El día del Nunca Más
Considero importante conmemorar el 24 de marzo como una fecha emblemática de la historia reciente de nuestro país. Si bien puede convenirse que no todo comenzó allí ni que el golpe de estado salió de la nada, señala un límite, un momento de quiebre que marcó a fuego a toda la sociedad argentina. Fue allí cuando la espiral de violencia llega a un punto en el que ciertos sectores, algunos intencionalmente, otros inocentemente, consideraron necesario abrir la caja de pandora. Creo que debemos recordar esta fecha como algo que no debería volver a pasar. Parece haber aún cierta controversia sobre el repudio o la justificación del golpe militar de 1976 que abrió el periodo llamado Proceso de Reorganización Nacional (PRN). No creo que haya forma de justificar o relativizar tal hecho. Sí podemos decir que hacía décadas que la sociedad argentina vivía un clima de violencia política por encima de lo soportable. Su análisis es interesante y necesario para aprender mejor sobre nuestra historia y las causas que llevaron a ello. Sin embargo, y visto ya en perspectiva de unos cuantos años, no debería escaparse que no se pueden justificar las atrocidades que cometió el gobierno militar.
Repudio al terrorismo
Nada debe justificar la práctica terrorista, entendida ésta como intento de dominación mediante la práctica de hechos violentos que implantan el terror en una sociedad. Creo que en esto deberíamos estar todos de acuerdo. Y esta es una fecha que lo simboliza claramente. De la historia reciente, no hubo otro momento en el cual se haya infundido terror mediante la violencia indiscriminada como en la época del PRN. Debemos decir que ciertas agrupaciones guerrilleras también habían generado gran miedo e incertidumbre por medio de la violencia extrema, y también debemos repudiar esos actos.
Repudio al terrorismo de estado
Sin embargo, el hecho de que un estado haya atentado y sembrado el terror contra sus propios ciudadanos implica un agravante que no debe dejar de tenerse en cuenta.
Repudio al terrorismo de estado indiscriminado
La dimensión del terrorismo de estado que se implantó durante el PRN tiene muy pocos precedentes en el mundo occidental. Si bien el informe de la CONADEP prueba casi 10.000 casos, se estima que los desaparecidos ascienden a aproximadamente 30.000 (Se calcula que por la ESMA pasaron unas 5.000 personas, de las que sobrevivieron unas 150). La resistencia armada fue aplastada en menos de un año, sin embargo el gobierno militar consideró necesario seguir adelante con la represión. Un razonamiento de sentido común indica que si la guerrilla hubiera tenido a su servicio 20.000 individuos (concedámosle un error del 33% de “bajas colaterales” como le dicen ahora) el resultado hubiera sido muy distinto. La explicación reside en el hecho de que se consideraron objetivos no solo a la resistencia armada sino a toda oposición política militante y no militante, como así también a cualquiera que tuviera la mala suerte de caer en sus manos porque sí. La gran mayoría de los desaparecidos se cuentan entre trabajadores asalariados y estudiantes.
Repudio al terrorismo de estado indiscriminado y salvaje
Se va completando el panorama con el adjetivo salvaje, que no sé si es indicado para expresar lo que han hecho con la mayoría de los desaparecidos. Torturar física y psíquicamente a hombres y mujeres para extraer “datos” o simplemente porque sí es algo que no debe recibir justificación. Las torturas consistieron en grandes atrocidades de las cuales se pueden ilustrar hojeando el informe de la CONADEP (el famoso Nunca Más), van desde las conocidas picanas eléctricas en los genitales y los sendos submarinos (mojados y secos) hasta las violaciones con diversos elementos, etc. Cosas no tan conocidas eran las que, por ejemplo, hacía Ricardo Miguel Cavallo: salir con una detenida a cenar y hasta acompañarla a pasar las fiestas con su familia, advertida que no intente escapar ya que todos ellos sufrirían las consecuencias.
Repudio al terrorismo de estado indiscriminado y salvaje al servicio del establishment
Varios documentos afirman que el objetivo del PRN era corregir cierta distorsión de la sociedad argentina, producto básicamente de las políticas dictadas principalmente desde 1946. Esta reorganización nacional incluía no solo “aniquilar la resistencia armada” sino también aplicar las máximas de la economía ultra-liberal, achicar el estado, abrir el mercado de capitales, eliminar los focos de “indisciplina” dentro del sistema productivo (léase sindicatos y delegados) y, por lo tanto corregir la distribución del ingreso, que era en aquel momento la más equitativa de toda América Latina. Se aplicó un proceso de reducción del Estado, de desindustrialización y de valoración del capital financiero. Hoy tenemos amplios estudios para saber hasta donde nos llevó todo eso: 50% de pobreza, 25% de indigencia, 16% de desempleo, deuda externa impagable, ningún patrimonio del estado, etc.
Cada uno podrá quedarse en el apartado que más le parezca según sus convicciones, yo llego hasta acá abajo. Declaro mi postura: no puedo repudiar solo el terrorismo sin indicar su dimensión, intención y sentido. Se ha diezmado a toda una generación de personas que militaban y luchaban con fuertes y muy nobles convicciones. La mayoría de ellos no habían recurrido a la lucha armada ni habían cometido crímenes de lesa humanidad. Otros pertenecían a grupos guerrilleros que llevaron sus convicciones hasta el punto de la violencia extrema y con ellos no estoy de acuerdo (el fin no debe justificar los medios).
Si bien crímenes son crímenes, y todos deben ser repudiados, no me parece que se puedan poner en pie de igualdad estos crímenes, con esta dimensión y sentido con otros con otra dimensión y sentido. Matar está muy mal; pero que un Estado mate, torture y haga desaparecer a mucha gente que en su mayoría eran militantes de base esperanzados por una sociedad más justa, es mucho peor. Por eso esta fecha debería ser conmemorada y recordada como símbolo de todo eso que nunca debió pasar y que no podemos dejar que pase de nuevo.
Repudiar el terrorismo hoy
Este es, quizá, el tema pendiente de nuestra historia reciente sobre el que más haya avanzado el actual gobierno. Simbólicamente es muy significativo que lo haya hecho y lo siga haciendo. Bajo su gobierno, las leyes fueron anuladas (se discutirá si se ha hecho correctamente, dado que no sería atribución del Legislativo anular una ley), se ha actuado enérgicamente contra voces que reivindicaban aquellos crímenes y ahora se está muy cerca de desindultar a quienes recibieron un perdón soberano que no les correspondía bajo ningún concepto. El icono del
horror (ESMA) dejará de formar marinos para pasar a ser patrimonio de la memoria de todo-eso-que-nunca-debió-ocurrir.
Vale la pena repetir que todo esto tiene un valor simbólico muy importante aunque existe la sensación que, en este punto, el gobierno está un poco adelantado a la sociedad civil. Pareciera que a la mayoría no le entusiasma mucho la idea y que mira de reojo todo esto con cierta indiferencia. Es curioso, hace un par de años estábamos en el horno y el gobierno de aquel momento se vio avasallado ante una multitud que no esperaba ni imaginaba jamás que le reclamara de tal forma, y, de pronto, ya acomodadas un poco las cosas, vuelve la poltrona, la justificación de “lo inevitable”, el "a mí esto no me toca" de Bertolt Brecht, otra vez a mirarlo por TV.
La última película de Fernando E. Solanas. Se trata de un documental, pero parece una de terror. Volver a ver las imágenes del "Felices Pascuas" de Alfonsín, el "dejemos de robar dos años" de Barrionuevo, el "para los niños ricos que tienen tristeza" de M., las privatizaciones, Cavallo, María Julia y muchos momentos memorables más, mientras los chicos revuelven la basura, hacen que tengas ganas de que termine la película lo antes posible, pero no porque sea aburrida, sino porque te cuesta sostener la angustia.
Es la pregunta que todos nos hacemos ante acontecimientos como los que se vivieron en la estación de ferrocarriles de Madrid la semana pasada. Y dado que este es un weblog "comprometido" habrá que decir algo, a riesgo de caer en obviedades. Y como me creo el más obvio de los que escriben en este sitio "comprometido", aquí voy...
Obviedad Nº 1: Habitualmente se dice “Masacrar de esa forma a miles de personas inocentes o indefensas está decididamente mal”. Simplifiquemos: “Masacrar personas está mal”. El calificativo indefensas e inocentes puede llevar al equívoco, dado que la culpabilidad o inocencia de dichas personas, en estos casos, es una arbitrariedad, los atacantes pueden decir que dichas personas son culpables. De la misma forma, el presidente G. W. Bush acusó a los Estados de Afganistán e Irak de culpabilidad en el atentado a las torres y otros posibles futuros atentados, para lo cual todos sus habitantes eran potenciales terroristas peligrosamente armados de fundamentalismo. Con ello justificó la invasión y la muerte de incontables civiles en dichos países.
Para ir desentrañando este tema: la cuestión, creo yo, pasa por hacer el esfuerzo de pensar al otro como un fin en sí mismo, no cosificarlo, pensarlo como alguien en igualdad de condiciones para sufrir, sentir y odiar igual que nosotros. Solo así podemos llegar a entender los motivos que los llevan a realizar ciertas acciones, dadas ciertas condiciones. La posibilidad de tender un puente de entendimiento desde nuestro lado va en directa proporción a que lo tiendan desde el otro. Desarmar racionalmente la estructura de odio que imposibilita tenderlo puede ayudar a brindar herramientas para que del otro lado ocurra lo mismo. (Estoy caminando sobre un filo muy cerca del pacifismo barato). Pienso que enceguecerse con el mismo odio de la misma intensidad para responder a esta aberración solo trae más destrucción, contribuyendo a la espiral de violencia. Pero también pienso que la multitudinaria y emotiva marcha del día después en Madrid es una muestra de la potencia que tiene la experiencia de comunidad, estas cosas se digieren junto con los otros que sienten lo mismo que nosotros y juntarse para expresarse claramente a favor de la paz es la forma de cortar con el círculo vicioso. Recordemos que ese mismo pueblo ya había dicho "No a la guerra" y no fue escuchado por su propio gobierno, y ahora, herido en su propio corazón, sigue sosteniendo masivamente la misma consigna sin caer en el odio desmedido. Extender esa experiencia de comunidad tras las fronteras y sentir, comprender, poder interpretar el sufrimiento de otros pueblos, en definitiva, acercarse a ellos, estrechar nuevos lazos puede ayudar a desactivarle el sentido al odio capaz de generar tremendo daño.



