abrió el periodo llamado Proceso de Reorganización Nacional (PRN). No creo que haya forma de justificar o relativizar tal hecho. Sí podemos decir que hacía décadas que la sociedad argentina vivía un clima de violencia política por encima de lo soportable. Su análisis es interesante y necesario para aprender mejor sobre nuestra historia y las causas que llevaron a ello. Sin embargo, y visto ya en perspectiva de unos cuantos años, no debería escaparse que no se pueden justificar las atrocidades que cometió el gobierno militar.

Repudio al terrorismo
Nada debe justificar la práctica terrorista, entendida ésta como intento de dominación mediante la práctica de hechos violentos que implantan el terror en una sociedad. Creo que en esto deberíamos estar todos de acuerdo. Y esta es una fecha que lo simboliza claramente. De la historia reciente, no hubo otro momento en el cual se haya infundido terror mediante la violencia indiscriminada como en la época del PRN. Debemos decir que ciertas agrupaciones guerrilleras también habían generado gran miedo e incertidumbre por medio de la violencia extrema, y también debemos repudiar esos actos.

Repudio al terrorismo de estado
Sin embargo, el hecho de que un estado haya atentado y sembrado el terror contra sus propios ciudadanos implica un agravante que no debe dejar de tenerse en cuenta.

Repudio al terrorismo de estado indiscriminado
La dimensión del terrorismo de estado que se implantó durante el PRN tiene muy pocos precedentes en el mundo occidental. Si bien el informe de la CONADEP prueba casi 10.000 casos, se estima que los desaparecidos ascienden a aproximadamente 30.000 (Se calcula que por la ESMA pasaron unas 5.000 personas, de las que sobrevivieron unas 150). La resistencia armada fue aplastada en menos de un año, sin embargo el gobierno militar consideró necesario seguir adelante con la represión. Un razonamiento de sentido común indica que si la guerrilla hubiera tenido a su servicio 20.000 individuos (concedámosle un error del 33% de “bajas colaterales” como le dicen ahora) el resultado hubiera sido muy distinto. La explicación reside en el hecho de que se consideraron objetivos no solo a la resistencia armada sino a toda oposición política militante y no militante, como así también a cualquiera que tuviera la mala suerte de caer en sus manos porque sí. La gran mayoría de los desaparecidos se cuentan entre trabajadores asalariados y estudiantes.

Repudio al terrorismo de estado indiscriminado y salvaje
Se va completando el panorama con el adjetivo salvaje, que no sé si es indicado para expresar lo que han hecho con la mayoría de los desaparecidos. Torturar física y psíquicamente a hombres y mujeres para extraer “datos” o simplemente porque sí es algo que no debe recibir justificación. Las torturas consistieron en grandes atrocidades de las cuales se pueden ilustrar hojeando el informe de la CONADEP (el famoso Nunca Más), van desde las conocidas picanas eléctricas en los genitales y los sendos submarinos (mojados y secos) hasta las violaciones con diversos elementos, etc. Cosas no tan conocidas eran las que, por ejemplo, hacía Ricardo Miguel Cavallo: salir con una detenida a cenar y hasta acompañarla a pasar las fiestas con su familia, advertida que no intente escapar ya que todos ellos sufrirían las consecuencias.

Repudio al terrorismo de estado indiscriminado y salvaje al servicio del establishment
Varios documentos afirman que el objetivo del PRN era corregir cierta distorsión de la sociedad argentina, producto básicamente de las políticas dictadas principalmente desde 1946. Esta reorganización nacional incluía no solo “aniquilar la resistencia armada” sino también aplicar las máximas de la economía ultra-liberal, achicar el estado, abrir el mercado de capitales, eliminar los focos de “indisciplina” dentro del sistema productivo (léase sindicatos y delegados) y, por lo tanto corregir la distribución del ingreso, que era en aquel momento la más equitativa de toda América Latina. Se aplicó un proceso de reducción del Estado, de desindustrialización y de valoración del capital financiero. Hoy tenemos amplios estudios para saber hasta donde nos llevó todo eso: 50% de pobreza, 25% de indigencia, 16% de desempleo, deuda externa impagable, ningún patrimonio del estado, etc.

Cada uno podrá quedarse en el apartado que más le parezca según sus convicciones, yo llego hasta acá abajo. Declaro mi postura: no puedo repudiar solo el terrorismo sin indicar su dimensión, intención y sentido. Se ha diezmado a toda una generación de personas que militaban y luchaban con fuertes y muy nobles convicciones. La mayoría de ellos no habían recurrido a la lucha armada ni habían cometido crímenes de lesa humanidad. Otros pertenecían a grupos guerrilleros que llevaron sus convicciones hasta el punto de la violencia extrema y con ellos no estoy de acuerdo (el fin no debe justificar los medios). Si bien crímenes son crímenes, y todos deben ser repudiados, no me parece que se puedan poner en pie de igualdad estos crímenes, con esta dimensión y sentido con otros con otra dimensión y sentido. Matar está muy mal; pero que un Estado mate, torture y haga desaparecer a mucha gente que en su mayoría eran militantes de base esperanzados por una sociedad más justa, es mucho peor. Por eso esta fecha debería ser conmemorada y recordada como símbolo de todo eso que nunca debió pasar y que no podemos dejar que pase de nuevo.

Repudiar el terrorismo hoy
Este es, quizá, el tema pendiente de nuestra historia reciente sobre el que más haya avanzado el actual gobierno. Simbólicamente es muy significativo que lo haya hecho y lo siga haciendo. Bajo su gobierno, las leyes fueron anuladas (se discutirá si se ha hecho correctamente, dado que no sería atribución del Legislativo anular una ley), se ha actuado enérgicamente contra voces que reivindicaban aquellos crímenes y ahora se está muy cerca de desindultar a quienes recibieron un perdón soberano que no les correspondía bajo ningún concepto. El icono del horror (ESMA) dejará de formar marinos para pasar a ser patrimonio de la memoria de todo-eso-que-nunca-debió-ocurrir.
Vale la pena repetir que todo esto tiene un valor simbólico muy importante aunque existe la sensación que, en este punto, el gobierno está un poco adelantado a la sociedad civil. Pareciera que a la mayoría no le entusiasma mucho la idea y que mira de reojo todo esto con cierta indiferencia. Es curioso, hace un par de años estábamos en el horno y el gobierno de aquel momento se vio avasallado ante una multitud que no esperaba ni imaginaba jamás que le reclamara de tal forma, y, de pronto, ya acomodadas un poco las cosas, vuelve la poltrona, la justificación de “lo inevitable”, el "a mí esto no me toca" de Bertolt Brecht, otra vez a mirarlo por TV.

martes, marzo 23, 2004

Memoria del Saqueo

La última película de Fernando E. Solanas. Se trata de un documental, pero parece una de terror. Volver a ver las imágenes del "Felices Pascuas" de Alfonsín, el "dejemos de robar dos años" de Barrionuevo, el "para los niños ricos que tienen tristeza" de M., las privatizaciones, Cavallo, María Julia y muchos momentos memorables más, mientras los chicos revuelven la basura, hacen que tengas ganas de que termine la película lo antes posible, pero no porque sea aburrida, sino porque te cuesta sostener la angustia.

F. Solanas se pregunta por qué siendo este un país con capacidad de alimentar a 300 M de habitantes, hay gente que se muere de hambre. La respuesta y tesis central de la película giran en torno de lo que llama Mafiocracia, donde un poder económico nacional y multinacional cada vez más concentrado se enriquece crecientemente gracias a prebendas cedidas por el poder político local y extranjero sin resistencia significativa por parte de la sociedad civil, confortablemente adormecida con ayuda de los mass media. Se estructura así el pensamiento único.

Las imágenes sobre la miseria son estremecedoras. El relato conecta grandes estafas con el sufrimiento de los más pobres. El director del Hospital de Niños de Tucumán es bien claro: "Anuncian un ajuste y ya sabemos que tres o cuatro meses después empiezan a llegar oleadas de niños desnutridos".

En la conclusión se destaca el triple 150:
En el último cuarto de siglo:
- La deuda externa pasó de U$S 8.000M a U$S 150.000M.
- Se fugaron del país otros U$S 150.000M.
- U$S 150.000M es lo que se perdió en exportaciones debido a los subsidios agrícolas que EE.UU. y Europa aplicó en contra de lo convenido en la OMC.

Sobre el final intenta levantar el ánimo del espectador poniendo las esperanzas en los nuevos movimientos sociales surgidos desde mediados de la década pasada y con especial hincapié en la potencia de las jornadas del 19 y 20 de diciembre del 2001.

Está claro que la película no es divertida (aunque se te escapan risitas sarcásticas), pero está buena para aquellos que les interesa meterse en estos temas. También la podrían ver quienes opinan que los pobres son pobres porque les queda cómodo y tratar de completar un poco su pensamiento.

Cuando terminó la película pensé: "Guau! Es verdad, y yo viví todo esto!". En efecto, se trata de historia bastante reciente, aunque no parezca.

lunes, marzo 15, 2004

¿Por qué?

Es la pregunta que todos nos hacemos ante acontecimientos como los que se vivieron en la estación de ferrocarriles de Madrid la semana pasada. Y dado que este es un weblog "comprometido" habrá que decir algo, a riesgo de caer en obviedades. Y como me creo el más obvio de los que escriben en este sitio "comprometido", aquí voy...

Responder al por qué de semejante tragedia puede resultar infructuoso, hasta peligroso e irresponsable dada la sensibilidad de la herida recién abierta. Probablemente no haya respuesta hasta dentro de unos cuantos años, tal vez nunca. Así que solo le pasaré tangencialmente, pensando en un posible camino de análisis, más bien interior y subjetivo que objetivo. Hace unas semanas me encontraba reflexionando en algunas cuestiones a propósito del 11S, así que dada la similitud del nuevo acontecimiento 11M, vendría a colación.

Datos: fallecieron alrededor de 200 personas y los heridos se cuentan en el orden del millar. Se trató de un ataque coordinado con bombas sobre varios trenes en una estación de Madrid repleta de gente en un momento de gran afluencia (horario para ir a trabajar). Al día de hoy hay más elementos para creer que ha sido Al-Qaida (o alguna de sus células locales) que el grupo separatista vasco ETA.

Obviedad Nº 1: Habitualmente se dice “Masacrar de esa forma a miles de personas inocentes o indefensas está decididamente mal”. Simplifiquemos: “Masacrar personas está mal”. El calificativo indefensas e inocentes puede llevar al equívoco, dado que la culpabilidad o inocencia de dichas personas, en estos casos, es una arbitrariedad, los atacantes pueden decir que dichas personas son culpables. De la misma forma, el presidente G. W. Bush acusó a los Estados de Afganistán e Irak de culpabilidad en el atentado a las torres y otros posibles futuros atentados, para lo cual todos sus habitantes eran potenciales terroristas peligrosamente armados de fundamentalismo. Con ello justificó la invasión y la muerte de incontables civiles en dichos países.

Obviedad Nº 2: Manipular la información, pretendiendo que los autores del ataque hayan sido integrantes del grupo separatista vasco ETA, no importa la finalidad (en este caso político-electoral), es una canallada porque insulta el respeto que merecen las víctimas y la sensibilidad de todo el resto del mundo. Sin embargo, poniendo los pesos en la balanza se trata de una pequeña "picardía" al lado de la tragedia en sí.

Entonces me sumerjo en el problema principal: ¿Por qué?.
Respuesta tentadoramente fácil y equívoca: "Porque son unos fundamentalistas descerebrados e irracionales que harían cualquier cosa que les digan" "Son manipulados por intereses de sus mandos superiores" y hasta el absurdo "Son infiltrados de los sistemas de inteligencia de los propios gobiernos". No me conforma. Cerrar la respuesta de esa manera anula la capacidad de entendimiento, la posibilidad de resolución y abre la puerta a un desenlace del mismo tono trágico: "Debemos atacarles con el mismo odio y arrasarlos antes de que nos la den de nuevo". No sabemos quiénes son exactamente ellos... ¿acaso deberíamos liquidar a cuanto musulmán se nos cruce por el camino, convirtiéndonos entonces nosotros también en fundamentalistas?

Quisiera abordar el problema desde otro lado. Asumámoslo: el tipo que se calzó la mochila llena del explosivo Goma 2 no es muy diferente a nosotros. Pertenece a la especie humana, su código genético y su estructura neuronal no debe ser muy distinta a la que tenemos todos aquellos que repudiamos su ataque. La química que corre por su cuerpo, sus terminales nerviosos son los mismos que los de nuestros cuerpos. Podríamos pensar en un loco totalmente desvariado pero se habla de entre nueve y veinte participantes, con una estructura organizada lógica y racionalmente detrás, que son la envidia de muchas empresas modernas. Entonces no podemos escaparnos de pensar que el depositario de tremendo odio y convicción fundamentalista para asesinar a tanta gente, inmolándose a sí mismo además, podría ser prácticamente cualquiera de nosotros. De la misma manera, cualquiera de esos trece o de los que pertenecen a la organización que los respalda o hasta el mismísimo Ben Laden, podría llegar a sentir el mismo dolor y repudio ante un atentado semejante, de la misma manera que nosotros.

El problema, entiendo yo, es cuando la alienación o extrañamiento llega al punto de considerar al otro un objeto, una cosa de la cual puedo apropiarme libremente y hacer de ella lo que quiero. Para provocar tremenda masacre no puedo pensar en el otro como un ser humano igual que yo, dado que eso implicaría pensar en la posibilidad de invertir roles y que la víctima sea yo mismo, eso me inhibiría de cosificar al otro, porque me estaría cosificando a mí mismo. Somos seres incompletos, necesitamos al otro, lo buscamos a nuestro alrededor y nos buscamos así a nosotros mismos en esa completud, esa comunidad que permita que yo y el otro nos complementemos y nos completemos. Somos seres que, para vivir, necesitamos organizarnos con otros, dependemos de otros. Aristóteles decía que naturalmente somos así, que nos juntamos porque somos animales sociales, Hobbes decía que no, que en realidad nos juntamos por conveniencia, pero que nos juntamos, nos juntamos Para que ello sea posible debemos cargar esta unión con un sentido, algo que haga posible a nuestro entendimiento la necesidad de dicha cooperación. La religión (de re-ligar) es una forma, por ejemplo. Cuando, en esta cooperación, consideramos al otro como una cosa, un medio cuyo fin sería satisfacerme yo mismo estamos maltratando injustamente al otro, quien tiene todo el derecho de ser considerado él mismo un fin en sí mismo y quien, a su vez, tiene el deber de considerarnos a nosotros de la misma manera. Esto es una ética típicamente kantiana, pero yo creo que vale.

En el caso de alguien que se inmola, la cosa se complica, porque él mismo se considera un medio, que actúa sobre otros medios (sus víctimas) en la consecución de una finalidad mucho más elevada que todos ellos (por ejemplo, por gracia a Alá, en función de una determinada interpretación de un texto religioso).

Volviendo a la tierra un poco: por ejemplo en el caso de la explotación del hombre por el hombre (la máxima crítica socialista al capitalismo) ocurre que el capitalista cosifica al asalariado, lo considera un medio, una máquina viviente que produce más de lo que consume, y se siente con derecho a utilizarlo, ya que él le paga lo justo. Sin exagerar, esta es una situación que ocurre todos los días a nuestro alrededor, base de infinidad de maltratos laborales. (Un lapsus zurdito, lo mío). Otro ejemplo es aquel del maltrato familiar, para poder pegarle a una mujer o a un niño, por ejemplo, es necesario deshumanizarlos y objetualizarlos como propiedad del señor de la casa, que se siente con derecho de hacer lo que le plazca con sus pertenencias. De similar manera, existen aquellos que desprecian al "negrito" por considerarlo inferior. Ninguno de estos casos puede compararse con un crimen contra la humanidad pero considero que los motivos que mueven a unos y a otros provienen de los mismos mecanismos, esto es: de cosificar al otro y la incapacidad de ponerse en el lugar de él. Vivimos rodeados de estas situaciones, en la multitud es difícil pensar a los otros como fines, se nos escapa constantemente. Hasta aturdiría el imaginarse las historias de vida detrás de cada uno de los cientos de rostros que nos cruzamos todos los días por allí, aunque no intercambiemos ni una palabra con la mayoría de ellos.

Para ir desentrañando este tema: la cuestión, creo yo, pasa por hacer el esfuerzo de pensar al otro como un fin en sí mismo, no cosificarlo, pensarlo como alguien en igualdad de condiciones para sufrir, sentir y odiar igual que nosotros. Solo así podemos llegar a entender los motivos que los llevan a realizar ciertas acciones, dadas ciertas condiciones. La posibilidad de tender un puente de entendimiento desde nuestro lado va en directa proporción a que lo tiendan desde el otro. Desarmar racionalmente la estructura de odio que imposibilita tenderlo puede ayudar a brindar herramientas para que del otro lado ocurra lo mismo. (Estoy caminando sobre un filo muy cerca del pacifismo barato). Pienso que enceguecerse con el mismo odio de la misma intensidad para responder a esta aberración solo trae más destrucción, contribuyendo a la espiral de violencia. Pero también pienso que la multitudinaria y emotiva marcha del día después en Madrid es una muestra de la potencia que tiene la experiencia de comunidad, estas cosas se digieren junto con los otros que sienten lo mismo que nosotros y juntarse para expresarse claramente a favor de la paz es la forma de cortar con el círculo vicioso. Recordemos que ese mismo pueblo ya había dicho "No a la guerra" y no fue escuchado por su propio gobierno, y ahora, herido en su propio corazón, sigue sosteniendo masivamente la misma consigna sin caer en el odio desmedido. Extender esa experiencia de comunidad tras las fronteras y sentir, comprender, poder interpretar el sufrimiento de otros pueblos, en definitiva, acercarse a ellos, estrechar nuevos lazos puede ayudar a desactivarle el sentido al odio capaz de generar tremendo daño.