miércoles, julio 28, 2004

Tolerancia cero con los preguntones improcedentes

“Disculpame, ¿no me decís la hora?”
A esta pregunta uno normalmente responde amablemente luego de chequear el reloj, todo bien… Pero… ya me está hartando cierta actitud de algunos que preguntan indiscriminadamente cualquier pelotudez a cualquiera en cualquier lugar y situación (especialmente me molesta cuando voy a correr al parque), dejando traslucir otra forma de esa incapacidad para procurarse información y para relacionarse con el mundo exterior, como ya se dijo en post anterior

¿No me decís la hora?

Loco, si vivís en una de las ciudades más pobladas del mundo, ¿no podés preguntarle la hora a otro? Me ves que estoy corriendo alrededor del parque, con auriculares, sudando como un condenado para hacer un poco de ejercicio en esta vida sedentaria de oficina que llevo; y lograr que los glóbulos rojos que a la mañana salieron del ventrículo izquierdo peguen toda la vuelta, al menos una vez en todo el día, y vuelvan al lugar de donde salieron… y vos, que me hacés un ademán así (con el índice derecho apuntando de arriba hacia abajo sobre tu muñeca izquierda extendida), pretendés que yo me detenga, pare el cronómetro cambie la función del reloj, que lea la hora y luego decírtela para que me dejés seguir haciendo lo que fui a hacer al Parque: a correr, no a caminar, ni a tirarme en el pasto, ni a mirar minitas ni a cantar la hora como se hacía en la época de la colonia.

Ud. está aquí

Otro nabo: “Disculpame, ¿me decís que calle es esa?”. Pero salí de acá! Vos querés que aparte de los auriculares, y de los chillidos del 36 ese que pasa por ahí; trate de escuchar qué pomo querés mientras trato de esquivarte (porque siempre están paveando en el medio del camino), y que me ponga a pensar que puñetera calle es aquella que me estás señalando. Dejame en paz, tenés a tu alrededor quichicientas personas que están boludeando en el parque y me vas a preguntar a mí, que estoy tratando de quemar al menos la mitad de los triglicéridos que produzco por día en los pocos minutos que me quedan para hacerlo (descontando lo que invierto en lectura , je). De última te cruzás y te fijás vos en el cartel!!!

Volanteando

El otro día se me apareció uno que estaba repartiendo volantes en el parque. Pero me decís qué joraca hacés un viernes a las ocho de la noche con 5 grados, en Parque Centenario, donde los únicos chapita que estamos ahí a esa hora y con esa temperatura somos los que vamos a correr y los que venden libros usados (que empiezan a irse). Vos vas a repartir volantes y me ves que vengo aguantando el frío y yo que vengo dando la tercera vuelta en la parte que tiene pendiente como para liquidar esos lípidos que tanto inquietan a todos (No solo a Jorge) y ves que en una mano tengo el walkman y que en la otra llevo la llave de mi casa y que además cargo con el karma de toda una existencia pasada … y vos encima me querés agregár un volante que ni voy a leer ni puedo agarrar. Pero, tómatelas, andá a tu casa a mirar la tele.

Conductor responsable

El último: En este caso estoy volviendo de la veterinaria con un canasto, que se nota a la legua que contiene algún animal indudablemente bien alimentado, dada la visible inclinación de mi cuerpo y, cuando cruzo la avenida Alberdi, un zoquete asomado por la ventanilla de su auto en el medio de la avenida, y con el codito cómodamente apoyado me pregunta: “¿Che, voy bien para Juan B. Justo?” (!!!!!). No! Chabón, comprate una brújula, pienso. Pero no, pobre… le digo “Juan B. Justo es para allá”. El cretino me mira como pretendiendo que yo le explique cómo ir “para allá” cuando el tipito del semáforo ya se puso a parpadear en rojo como saltando a lo lejos y diciéndome que me apure porque me van a pasar por arriba, y yo con el canasto y las bolas llenas tenía ganas de mandar al tipo al carajo. ¡Arreglate un poco, chabón! Arremangate tu pedorro auto hasta las rodillas, giralo 90º “para allá”, ponelo en el piso de nuevo, acelerás y vas derecho hasta que te cruzás con tu Juan B. Justo del toor!! Y no me jodas, loco, conseguite una Lumi, Filcar o un perro lazarillo y aprendé a leer, o te acercás a la vereda, parás el auto y preguntás a alguno que veas pelotudeando por ahí pero no me pares a mí en el medio de una avenida pretendiendo que te dibuje un recorrido en el aire y que te lo imprima como un Compumap!!.

Lo peor es que toda esta gente se molesta si te negás a darle la información requerida o si se la das incompleta.

Bien, ya me psicoanalicé. Gracias.

viernes, julio 16, 2004

El Camino de los Sueños

Lo confieso, en lo más profundo de mi corazón siento que me gustaría salir en la tele y que todos me reconozcan y admiren.


Un viejo amigo mío, del cual me siento muy orgulloso, trabaja en la coordinación del Planetario y cada vez que pasa algo raro con el sol, la luna o las estrellas sale en la tele y en la radio explicando que no se acabará el mundo ni que cambiará nuestra suerte, sino que es un lindo espectáculo para ver. Pero lo llamativo es que para los medios, él es el referente en todo lo que tenga que ver con astronomía y entonces cada tanto nos avisa que sale en tal o cual programa hablando sobre las manchas solares o sobre la alineación de los planetas y nosotros estamos atentos, como cholulos que somos, esperando la nota o la salida del móvil. Y ahí está él, con su cara super-profesional explicando los fenómenos celestes. ¡Un capo!

El guitarrista de la ya consagrada banda de música pop "Turf" fue compañero mío de la secundaria, era un sátrapa entre varios con los que me juntaba pensando que me iba a divertir. Con este muchacho, por ejemplo, tuve que ir a hacer un trabajo de Educación Cívica al Tribunal de Faltas como castigo, porque la profesora nos había agarrado haciendo quilombo en clase. Si bien no era íntimo digamos que era más o menos allegado y hasta me invitó a su Bar Mitzvá Esta etapa me duró más o menos un año, cuando me daba cuenta que el no estudiar me provocaba más problemas que beneficios, sobre todo porque a mis viejos les costaba un huevo mandarme a un colegio privado y me sentía medio pelotudo. Al año siguiente él había elegido cambiar de sede y no lo volví a ver salvo alguna que otra visita. Este pibe sí se divirtió mucho, pudo aprender a tocar guitarra, tuvo el tiempo, el talento y la suerte de formar una banda que ahora tocará en el Teatro Ópera. ¡Toda una carrera, ese pibe!

Hasta aquí mis niveles de envidia mediática estaban más o menos controlados, pero ayer... tuve una dura prueba:

“El Refugio de la Cultura” es un programa básicamente sobre libros que se emite por Canal 7. A otros les puede parecer un embole, a mí me gusta porque vienen los autores, hablan sobre sus publicaciones y las charlas son interesantes. Y admiro a muchos de los que allí aparecen por su nivel intelectual y la capacidad de desarrollo que implica producir una obra literaria. Tengo una gran fantasía: aparecer algún día en ese programa hablando como un erudito sobre algún libro que pudiera escribir, tratando alguno de los temas que me interesan. Obviamente que estoy lejos de ello porque no sé escribir bien, ni estoy haciendo nada por aprender a hacerlo en forma profesional, por ahora es un hobby.

Ayer, viendo dicho programa se me cayó la mandíbula al piso estaba él, justo ese, no podía ser otro, sino él mismo. Quien fuera compañerito estrella de la primaria, luego le perdí el rastro en la secundaria, pero me lo reencontré en la facultad, siempre mejor, siempre primero. El mismo que me ganó de mano con una chica que estaba trabajando lentamente (como casi todo lo que hago), que encima conoció gracias a mí (igual más tarde esa misma chica cayó en mis brazos ¿o yo caí en los de ella?). El mismo que fue ayudante de una materia mucho antes de que yo pensara siquiera que podría hacerlo. El mismo que publicó trabajos mucho antes de que yo me sintiera capaz de hacerlo. Me sentí humillado vilmente al tener que estudiar de esos mismos trabajos en una de las materias más interesantes de la carrera. Ya veía sus libros por la facultad, aunque tenía el consuelo de que lo hacía en colaboración. Pero ahora esto: Él mismo, vestido en sus propias zapatillas aparece en uno de los programas que más me gusta y en el cual me gustaría aparecer presentando su propio libro. ¡Qué golpe a la autoestima!

Pero por suerte ya estaba resguardado, yo ya había tenido mis 5 segundos de fama el fin de semana pasado: ¡sí! ¡Salí en la tele! Salí en el Canal 6 de Bariloche, en el excelente programa de Leo Tiberi, donde me enfocaron (sin darme cuenta, obviamente) y me dieron la oportunidad de mostrar mi pericia para engullirme un waffle de dulce de leche en el stand de Suiza de la Fiesta de las Colectividades entre la multitud, lástima que se perdieron cuando me mandé la torta de nueces austríaca, o la Borsh (sopa) rusa… Bueno, cada uno a lo suyo. Algún día escribiré un libro, por ahora disfruto de leerlos y de comer tortas.


Todo esto me hace pensar una vez más en el tema de las vocaciones, algunos tienen la suya bien definida: por convicción o heredada, en mi caso no es así. Siendo Licenciado en Sociología, tengo un título de Técnico en Electrónica y trabajo en Sistemas de Control, estudié guitarra, me gusta escribir, pero sé que nada de eso me atrae lo suficiente como para dedicarme por completo y concentrarme en menos cosas. De chico, como mucho otros, y luego de pasada la etapa del “quiero ser astronauta”, estaba convencido que quería ser piloto comercial, veía los Jumbo 747 y decía: “quiero manejar uno de esos”. Tampoco llegué muy lejos, la carrera militar no iba conmigo y hacer la instrucción civil y las horas de vuelo eran muy costosas. Entonces las cosas se fueron dando así, no está mal, un poquito de esto y otro de aquello, en la variedad está el gusto aunque el que mucho abarca poco aprieta… la búsqueda de ese fino equilibrio entre el placer y el deber, entre lo que uno quiere hacer y lo que puede hacer. Quién sabe a donde nos llevará ese camino…

miércoles, julio 14, 2004

La Toma de la Pastilla (¿Cada cuanto se toma?)

Hoy se cumple un nuevo aniversario de la famosa Toma de la Bastilla, el momento más emblemático de la Revolución Francesa, allá en el París de 1789.

Muchos relacionan esta fecha como característica de la Revolución más famosa de la historia de la humanidad, pero este fenómeno de ninguna forma puede reducirse a ese día. La Toma de la Bastilla marca tal vez el momento en que entra en escena la figura de la manifestación popular urbana moderna en forma de revuelta. En la Bastilla no estaba el rey ni había nada muy importante. Pero resultaba que se rumoreaba que allí habría armas y/o pólvora, que estos grupetes de pequeños artesanos y comerciantes estaban buscando. La Bastilla era en ese momento una prisión donde no había mucho más que presos comunes y vigilada por algunos viejos guardias, que se rindieron sin ofrecer resistencia. En la confusión, la multitud (unos 20.000 monos fueron los que marcharon a la Bastilla) colgó a algunos de ellos y a algunos presos que creían culpables de algo, quién sabe de qué. Lo importante de la Bastilla era que, simbólicamente, representaba al poder real y eso no era poco; los símbolos de la realeza habían comenzado a desplomarse para siempre.

Curiosamente, la Revolución Francesa tal vez se debió más a divisiones dentro de los poderes reales que a una situación desesperante de los súbditos (que era ciertamente jodida). Una profunda crisis financiera provocada por ayudar a EE.UU. a liberarse de sus archienemigos ingleses obligó a una reforma fiscal y a recurrir a empréstitos (¿les suena?). Esto combinado con dos años de malas cosechas y un muy duro invierno terminaron de prefigurar la escena. Ciertos sectores de la nobleza se resistieron a la presión tributaria y se plantaron ante la realeza, que no tuvo más remedio que convocar a los Estados Generales, cosa que no ocurría salvo en momentos muy críticos. La última había sido en 1614, según la cual se había impuesto el método de un voto por estamento: Clero, Nobleza y Tercer Estado (burguesía, comerciantes, banqueros, la mayoría, bah!).

Después de varias idas y vueltas, presiones, etc., el Clero decide aliarse a la burguesía. El 23 de junio, Luis XVI ordena la reunión de los tres estamentos y admite la aprobación de los impuestos, la garantía de las libertades individuales y de prensa tal como habían sido votadas en los Estados Generales. Con esto, el rey aceptaba los principios del gobierno constitucional. A esto de le llama la Revolución Jurídica, un gran cambio a esta altura.

Luego se armó el despelote: De un lado quedan la burguesía, el clero y el sector liberal de la nobleza; del otro la alta nobleza y la realeza. El rey iba a reaccionar: reúne a sus soldados, no quería saber nada de la duplicación del Tercer Estado y del voto por cabeza en los Estados Generales.

El 11 de julio el rey nombra al barón de Breteuil como director de finanzas, este chabón era contrarrevolucionario hasta el caracú. Para los rentistas y financieros esto significaba la bancarrota. Se sucedieron manifestaciones desordenadas, principalmente de pequeños burgueses, llegando a crear una milicia popular: la Guardia Nacional, para ella era que se buscaban armas y pólvora; el pueblo se estaba armando para lo que se venía: la reacción del rey. Así se llega al 14 de julio.

Luego de la famosa Toma, el rey recula y la burguesía parisina se apodera de la administración de París. La nobleza aristocrática emigra. La noticia corre como reguero de pólvora por todo el país y se agita el interior por miedo a la reacción y a la invasión desde el extranjero.

Una y otra vez veremos a los reformistas moderados de la clase media movilizar a las masas contra la tenaz resistencia de la contrarrevolución. Veremos a las masas pujando más allá de las intenciones de los moderados por su propia revolución social, y a los moderados escindiéndose a su vez en un grupo conservador que hace causa común con los reaccionarios, y un ala izquierda decidida a proseguir adelante en sus primitivos ideales de moderación con ayuda de las masas, aún a riesgo de perder el control sobre ellas. Una parte de la clase media liberal estaba preparada para permanecer revolucionaria hasta el final sin alterar su postura, estos eran los jacobinos.

Por otra parte estaban los sans-culottes (“sin calzones”), un movimiento informe y principalmente urbano de pobres trabajadores, artesanos, tenderos, operarios, pequeños empresarios, etc. Estaban organizados, sobre todo en las secciones de París y en los clubes políticos locales, y proporcionaban la principal fuerza de choque de la revolución.

Todo esto costó mucha sangre durante varios años, se dice que, técnicamente, el periodo revolucionario habría culminado con la derrota del Prarial del año III, que en cristiano era fines de 1795, marcando el triunfo de la alta burguesía. En el medio rodaron las cabezas de la realeza, de Danton, Desmoulins, Robespierre, Saint-Just y de muchos otros más.

Esta revolución es mundialmente conocida y aceptada por los valores de igualdad, libertad y fraternidad, cuya realidad habría que tomar con pinzas, como está a la vista. Preguntas: ¿valió la pena tanta sangre? O más difícil ¿Hasta qué punto se justifica generar tanta violencia para intentar cambiar un orden percibido como injusto? ¿No había otro camino? ¿Y si no había, y si no hay? Ante la misma situación, ¿Quiénes estarían dispuestos a poner el cuerpo, la vida, matar y morir por cambiar las cosas? ¿Quién puede decidir cuándo sería ese momento? ¿Gada guando se doma una Bastilla?

Fuentes: Los datos históricos los saqué, según me iba acordando y hojeando, de “La revolución francesa”, de Eric Hobsbawn; en Las revoluciones burguesas y del Compendio de historia de la Revolución francesa, de Albert Soboul

lunes, julio 05, 2004

Lo que se USA un 4 de julio

Sostenemos como verdades evidentes que todos los hombres nacen iguales; que a todos les confiere su creador ciertos derechos inalienables entre los cuales están la vida, la libertad y la consecución de la felicidad; que para garantizar esos derechos, los hombres instituyen gobiernos que derivan sus justos poderes del consentimiento de los gobernados; que siempre que una forma de gobierno tiende a destruir esos fines, el pueblo tiene derecho a reformarla o a abolirla, a instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en aquellas forma que a su juicio garantice mejor su seguridad y su felicidad.

Thomas Jefferson, en la Declaración de Independencia, durante alguna tarde soleada de 1776.



Vale la pena recordar estas palabras que dieron nacimiento al país que en este momento es considerado el más poderoso (y porque no, también el más peligroso) del mundo. También vale la pena recordar un par de cosas más...


Como por ejemplo que ese poder del que hoy hacen abuso nació, tal vez, hacia el final del año 1620 entre un grupo de colonos ingleses, que a bordo del Mayflower decidieron redactar y firmar el luego conocido Pacto de Mayflower. El mal tiempo hizo que debieran anclar a unos 800km de su destino (Virginia) durante un par de meses, durante tal lapso, vencía su licencia expedida por las autoridades inglesas para asentarse allí. Es así que decidieron unir fuerzas y pactar, sometiéndose a un gobierno propio.


Varios pensadores políticos reflexionaron sobre el nacimiento de EE.UU., entre ellos Alexis de Tocqueville, quien, aprovechando un viaje al que lo había enviado el gobierno de Francia para investigar el sistema de prisiones, se tomó el atrevimiento de realizar su propia investigación, cuyo fruto fue, en 1835, la publicación de La Democracia en America: un ladrillo de más de 700 páginas. Al final del primer tomo ya se daba cuenta de lo que se perfilaba:

Hay actualmente sobre la Tierra dos grandes pueblos que, partiendo de puntos diferentes, parecen adelantarse hacia la misma meta: son los rusos y los angloamericanos ...
... solo ellos marchan con paso fácil y rápido en una carrera cuyo límite no puede todavía alcanzar la mirada

Alexis de Tocqueville, La Democracia en América, editado por primera vez en 1835.


Bueno, los rusos se nos cayeron por ahora, pero es llamativo que el tipo la haya visto desde aquella época.

Tocqueville admiraba la Revolución Americana dado que su poder surgió realmente desde abajo, las comunas organizadas en condados fueron constituyendo un poder en el que todos participaban, lo que dio una tremenda potencia a un gobierno democrático sostenido fuertemente desde la base misma. A diferencia de la Revolución Francesa, donde el poder absolutista del rey había sido, decía él, reemplazado por el poder absolutista de la mayoría.

¿Qué ha hecho que un modelo de democracia y de Constitución basada en la libertad e igualdad se convierta en lo que vemos hoy?: un país que oprime a los más débiles, un gobierno del que imagino se avergonzarían los padres fundadores de la Declaración de 1776.