Hace unas semanas hubo una serie de cruces en la blogósfera entre
Ricardo Natalucci y algunos bloggers por el asunto del Indec. Ya cuando se evidenciaron los primeros desajustes tratamos de esbozar algunas ideas al respecto,
aquí y
aquí. Creo que tengo el honor de haber sido uno de los primeros en ser "abofeteado" por el amigo Natalucci, eso ocurrió en un comentario dejado en la nota del segundo enlace donde me desasna sobre una serie de irregularidades (graves, ahora ya bastante difundidas) que se venían dando desde tiempos muy anteriores a
los Kirner.
Hoy por hoy, creo que Natalucci ha desarrollado un poco más su postura. En ella indica básicamente que lo que se hizo en enero de 2007 fue corregir lo que sería un
sesgo plutocrático en el cálculo del IPC. En resumidas cuentas, por tal sesgo se entendería la asignación de un peso relativo significativamente mayor a aquellos precios que corresponderían a un gasto de alto NES en relación a aquellos precios que corresponderían a un gasto de bajo NES. El sesgo radicaría en que, por supuesto, es mayor la población de bajo NES que de alto NES, estando esta última mejor representada en el IPC que la primera. Natalucci va un poco (bastante) más allá y esta situación la enmarca en una suerte de conspiración internacional pergeñada a principios de los 80. Lo explica con bastante claridad
en esta entrevista que le hicieron en La Bloguera.
Con el tema de la conspiración es a creer o reventar. Aquí no somos muy amigos de las teorías conspirativas, así que por ahora esa afirmación la vamos a obviar, o la vamos a reformular de un modo no conspirativo.
Todo el mundo se queda con la idea de que el problema del Indec es la intervención de Moreno y la manipulación lisa y llana de los índices solo para mostrar una inflación menor a la ¿
real?. Es decir que, eliminada la intervención, se terminaría el problema y el Indec volvería a funcionar perfectamente. Esto es demasiado simplista a mi entender. La discusión sobre el sesgo plutocrático creo que introduce un nivel de complejidad que el tema merece. En el blog de Miguel Olivera se dio un muy interesante
intercambio de comentarios sobre esta cuestión. Suscintamente, la posición contraria a la de Natalucci sería que el sesgo plutocrático en el IPC es correcto dado que el índice representa los gastos del consumidor y por supuesto, un integrante de alto NES gasta mucho más que uno de bajo NES. Más aún, en la composición de su gasto estará subrepresentada aquella porción dedicada a alimentación y vivienda en relación a un integrante de bajo NES. Y que esto es lo que se realiza en todo el mundo. Entonces un IPC
democrático no serviría para compararlo con otros IPCs. Por último, se estarían inclumpliendo los compromisos asumidos con base a una indexación por IPC, siendo que estos fueron contraídos con un IPC
plutocrático. Interesante. La solución más consensuada sería aquella en la que se publiquen varios IPCs, uno pluto, uno demo, etc. Pero el problema se traslada al uso que se haría con tales índices, porque si el IPC pluto se usa para indexar tarifas y el IPC demo para indexar salarios volvemos al mismo problema. En realidad, lo que desnuda toda esta discusión es el modo en que se evidencia la cuestión política del uso y aplicación de las herramientas estadísticas.
Estos temas me provocaron las siguientes reflexiones:
En primer lugar, la discusión entre pluto y demo tiene mayor sentido cuanto mayor sea la desigualdad social. Es entonces que
conceder la realización de dos índices correspondería a la aceptación de una sociedad significativamente segmentada.
En segundo lugar, dejando por un momento de lado la conspiración, sí puede pensarse que la introducción a escala mundial del sesgo plutocrático en la confección de los IPCs corresponde cronológicamente con aquel giro del capitalismo post-crisis petrolera que, apoyado en el apoyado en el capital financiero fue hacia lo que conocemos como neoliberalismo.
El acuerdo del uso de un IPC sesgado plutocráticamente se corresponde con la transformación del mundo capitalista hacia una sociedad funcional a unos pocos integrantes que realizan la mayoría del gasto y unos muchos que sobran.
Y por último la certeza de que el Indec perdió la virginidad. Que, como toda estructura burocrática donde se definen políticas de significativas consecuencias contiene una serie de tensiones en su interior que este conflicto está desnudando. Que, como relató Natalucci, y como es de sospecharse, esto viene siendo así desde hace tiempo, solo que
ahora saltó por (pienso yo) la intervención de alguien (Moreno) con la (según dicen) prepotencia suficiente como para quebrar esa tensión. En este sentido creo que el Indec se va a comer cuanto cambio o auditoría externa le pongan. La papa seguirá caliente por ahora.